Coronavirus – Una emergencia que requiere un nuevo compromiso hacia la fraternidad
Testimonios de quien está en primera línea y de quien se queda en casa, muchos modos de vivir por los demás. https://vimeo.com/402592092
Testimonios de quien está en primera línea y de quien se queda en casa, muchos modos de vivir por los demás. https://vimeo.com/402592092
Una jornada de encuentro entre Comunidades, Movimientos y países para dar testimonio de la paz y la solidaridad entre los pueblos. El 9 de mayo se conmemora el Día del Continente Europeo que celebra la paz y la unidad entre los pueblos. A partir de la histórica firma del 31 de octubre de 1999 de la “Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación” entre los responsables de los distintos Movimientos y Comunidades, católicos y evangélicos, de Italia y de Alemania, nació la red together4europe, un camino juntos para redescubrir los valores de paz y fraternidad del viejo Continente. Este año la pandemia del Covid-19 impide verse en la iglesia, en las plazas de la ciudad, en lugares de encuentro, para conferencias y plegarias comunes. Ello no significa que las actividades de este día se hayan anulado, por el contrario: con mucha creatividad han nacido conferencias digitales, oraciones, grupos de discusión y diálogo online entre Comunidades, Movimientos y representantes políticos, que parten, por ejemplo, de Utrecht, Graz, Roma, Lyon o Esslingen. Los eventos de este año tienen la bendición papal ya que el el 22 de abril pasado llegó la carta del Papa Francisco. El Papa aprecia el servicio al bien común que la red together4europe realiza a través de Comunidades y Movimientos muy comprometidos, inspirados en los valores de solidaridad, paz y justicia. Para el Día de Europa, en comunión con Graz, las Comisiones de Juntos por Europa de Italia han promovido y organizado para la jornada del 9 de mayo un evento online dedicado al Sí a la Creación, defendiendo la naturaleza y el ambiente, con el título “Ecología integral: utopía sustentable para Europa”. A través de las reflexiones de Stefania Papa, docente y experta de ecología, y de Luca Fiorani, físico experto de clima, y con vídeos síntesis de los tres mensajes del Papa Francisco, del Patriarca Bartolomé I y de Antonio Guterres (ONU) para la 50a Jornada Mundial de la Tierra, se nos ayudará a tomar conciencia de cómo podemos juntos actuar por un presente y un futuro mejores, respetando nuestra Tierra, en una cultura del respeto, de la cooperación y de la reciprocidad. Juntos por Europa, de hecho, tiene como objetivo una “cultura de la reciprocidad”. En ella los individuos y los pueblos distintos pueden acogerse el uno al otro, conocerse, reconciliarse, aprender a estimarse y a apoyarse recíprocamente. Resume múltiples actividades en favor de la reconciliación y de la paz, de la tutela de la vida y de la creación, de una economia equitativa, de la solidaridad con los pobres y los marginados, de la familia, del bien de las ciudades y de la fraternidad en el continente europeo. Las diversidades no tienen que ser un motivo de miedo o separación, sino más bien deben verse como riquezas que se desarrollan y armonizan para una Europa unida, viva, fraterna. Para mayores informaciones visite la página www.together4europe.org
Lorenzo Russo
https://www.youtube.com/watch?v=-p39HC8PmYM&feature=emb_logo
Fue uno de los primeros religiosos que adhirieron a la espiritualidad de los Focolares. Un contemplativo en plena acción; un hombre de Dios sumergido en la humanidad. ¿Qué significa y para qué sirve “contemplar” hoy? Y, ¿cómo se contempla en el siglo XXI? En tiempos como estos, encerrados en casa por el Covid y presionados por las preocupaciones ante el futuro, tomar tiempo para ponernos en contacto con lo Absoluto podría no parecer prioritario. Pero hace pocos días tuve que cambiar de opinión, al conocer la extraordinaria experiencia del Padre Ermanno Rossi, un dominico italiano, pionero de los Focolares en los años ’50 que nos dejó el pasado lunes de Pascua. Su parábola existencial indica de que sólo una relación íntima con Dios podía hacerla posible. Lo confirma un texto suyo, escrito con ocasión de su 90° cumpleaños: “¡Los acontecimientos de mi vida han sido muchos! Recuerdo sólo una convicción interior que me ha guiado en todas mis elecciones: “No pedir nada y no rechazar nada”. Esto para mí significa valorar la tarea que se me confía, empeñar todas mis fuerzas con la seguridad de que Dios se encarga del resto. Por ese motivo, nunca he pedido nada ni rechazado nada, sin importar que cosa me pedían y aunque casi siempre eran cosas distintas de lo que yo sentía. Pero al llegar a esta edad puedo asegurar que ha valido la pena confiar en Dios. (…) Junto a las dificultades siempre he recibido gracias extraordinarias. Entre ellas ocupa un lugar relevante el haber encontrado a Chiara Lubich y su Movimiento. Este encuentro ha sido el faro de mi vida”. Y es poco decir que su vida ha sido intensa. De 1950 al ’55 fue el encargado de los jóvenes aspirantes a la vida dominica; escribía que su celda (en ese período) era el automóvil: “Siempre estaba de viaje por Italia central”. Fue en esos años que el Padre Ermanno encontró una de las primeras comunidades de Roma de los Focolares y conoció a Graziella De Luca: “Le hice sólo una pregunta: ‘Ahora que ustedes están en vida, va todo bien; pero cuando pase la primera generación será inevitable la decadencia, como le ha sucedido a todas las fundaciones’. Graziella me respondió: ‘¡No! Mientras esté Jesús en medio, esto no sucederá’”. A partir de ese momento su vida se volvió, en la medida de lo posible, todavía más intensa. Fue el rector y ecónomo de un seminario; docente de moral en Loppiano; viajó por toda Europa dando a conocer el espíritu de los Focolares a numerosos religiosos. Fue también responsable del Centro Misionero de su provincia religiosa, párroco en Roma y superior de una pequeña comunidad. ¿Con qué espíritu vivió el Padre Ermanno todo esto? Lo cuenta él mismo: “En todos estos acontecimientos siempre hubo una constante, todas las veces tuve que empezar de cero, tuve que “reciclarme”. Ha sido como si cada vez me confiaran un trabajo nuevo. Otra constante ha sido que en primer impacto la nueva situación se me reveló dolorosa, y después la ví como providencial. Ahora tengo la certeza de que lo que la Providencia dispone para mí es lo mejor que me puede suceder”. En la espiritualidad de la Unidad el Padre Ermanno encontró el camino para una relación nueva con Dios. Hasta entonces había buscado a Dios en la soledad. Con Chiara Lubich descubrió que el hermano es la vía directa para ir a Dios; un camino que no exige necesariamente la soledad, que puede ser recorrido también en medio de la multitud.
Stefania Tanesini
El siguiente escrito de Chiara Lubich nos conduce al corazón de la fe cristiana. “Hemos creído en el amor de Dios — así el cristiano puede expresar la elección fundamental de su vida”[1]. Es una elección que en estos tiempos parece muy atrevida, pero no por eso menos real. Esta vez hablaremos de nuevo de la oración: es el aliento de nuestra alma, el oxígeno de toda nuestra vida espiritual, la expresión de nuestro amor a Dios, el combustible de todas nuestras actividades. ¿Pero de qué oración hablaremos? De aquella que –con las infinitas y divinas riquezas que contiene– está totalmente comprendida en una palabra, en una sola palabra, que Jesús nos enseñó y el Espíritu puso en nuestros labios. Pero vayamos a su génesis. Jesús rezaba, rezaba a su Padre. Para Él el Padre era “Abbá”, es decir el padre, el papá, a quien se dirigía con acentos de infinita confianza y de inmenso amor. Le rezaba estando en el seno de la Trinidad, donde Él es la segunda divina Persona. Precisamente por esta oración tan especial reveló también al mundo quién era Él realmente: el Hijo de Dios. Pero como había venido a la tierra por nosotros, no le bastaba con estar en esta condición privilegiada de oración. Muriendo por nosotros, redimiéndonos, nos hizo hijos de Dios, sus hermanos, y nos dio también, por medio del Espíritu Santo, la posibilidad de ser introducidos en el seno de la Trinidad, en Él, junto con Él, por medio de Él. De este modo también para nosotros se hizo posible esa invocación divina: «¡Abba, Padre!»[2]: «Papá, padre mío!», nuestro, con todo lo que comporta: certeza de su protección, seguridad, abandono ciego a su amor, consolaciones divinas, fuerza, ardor; ardor que nace en el corazón de quien está seguro de ser amado… Esta es la oración cristiana, una oración extraordinaria. No se encuentra en otros lugares, ni en otras religiones. A lo sumo, si uno cree en una divinidad, la venera, la adora, le suplica estando, por decir así, fuera de ella. Aquí no, aquí se entra en el Corazón de Dios. ¿Y entonces? Recordemos, pues, en primer lugar la vertiginosa altura a la que estamos llamados como hijos de Dios y, en consecuencia, nuestra excepcional posibilidad de rezar. Naturalmente, podemos decir “¡Abbá, Padre!”, con todo el significado que implica esta palabra, solo si el Espíritu Santo la pronuncia en nosotros. Y, para que sea así, necesitamos ser Jesús, nada menos que Jesús. ¿Cómo? Lo sabemos: Él vive ya en nosotros por la gracia. Pero debemos hacer nuestra parte, que consiste en amar, en permanecer en el amor a Dios y al prójimo. Además el Espíritu la pondrá más plenamente en nuestros labios si estamos en perfecta unidad con nuestros hermanos, donde Jesús está entre nosotros. Que «¡Abbá, Padre!», sea nuestra oración. (…) Mediante ella corresponderemos plenamente a nuestra llamada a creer en el amor, a la fe en el amor que está en la raíz de nuestro carisma. Sí, el Amor, el Padre nos ama. Él es nuestro Padre ¿qué podemos temer? ¿Y cómo no ver en el designio de amor que Él tiene para cada uno de nosotros, y que se nos revela día tras día, la aventura más extraordinaria a la que podríamos estar llamados? “Abbá” es la típica oración del cristiano. Y de una manera especial de nosotros los focolarinos. Por lo tanto, si tenemos la seguridad de estar viviendo nuestro Ideal, es decir, si estamos en el amor, dirijámonos al Padre como lo hacía Jesús. ¿Las consecuencias? Las sentiremos en nuestro corazón.
Chiara Lubich
(En una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 9 de marzo de 1989) Cf. Chiara Lubich, “Buscando las cosas de arriba, pp. 133-135, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1993. [1] Benedicto XVI, Deus Caritas est, 1. [2] Mc 14,36; Rm 8,15.