Movimiento de los Focolares

Italia: hacia las periferias de la puerta de al lado

Jun 5, 2015

En Nápoles, la comunidad parroquial de Pomigliano d’Arco se abre a los últimos organizando almuerzos solidarios. No sólo comida, sino también amistad y compartir, en la alegría de quien da y de quien recibe.

Pomigliano - pranzi solidali - foto 10«En septiembre pasado –cuenta Luigi, un sindicalista, comprometido junto con el Padre Peppino y otros de la parroquia a vivir la espiritualidad de la unidad– nació la idea de organizar almuerzos solidarios para quienes son marginados, para quienes están solos». ¿Dónde hacerlos? «Nos dimos cuenta de que, acondicionándolo un poco, el lugar que usamos para hacer las reuniones parroquiales podía transformarse en un acogedor comedor. Tampoco fue difícil identificar a los invitados. Sus rostros nos eran familiares. Era gente que vemos por la calle, que vive en el barrio donde nosotros vivimos; algunos eran los vecinos de la puerta de al lado, otros, ancianos y extranjeros que ayuda Cáritas…». «Empezamos a repartirnos las tareas –subraya Grazia, madre de dos niños–. Uno de nosotros se ofreció a hacer las compras y sensibilizar en la causa a dueños de restaurantes y supermercados; otro se ofreció para cocinar; otro para supervisar la preparación de las comidas para que también los amigos musulmanes pudieran comer. Los más vigorosos se ofrecieron para acondicionar la sala y las chicas se propusieron para la animación. Un equipo muy variado: jóvenes, adultos y también niños». El primer almuerzo se realizó en el mes de octubre de 2014. Para todos fue un domingo lleno de sol, como lo era el rostro del viejito con bastón y de la señora a la que le gusta mucho bailar y que se divirtió mucho. Pocos días después de Navidad fue el segundo almuerzo: «Era inimaginable la alegría mientras esperaban que se abriera la sala –recuerda Vincenzo, estudiante de arquitectura–. Había ya algunas ancianas sentadas en una banquita que esperaban. Apenas nos vieron, vinieron a abrazarnos, nos felicitaron y fueron a buscar su lugar. Enseguida llegaron todos los demás; también muchos niños con sus papás. Entre un plato y otro había un poco de música, karaoke y después, guiados por unas chicas marroquíes, bailamos una canción de su país». Mientras tanto los niños jugaron, colorearon, y esperaron con paciencia la gran sorpresa… ¡La llegada de Santa Claus que distribuyó regalos para todos! «Para nosotros los organizadores no había regalos empacados –cuenta emocionada Carla, ama de casa– pero tuvimos un regalo mucho más precioso: el espectáculo de todas esas personas, que finalmente sonreían felices». Después del almuerzo navideño se hizo el de la Epifanía, y muchos otros más. Hoy es una tradición que continúa. Y que cada vez se convierte en una posibilidad para entrelazar tantas culturas y religiones. Entre los invitados, que cada vez son más, se encuentran árabes, ucranianos, católicos, ortodoxos, evangélicos, personas que no tienen una convicción religiosa y sobre todo, muchos musulmanes. «¿Cansancio? ¿Esfuerzo? ¿Problemas? También –admite Luigi–. Porque no es fácil organizar de la nada estos almuerzos. Pero la alegría que estos momentos nos regalan es indescriptible. Nos dejan el deseo y la inventiva para hacer algo más. Son auténticas oportunidades de crecimiento como personas y del sentido de ser comunidad, tanto para nosotros organizadores como para los invitados, quienes ya no son tales, porque son verdaderos hermanos».

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