Movimiento de los Focolares

Acoger la enfermedad en familia

Dic 6, 2012

Delante de la enfermedad o decides mirarla cara a cara sabiendo encontrar los signos de un camino que estás llamado a hacer, o la esquivas y no quieres oír hablar. Marisa y Francesco prefirieron el primer camino.

Este testimonio de acogida lo contaron en Brescia el pasado 25 de noviembre, en la jornada Itinerarios comunes para la familia” donde participaron unas mil familias musulmanas y cristianas del Norte de Italia.

Marisa: «Tenía la intención de volver a mi trabajo apenas los niños (1 y 3 años) me lo permitieran, cuando a mi mamá, una mujer dulce, activísima, con 60 años, le dio Alzheimer. Y, muy pronto, no fue autosuficiente. Con el papá decidimos atenderla en casa sin saber a qué nos estábamos enfrentando. También mi esposo, Francisco, lo aceptó. Pero, en  seguida, la evolución de la enfermedad puso a dura prueba nuestra relación y el equilibrio familiar».

Francesco: «Siendo chico tuve que compartir el afecto de mi mamá con su trabajo y con los abuelos que vivían con nosotros. Por eso, cuando me casé con Marisa me parecía lógico que ella se debía toda a mí y que me iba a llenar de atenciones. En realidad me encontré con muchos problemas por afrontar. Cuando después, ella empezó a hacerse cargo también de su familia, nuestro matrimonio entró en una crisis profunda.  Tenía ganas de escapar y, dado que por el trabajo tenía que ir a visitar a clientes que estaban lejos, a menudo no dormía en casa, dejando a Marisa con el peso de las dos familias».

Marisa: «No fue fácil aceptar el cambio tan rápido de la persona que era mi punto firme; ver que en algunos momentos no me reconocía y también a mí me costaba reconocerla. Cuando mamá se desmoronó física y psicológicamente, también la relación con Francesco empezó a vacilar. Busqué ayuda en el Evangelio: “A cuantos lo han acogido, ha dado el poder de convertirse en hijos de Dios” (Jn. 1,12). Pero continuamente tenía que superarme. Precisamente en ese período una pareja de amigos nos invitó a una jornada organizada por los Focolares. Salimos conquistados por el amor que veíamos vivido y emprendimos un camino junto con otras  familias comprometidas en vivir la Espiritualidad».

Francesco: «Repentinamente fui internado por una grave enfermedad. ¡Estaba mal con todo el mundo! Después regresaron a mi mente las palabras de Chiara Lubich: “Nuestra salud, “ser una familia sola”… ¿Hay entre ustedes quien sufre físicamente?… Sufran con él”. Intenté ponerlo en práctica con mi vecino de cama, con una señora anciana que todos descuidaban… Poco a poco comprendí que la forma de amar a Marisa quien, a pesar de tener que cuidar a los niños y a su mamá, siempre encontraba el tiempo para venir dos veces al día. Hice las paces con ella y con mi vida. A partir de ese momento empecé a compartir con ella todas las decisiones, sobre todo las que más cuestan. Ya la enfermedad no me daba miedo estaba sereno. Después de seis meses la enfermedad desapareció».

Marisa: «Sentimos que toda enfermedad es una posibilidad que se nos da para crecer como personas, creciendo en el amor. Amaba a mi madre, pero ahora era necesario amarla en forma nueva: saber darle significado y dignidad a cada gesto, a cada palabra. Hacerla sentir amada por Dios. Y el amor sana. También cuanto a todos les parecía casi un vegetal incapaz de interactuar, un gesto de amor de mayor intensidad suscitaba en ella miradas presentes, palabras de agradecimiento, lágrimas liberadoras que se volvían también mías. Y esto me una fuerza y una alegría tal que no se pueden borrar. Así por 10 años».

Francesco:  «Este compromiso no nos impidió abrirnos a los demás como, por ejemplo, para hospedar a un pariente enfermo, compartiendo sus ansiedades y dolor. Así como abrir nuestra casa a grupos de familias o de novios para una formación de pareja.

Desde hace tres años vive con nosotros el papá de Marisa que este año cumple 93 años. A veces nos pasa por la cabeza la idea de encontrar soluciones diferentes para tener mayor autonomía pero sabemos que él sufriría mucho y estamos convencidos de que su vida y su dignidad son muchos más importantes».

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