1 Abr 2025 | Idea del Mes
La nostalgia es un sentimiento determinante para enfrentarse a los interrogantes morales, filosóficos y espirituales del ser humano. Etimológicamente significa «dolor del retorno», en un sentido a veces indeterminado porque no siempre se refiere a un pasado hecho de lugares, personas o acontecimientos concretos, sino más bien a una emoción profunda que nos hace anhelar algo bello, justo y universal, como si, en el fondo, supiéramos que formamos parte de ello o que estamos llamados a ello.
El tema del exilio atraviesa la historia del pensamiento humano: el viaje de Ulises (“La Ilíada y la Odisea” de Homero) es un viaje que remite al infinito porque siempre queda inacabado, pero conlleva una experiencia de sabiduría.
(…)
“Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años (…) Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.”[1]
Cada relato de exilio, desde las civilizaciones más antiguas hasta nuestros días, plantea preguntas existenciales fundamentales no solo para su tiempo: ¿existe un «hilo» que dé sentido a la historia? Esta pregunta también puede formularse a nivel personal: ¿Qué sentido tiene lo que estoy viviendo o lo que he vivido? ¿Por qué el mal, el dolor, la muerte? Son cuestiones no siempre expresadas, pero profundamente presentes en las investigaciones más recientes sobre las necesidades auténticas de los jóvenes. A menudo, la nostalgia del infinito se describe como melancolía, soledad del alma, búsqueda de un por qué.[2].
Y sin embargo estos interrogantes tienen dificultades para emerger: estamos distraídos por cosas que nos suceden, por las mil preocupaciones que nos atenazan el alma, por pensamientos que nos importunan. Tal vez no nos detenemos lo suficiente para descubrir a nuestro alrededor pequeñas respuestas que podrían ser un faro que nos ayude a no perder el sentido de nuestro camino.
Intentemos, entonces, buscar de todas las maneras posibles esas oportunidades -en tiempos y espacios de escucha, con reflexiones compartidas- y junto a quienes viajan con nosotros en el camino de la existencia: nuestra comunidad, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, tratemos de trabajar, de confrontarnos sin perder la confianza en que las cosas pueden cambiar para mejor. También nosotros nos sentiremos transformados.
En las comunidades cristianas de todo el mundo, este mes se celebra la Pascua. El mensaje de los «tres días» es profundo y sigue interpelando a todas las personas capaces de hacerse preguntas y de dialogar[3]. El misterio del dolor, la capacidad de «permanecer» en las heridas de la humanidad, la fuerza de recomenzar son valores presentes en cada corazón y acompañan nuestro viaje a través de los desiertos guiando la historia y nuestra vida.
© Foto da StockSnap/Pixabay
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LA IDEA DEL MES, es elaborada por el «Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas» del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales.
[1]Konstandinos P. Kavafis. Poesie, Mondadori, Milano 1961
[2]Istituto Giuseppe Toniolo: Cerco, dunque credo? (Vita e Pensiero, 2024) cura di R. Bichi e P. Bignardi
[3]Convegno Internazionale “Il senso nel dolore?” (Castel Gandolfo, 2017) https://www.cittanuova.it/senso-neldolore/?ms=006&se=007
1 Mar 2025 | Idea del Mes, Testimonianze di Vita
Parece evidente que estamos hechos para la relación. De hecho, toda nuestra vida está
entrelazada de relaciones. Pero a veces corremos el riesgo de dañarlas con juicios duros y superficiales.
A] lo largo de la historia encontramos múltiples imágenes que ya forman parte del lenguaje común. Por ejemplo, en la tradición antigua encontramos una expresión muy conocida que dice: «¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que está en el tuyo?»[1]; igualmente proverbial es la imagen de las dos alforjas: una delante de los ojos, con los defectos de los demás, que vemos fácilmente, y la otra en la espalda, con nuestros defectos, que por lo tanto nos cuesta reconocer [2] y como dice el proverbio chino, «el hombre es ciego a sus propios defectos, pero tiene ojos de águila para los de los demás».
Esto no significa aceptar lo que sucede indiscriminadamente. Ante la injusticia, la violencia o el abuso no podemos cerrar los ojos. Es necesario comprometerse con el cambio, comenzando por mirarnos antes que nada a nosotros mismos, escuchando con sinceridad nuestra propia conciencia para descubrir qué debemos mejorar. Solo así podremos preguntarnos cómo ayudar concretamente a los demás, incluso con consejos y correcciones.
Se necesita «otro punto de vista» que me ofrezca una perspectiva diferente a la mía,
enriqueciendo mi ‘verdad’ y ayudándome a no caer en la autorreferencialidad y en esos
errores de valoración que, en el fondo, forman parte de nuestra naturaleza humana.
Hay una palabra que puede parecer antigua, pero que se enriquece con significados
siempre nuevos: misericordia, que debemos vivir, en primer lugar, hacia nosotros mismos y luego hacia los demás. De hecho, solo si somos capaces de aceptar y perdonar nuestros propios límites podremos acoger las debilidades y los errores de los demás. Es más, cuando nos damos cuenta de que inconscientemente nos sentimos superiores y con derecho a juzgar, se vuelve indispensable estar dispuestos a dar «el primer paso» hacia el otro para evitar que la relación se deteriore.
Chiara Lubich cuenta a un grupo de musulmanes su experiencia en la pequeña casa de
Trento, donde comenzó su aventura con sus primeras compañeras. No todo era sencillo y no faltaban las incomprensiones: «No siempre era fácil vivir la radicalidad del amor. […] También entre nosotras y en nuestras relaciones, podía depositarse algo de polvo, y la unidad podía languidecer. Esto ocurría, por ejemplo, cuando nos dábamos cuenta de los defectos e imperfecciones de los demás y los juzgábamos, de modo que la corriente de amor recíproco se enfriaba. Para reaccionar ante esta situación se nos ocurrió un día sellar un pacto entre nosotras, y lo llamamos «pacto de misericordia». Decidimos, cada mañana, ver nueva a la persona que encontráramos —en casa, en clase, en el trabajo, etc.— sin recordar en absoluto
sus defectos, cubriéndolo todo con amor. […]«[3]. Un verdadero «método» que vale la pena poner en práctica en los grupos de trabajo, en la familia y en las asambleas de cualquier tipo.
© Foto di Cottonbro studio – Pexels
LA IDEA DEL MES, está elaborada por el «Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas» del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales. dialogue4unity.focolare.org
[1] (Lc 6,41)
[2] Esopo (μῦθοι) , Fedro (Fabulae)
[3] C. Lubich, L’amore al prossimo, Conversazione con gli amici musulmani, Castel Gandolfo, 1° novembre 2002. Cf. C. Lubich, L’Amore reciproco, Città Nuova, Roma 2013, pp. 89-90.
1 Feb 2025 | Idea del Mes
A veces nos enfrentamos a situaciones en las que es difícil emitir un juicio, tomar una posición. Es esencial contar con la capacidad de encontrar el sentido profundo de las cosas y de intuir significados y perspectivas. Necesitamos luz, y así como los mineros se abren camino metro a metro con una simple linterna, también nosotros tenemos una luz que puede iluminar nuestros pasos, uno a uno. Lo constatamos: el amor mutuo es una luz poderosa que nos guía y es una ayuda en el difícil camino de la toma de conciencia personal en los senderos de la vida.
Hay que ser capaces de lidiar con las numerosas complejidades de visiones y opiniones de quienes nos rodean o de quienes encontramos casi por casualidad. Es importante con todos mantener la autenticidad en el corazón y también ser conscientes de la limitación de nuestro punto de vista. Esta apertura de mente y de corazón, fruto del verdadero amor, nos abre a un diálogo que escucha buscando lo bueno que habita en el otro y abriéndonos a la posibilidad de construir algo juntos.
En esta línea, Timothy Radcliffe, uno de los teólogos presentes en el último Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica, afirmaba dirigiéndose a los miembros del Sínodo que: » Lo más valiente que podemos hacer es ser honestos unos con otros sobre nuestras dudas y preguntas, aquellas para las que no tenemos respuestas claras. Así nos acercaremos unos a otros como compañeros de búsqueda, mendigos de la verdad (1)».
En una conversación con miembros de los Focolares, Margaret Karram comentaba así esta reflexión: «Pensando en ello, me he dado cuenta de que muchas veces no he tenido el valor de decir realmente lo que pensaba: quizá por miedo a no ser comprendida, quizá para no decir algo completamente distinto de la opinión mayoritaria». Para ella, «ser ‘menigos de la verdad’ significa tener una actitud sincera de proximidad hacia los demás, en la que juntos buscamos el bien»(2).
Ésta es también la experiencia de Antía, que participa en el grupo artístico ‘Mosaico’. Se creó en 2017 y está formado por jóvenes españoles de diferentes procedencias y culturas que ofrecen con su arte y talleres su propia experiencia de fraternidad. Antía nos cuenta: «Es la conexión con mis valores: un mundo fraterno donde cada uno (joven, inexperto, vulnerable…) da su aportación a este proyecto. ‘Mosaico’ me hace creer que un mundo más solidario no es una utopía, a pesar de las dificultades y el gran trabajo que conlleva. He crecido trabajando en equipo, con el diálogo valiente y sin barreras, renunciando a mis propias ideas que consideraba las mejores. Y el resultado es que ‘lo bueno’ se construye pieza a pieza entre todos » (3).
1. Padre Timothy Radcliffe, Meditación nº 3, Amistad, Sínodo de los Obispos, Sacrofano, 2.10.2023.
2 Conversación con los focolarinos, Margaret Karram, Presidente del Movimiento de los Focolares, Rocca di Papa, 3.02.2024.
3. Mosaico GRLP forma parte del proyecto Fuertes sin violencia, que organiza talleres multidisciplinares con jóvenes durante tres días, procurando transmitir valores como la no violencia, la paz y el diálogo a través del arte. Cf. revista LAR n. 1, primavera 2024, p. 11.
Foto: © Comunicazione Loppiano
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1 Ene 2025 | Idea del Mes
En el diálogo entre personas de diferentes culturas y orientaciones religiosas, un tema recurrente es la pregunta: «¿se puede tener siempre esperanza? ¿Y en qué?».
Es una pregunta que resuena con mayor intensidad en los momentos de dificultad o ante la derrota o el sufrimiento más atroz o también ante las decepciones en un ideal o en un conjunto de valores que nos habían fascinado.
Es precisamente en esos momentos de duda cuando nos sentimos empujados a reconsiderar nuestras propias convicciones, valores y creencias en las que hemos puesto nuestra esperanza y con ellas, encontrar la fuerza para afrontarlas y hacer surgir la grandeza del ser humano, capaz de caer y volver a levantarse, de experimentar la debilidad de forma consciente, sin inútiles expectativas milagrosas.
Creer es mucho más que esperar una solución a nuestros problemas, es más bien un impulso que te permite seguir caminando. La vida, precisamente en esos momentos, puede convertirse misteriosamente en un auténtico regalo.
Creer en algo que da sentido a la vida no es como aceptar un contrato que se firma una vez y luego no se vuelve a mirar, sino que es un hecho que transforma e impregna cada elección cotidiana.
Una pequeña ayuda para vivir así es no pensar en situaciones extremas, que sólo pueden asustarnos y bloquearnos, sino afrontar las pequeñas dificultades de cada día, compartiéndolas con nuestros amigos. De este modo, si no desfallecemos, descubriremos que cada día puede proporcionarnos una nueva oportunidad para creer y dar esperanza a quién está a nuestro lado. Es la fuerza de la amistad que busca el bien del otro.
Cuando todo va bien, es más fácil sentirse fuerte y valiente. Pero cuando experimentamos vulnerabilidades es cuando podemos construir algo que no pasa y que permanecerá después de nosotros. Es la convicción que se adquiere cuando se ha compartido la vida con alguien que ha creído más allá de todo, que ha luchado y sufrido y que se ha hecho cercano a todos con su amor. Estas personas, después de terminar su vida en esta tierra, dejan una huella tal y su recuerdo permanece tan vivo que -misteriosamente- nos hace decir, incluso más allá de nuestra referencia religiosa o no religiosa: «Creo, creo. ¡Seguimos juntos!».
Foto ©Sasin Tipchai – Pixabay
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1 Dic 2024 | Idea del Mes
Cuando la vida nos presenta elecciones desafiantes e imprevistas, que incluso nos pueden asustar, emergen con claridad nuestros valores y el deseo de vivirlos con coherencia.
No siempre es fácil. Nuestra respuesta en una situación que requiere una decisión, libre y personal, puede parecer una apuesta difícil de hacer, casi un salto al vacío y necesitamos la fuerza para ir más allá de nuestros límites.
Pero, ¿dónde podemos encontrar esta fuerza? Para algunos es la fe en una dimensión sobrenatural y en un Dios personal que ama y nos acompaña. Para todos puede ser la cercanía de los amigos, de los “compañeros de viaje” que nos apoyan y nos hacen sentir su proximidad y confianza. Sacan lo mejor de nosotros y nos ayudan a superar lo aparentemente «imposible» de nuestras incapacidades para alcanzar la «posibilidad» de una vida coherente.
Es la consecuencia de la dimensión comunitaria fruto de relaciones basadas en la reciprocidad. Ya lo decía Chiara Lubich en 1948, en el lenguaje propio de la época: «¡Y adelante! No con nuestra fuerza, miserable y débil, sino con la omnipotencia de la unidad. Si permanecemos fieles a nuestra divisa […] el mundo verá la unidad»[1].
Ir más allá de nuestros límites nos abre a nuevas oportunidades y experiencias que, de otro modo, podrían parecer fuera de nuestro alcance, permitiéndonos creer y testimoniar que toda esperanza es posible.
Pero, ¿es factible creer “que todo es posible” ante lo absurdo del Mal? Es la gran pregunta de la humanidad de hoy y de siempre. Una pregunta sin respuesta que une a todos, creyentes, no creyentes, en una búsqueda que sólo puede emprenderse juntos. Porque si el “Mal” sigue siendo un misterio, igual de poderosa es la fuerza del “Bien”. No hay una respuesta, sino un horizonte de sentido.
Así lo reafirmaba en una reciente entrevista Edith Bruck, deportada a Auschwitz cuando tenía 13 años y que hoy, con noventa y dos, sigue siendo un auténtico testigo de paz. Cuando terminó la guerra, ella y su hermana tuvieron el dilema de su vida. «Cinco fascistas húngaros que habían apoyado a los nazis nos suplicaron que les ayudáramos a volver a casa clandestinamente y les ayudamos en el camino. Compartimos con ellos pan y chocolate. Ese fue uno de los momentos más intensos que yo he vivido espiritualmente. Yo estaba tratando como un amigo a alguien que podía haber matado a mi padre». La decisión no fue fácil y discutió mucho con su hermana, pero lo hicieron porque pensaron que quizás, así, esas personas nunca volverían a maltratar a un judío [2].
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Fotos: © Pixabay
[1] Chiara Lubich “Lettere dei primi tempi”. Città Nuova Roma 2010 p. 16
[2] Marisol Rojas Cadena SER- artículo sobre E. Bruck 26/01/2024
1 Nov 2024 | Idea del Mes
Cada día nos bombardean con las imágenes de la sociedad de la apariencia. En todas las naciones, la globalización impone un modelo en el que la riqueza, el poder y la belleza física parecen ser los únicos valores. Sin embargo, basta con pararse a observar a las personas que encontramos cada día en nuestras ciudades (en un tren, en el metro, en la calle) para darse cuenta de que existe una realidad diferente hecha de pequeños gestos cotidianos de solidaridad, padres que acompañan a sus hijos al colegio, enfermeras que se levantan de madrugada para llegar a su puesto de trabajo, próximas a las personas que sufren, trabajadores que desempeñan sus tareas con seriedad y compromiso en fábricas, comercios, oficinas. Por no hablar de las numerosas acciones de voluntariado.
Hace falta una mirada de verdad, capaz de ir más allá de las apariencias. Una mirada que valore lo positivo de cada persona, dándose cuenta de que son esos pequeños gestos cotidianos los que mantienen en pie a la sociedad. Y aún más revolucionarios son los gestos de quienes, a pesar de vivir en situaciones que rozan la pobreza, se dan cuenta de que aún pueden “dar”, acoger, compartir una comida o una habitación porque siempre hay alguien «más necesitado». Y lo hacen por sentido de la justicia, con un corazón generoso y desinteresado.
El don, lo sabemos, no es sólo material. Chiara Lubich nos decía: “Demos siempre; demos una sonrisa, una comprensión, un perdón, un oído que escucha; demos nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestra disponibilidad; demos nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestras ideas (…), nuestra actividad; demos nuestras experiencias, nuestras habilidades, nuestros bienes reexaminados periódicamente para que nada se amontone y todo circule. Dar: que ésta sea la palabra que no nos dé tregua”.[1]
Esta idea es, pues, una invitación a una generosidad que viene de dentro, de la pureza de los corazones que saben reconocer la humanidad sufriente reflejada en el rostro a menudo desfigurado del otro. Y es precisamente en este don donde nos encontramos más libres y más capaces de amar.
Esta fue la experiencia de Etty Hillesum, una joven holandesa que vivió sus últimos años, antes de morir, en un campo de concentración en Auschwitz. Fue capaz, hasta el final, de amar la belleza de la vida y de dar gracias por “este don de saber leer en los demás. A veces las personas son para mí como casas con la puerta abierta. Entro y recorro los pasillos y las habitaciones, cada casa está amueblada de forma un poco diferente, pero al final es igual que las demás, hay que hacer de cada uno una morada consagrada’ (…). Y allí, en aquellas chabolas pobladas por hombres aplastados y perseguidos, encontré la confirmación de este amor»[2]
La totalidad del don es una lógica que construye una comunidad pacificada, porque nos impulsa a cuidarnos unos a otros. Nos anima a vivir los valores más profundos en lo cotidiano, sin apariencias. Es un cambio de mentalidad que puede llegar a ser contagioso.
Venant nació y creció en Burundi. Cuenta: “ En el pueblo, mi familia tenía una buena granja, con una buena cosecha. Mi madre, consciente de que todo era un regalo de la naturaleza, recogía los primeros frutos y los repartía puntualmente entre el vecindario, empezando por las familias más necesitadas, dándonos sólo una pequeña parte de lo que quedaba. De este ejemplo aprendí el valor de la entrega desinteresada”. ”.
[1]Conexión 23 abril 1992
[2]Etty Hillesum, Diario
©Foto: Mdjanafarislam – Pixabay
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