254 muertos (entre los cuales 62 menores), más de 400 heridos y otros tantos desaparecidos: éste es el dramático balance de las fuertes inundaciones que causaron, en días pasados, una verdadera catástrofe en la ciudad de Mocoa, a 500 kilómetros al sur de Bogotá, en el sur de Colombia. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos se dirigió al lugar del desastre, reducido a una montaña de barro, y declaró que aún no se conoce el número de los desaparecidos. El ejército nacional trabaja sin descanso en la búsqueda de los sobrevivientes y de personas que han quedado aisladas, para hacerles llegar las ayudas humanitarias. Se declaró el estado de emergencia en toda la zona afectada, también para agilizar las operaciones de recuperación de las víctimas. «Es difícil lograr describir no sólo la gravedad de lo sucedido, sino también lo que están viviendo las personas, incluidas las de nuestras comunidades en el lugar», nos escribe Alejandra del focolar de Bogotá. «17 barrios de la ciudad de Mocoa (36.000 habitantes) quedaron destruidos. El terminal de buses fue arrasado. Intentamos retomar los contactos con cada uno, pero la situación es muy difícil para todos. En la zona, ya asolada por la pobreza y la guerrilla, hay muchos sacerdotes del Movimiento. P. Luis Fernando ofició uno de los funerales colectivos, P. Oscar Geovanny está todavía en búsqueda de sus familiares. P. Jorge nos envió algunas fotos de sus parroquianos mientras ayudan y les brindan apoyo a quienes lo perdieron todo. P. Oscar Claros contó que 5 de los 17 barrios desaparecidos hacían parte de su parroquia: familias enteras, que recibían la Palabra de vida, han desaparecido. Él está trabajando personalmente en la distribución de las ayudas, animando a sus parroquianos».
«En todo el país, las comunidades de los Focolares se están activando para realizar una recaudación de fondos que harán llegar lo más pronto al lugar del desastre, a través de los sacerdotes del Movimiento. Los focolarinos de Bogotá activaron también un canal rápido de comunicación con las personas del lugar, y tratan de animarlos y darles esperanza en estos momentos difíciles. Esta mañana hablamos con P. Oscar Claros: la situación sigue siendo muy caótica, la zona todavía está sin agua y luz, con un peligro real de epidemias».
¡Aquí estoy!
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