Movimiento de los Focolares
¡Gracias Gis!

¡Gracias Gis!

Funerale Gis Calliari al Centro MariapoliCon gratitud por “su ejemplo de fidelidad heroica a su designio” María Voce, presidente de los Focolares, comunicó a todos los miembros del Movimiento en el mundo, la muerte de Gisella Calliari que esta tarde se apagó serenamente, después de una larga vida con la consigna de la unidad. “Aún en el dolor de esta gran pérdida”, dice la presidente, “permanecemos con ella, un corazón solo y un alma sola”. Gisella Calliari nació en Lavis (Trento, Italia) el 18 de abril de 1920. Conocida simplemente como Gis, fue una de las primeras jóvenes, que, junto con su hermana Ginetta, siguió a Chiara Lubich en aquella “aventura de la unidad” que marcó los comienzos del Movimiento de los Focolares y sus desarrollos en el mundo. Era la tercera de tres hermanas, se encontró con Chiara en 1944, en el pequeño apartamento que alojaba al primer focolar, en Piazza Cappuccini, en Trento. El día después había ya madurado la elección de seguirla por el mismo camino. La inicial hostilidad de la familia fue menor cuando la mamá conoció a Igino Giordani (Foco), de quien Gisella era secretaria en Roma. En su larga vida Gis vivió con Chiara durante más de 40 años. Después de haber sido la responsable de algunos focolares de Italia (en la ciudad de Trento, Roma, Milán, Florencia) se le confió la sección de las focolarinas. A continuación, trabajó al lado de la fundadora, junto con Oreste Basso, siguiendo los desarrollos de toda la Obra de María. Por esta tarea confiada, visitó varias veces las distintas comunidades del mundo. La suya fue una vida profundamente ligada al carisma de la unidad, al cual se mantuvo fiel hasta el final, con los efectos de una gran fecundidad espiritual en ella y alrededor de ella. Próximamente en focolare.org se publicará un perfil más amplio de ella.

Hemmerle: la Palabra y el Espíritu

Hemmerle: la Palabra y el Espíritu

Hemmerle_Innamorato_di_DioExiste un solo camino, y hasta el momento, yo no logro ver ningún otro, para poder vivir aquí y ahora el máximo de la unidad y de la comunión entre nosotros: este único camino coincide […] en que tú y yo, ustedes y yo y todos nosotros, con pasión, día tras día, en cada situación de nuestra vida y en cada situación que se interponga entre nosotros, nos afirmemos de forma sólida solo en Su Palabra (pág. 266) La Palabra de Dios supera las barreras que existen entre nosotros y crea la comunión. […]. Esto no puede quitárnoslo nadie, no nos lo puede prohibir nadie. Aquí no se puede volver atrás: éste es el punto esencial en donde se abre el camino para ir adelante […]. Si vivimos la Palabra en una realidad de reciprocidad y en forma radical, de tal modo que lo que tú vives y lo que yo vivo sean una única Palabra, somos todos juntos Su Palabra, entonces crece entre nosotros la unidad […]. Nos podemos preguntar: pero, ¿cómo hacemos para vivir en el único Espíritu que es la realidad más profunda e íntima de Dios, y cuál es la realidad más profunda e íntima de mí mismo? En el hecho de que en ti busco con tenacidad los dones del Espíritu, en ti que eres cristiano y creyente como yo. Te pregunto cosas durante largo tiempo, hasta que en ti haya descubierto el Espíritu. No me conformo con un compromiso diciendo: “En el fondo no estás mal, y no estoy mal tampoco yo: yo puedo encontrar un punto de encuentro ¡en el medio!”. No digo ni siquiera: “Tomo algo de lo tuyo y algo de lo mío para combinar una fórmula dentro de la cual ambos podamos ponernos de acuerdo sin modificar los fundamentos”. Pixabay-2183489_1280_01Yo en cambio, me pregunto: “¿Dónde está el Espíritu en ti?”. Ante la insistencia de esta pregunta no te obligo y no te limito, sino que te hago libre, para que tú puedas donarme los dones del Espíritu en ti. Estoy dispuesto a dejarme interrogar por ti hasta el último punto y hasta el extremo, de manera que, confiando en el Espíritu, también yo pueda ofrecer y donarte mis dones como dones de Dios. Donarse recíprocamente los dones, descubrir en la reciprocidad los dones del Espíritu en el otro: éste es el camino para el único Espíritu. (págs. 265-266). (15.6.79, diálogo con el Teólogo Evangélico Lukas Vischer) El que vive desde hace mucho tiempo la espiritualidad de la unidad no puede detenerse y decir: ¿Qué me cae bien de lo que está diciendo el otro? ¿Qué  no me cae bien? ¿En qué tema coincide con mi opinión? ¿En qué no es compatible? Yo, en cambio, tengo que hacerme uno con el otro, trato de pensar a partir del otro, no de forma de renegar lo que afirmo con seguridad en base a Cristo, sino en el sentido de que delante del otro me pregunto: ¿Qué luz quiere darme? Me miro por lo tanto a mí mismo partiendo del otro. Me hago uno con el otro y trato de releer mi verdad a través de la luz del otro. (pág. 268) (Extraído de Preguntas y respuestas en la Escuela ecuménica de Ottmaring) Winfried Hagemann: KLAUS HEMMERLE, enamorado de la Palabra de Dios- Città Nuova 2013.

Los Focolares y la unidad de los cristianos

Los Focolares y la unidad de los cristianos

P1320465_01¿Sobre cuáles vías y con qué perspectivas se mueve el compromiso ecuménico de los Focolares? En su intervención en un reciente Congreso de obispos en Katowice, Jesús Morán Cepedano (español, nacido cerca de Ávila, en España, en 1957), desde el 2014 co-presidente del Movimiento de los Focolares, trazó las premisas y características de una espiritualidad que la II Asamblea Ecuménica Europea, en 1997, definió como “ecuménica”. «Con la palabra “espiritualidad” quiero decir una forma de traducir en vida la fe cristiana». Una referencia personal: «Conocí a Chiara Lubich y al Movimiento de los Focolares en 1974. Como español, crecí en un ambiente católico, meditaba el Evangelio en la Iglesia, pero estos nuevos amigos me propusieron ponerlo en práctica. Quería cambiar la sociedad, pero la primera sorpresa fue que el Evangelio me cambiaba a mí». Eran los años de los contactos de Chiara Lubich con personalidades de varias Iglesias, entre ellas, el Patriarca ecuménico de Constantinopla Athenágoras I y el arzobispo Robert Runcie, entonces primado de la Iglesia de Inglaterra. «Este carisma suscitaba gran interés también, y a todavía más, en quien no era católico». P1320467_02Recordando las palabras de la fundadora de los Focolares, dirigidas a una platea de 7 mil sacerdotes y religiosos, reunidos en 1982 en el Aula Pablo VI en el Vaticano «la Obra de María no pertenece sólo al mundo católico. Somos una sola realidad entre todos nosotros, si bien con los límites que comportan las divisiones que todavía existen», Morán explica: «El carisma donado por Dios a Chiara entierra sus raíces en una dimensión eclesial que puede ser compartida por todas las confesiones, porque se nutre en el corazón del Evangelio. Y ésta está vinculada con la naturaleza de la espiritualidad que nace de este carisma: una espiritualidad de comunión, a imagen de la Trinidad». Una espiritualidad que hace que, en las relaciones ecuménicas, se le dé la prioridad al “diálogo de la vida”, al “ecumenismo del amor”, “de la verdad”, “del corazón”; todas formas que subrayan la reciprocidad del amor, el cual no sustituye al diálogo teológico pero que hace posible el «acercamiento, en un profundo ‘intercambio de dones’ que enriquece a unos y a otros”. La unidad y la reconciliación empiezan en el corazón, a partir del encuentro entre las personas, de la apertura acogedora, subraya Morán. Pero «la unidad que vivimos y que buscamos –argumenta- no es uniformidad, es el Espíritu Santo mismo quien suscita la diversidad». No es un enfoque teórico, por lo tanto, sino una experiencia viva de amor evangélico, un “taller ecuménico” que, en la experiencia de los Focolares, reúne a cristianos pertenecientes a más de 300 Iglesias y que se ha expandido, al menos como autoconciencia, dentro de innumerables contextos eclesiales. «El diálogo de la vida es fructífero –agrega- también en y entre las parroquias de varias Iglesias: mediante alianzas que ayudan a conocerse recíprocamente y a encontrar nuevas formas de colaboración para proyectos sociales y culturales. También los jóvenes pertenecientes a distintas Iglesias están comprometidos en primera línea en sostener acciones de primera necesidad y ayudas a los más necesitados». ¿Cuáles son las repercusiones a nivel teológico? «Algunas personas expertas han sido llamadas para participar de procesos de diálogo oficiales. También a nivel regional y sobre todo diocesano, y muchos están comprometidos en primera persona». Un ejemplo, entre otros, son los simposios teológicos instaurados entre los profesores de la Facultad rumano-ortodoxa de Cluj-Napónica (Romania) y los del Instituto Universitario Sophia de Loppiano (Italia), donde ha sido instaurada, el 14 de diciembre pasado, una cátedra ecuménica dedicada al Patriarca Athenágoras y a Chiara Lubich. «Silenciosa, pero tenazmente, Dio está trazando un camino irreversible para alcanzar su designio sobre la humanidad, la fraternidad universal». La reflexión de Morán  concluyó con las palabras de la “Declaración de Ottmaring” con las que el Movimiento de los Focolares inauguró las celebraciones por el quinto centenario de la Reforma: «Con todas nuestras fuerzas queremos sostener a las Iglesias en su compromiso de llegar a la plena y visible comunión. Haremos todo lo posible para que nuestras actividades e iniciativas se caractericen por esta actitud de apertura y fraternidad entre los cristianos». Lee el texto integral

Semana por la unidad de los cristianos

Semana por la unidad de los cristianos

Desde hace 110 años, del 18 al 25 de enero se celebra la Semana de oración por la unidad de los cristianos, una iniciativa ecuménica instituida en 1908 por el Rev. Paul Wattson en Graymoor (Nueva York), entre la fiesta de San Pedro y la de la conversión de San Pablo. En el hemisferio sur, en cambio, se celebra en los días de Pentecostés. La iniciativa tuvo una primicia aproximadamente en 1740, en Escocia: un predicador evangélico-pentecostal invitó a un día de oración por la unidad. La misma invitación fue dirigida desde la primera asamblea de obispos anglicanos en Lambeth (1867) y por el Patriarca ecuménico de Constantinopla, Joaquín III (1902). En 1894 también el Papa León XIII promovió un “Octavario de oración por la unidad”. La Iglesia Católica, con el Concilio Vaticano II, subrayó que la oración es el alma del Movimiento ecuménico. En 1966 el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias establecieron que prepararían conjuntamente los textos oficiales para la Semana de oración, un trabajo que, desde hace treinta años, se confía todas las veces a un grupo ecuménico local distinto. Para el 2018 fueron elegidas las Iglesias del Caribe, y un grupo ecuménico compuesto por católicos, bautistas, anglicanos, metodistas, presbiterianos y de Iglesias unidas, para editar el subsidio. El Movimiento de los Focolares está comprometido en promover la Semana, según la oración de Jesús “Que todos sean una sola cosa” (Jn. 17, 21).

Una familia más grande

«Distintas circunstancias nos indicaban que ya no podíamos quedarnos más en nuestro país, Venezuela. Armando fue despedido de su trabajo y una carta que llegó de Perú nos abría una esperanza. Parecía que Dios nos llamara allí». Con estas palabras comienza el relato de Ofelia y Armando, obligados a dejar en su patria a los hijos mayores de edad, Daniel y Felix, para encontrar una casa, trabajo y un futuro para todos en otro país. «Sin un peso en el bolsillo comenzamos a prepararnos. Nos llegó también una cantidad para enfrentar los gastos del viaje. Dejar el propio país es algo traumático. Nuestra hija había salido para Perú en octubre, y en la frontera le quitaron la computadora y la plata. Con estas premisas nos fuimos hacia la frontera». Armando y Ofelia dejaron todo, pero llevan con ellos una foto de Domenico Mangano: persona de gran fe, comprometido con la comunidad de los Focolares, del centro de Italia y político luchador, que murió en 2001 y de quien, recientemente se abrió la causa de beatificación. «Le pedimos a él que se ocupara de nuestro viaje». «Atravesaron la frontera, increíblemente, no hubo ninguna dificultad. Pasamos casi como si fuéramos invisibles, y una mujer joven, como un ángel, nos indicó lo que teníamos que hacer. Después de un único control de nuestro equipaje, pasamos, sin tener que hacer la cola de personas que se había acumulado los días anteriores. Casi no podíamos creerlo. Pensamos que era por la ayuda de Domenico, y nos confiamos nuevamente a él. Por un contratiempo llegamos a Quito y pasamos la noche en el Focolar femenino. Algunas personas de la comunidad del lugar nos llevaron a cenar y al día siguiente a pasear. Después de siete días de viaje logramos finalmente llegar a Lima». En Lima, Ofelia y Armando fueron alojados en la casa de Elba y Mario, recibieron ropa, una bolsa de comida y plata. «Visitamos ambos Focolares, fuimos al Centro Fiore para ayudar a preparar el almuerzo de Navidad que los miembros de la comunidad de Lima ofrecen a las chicas que fueron salvadas de la esclavitud blanca, que están viviendo en la casa de unas religiosas. Estaban felices. Encontramos también a Silvano y a Nilde que antes que nosotros habían dejado Venezuela. Fuimos recibidos por todos con mucho amor, nos sentimos como en una verdadera familia». «El día de Navidad una familia nos invitó a su casa, y después del almuerzo dimos un paseo. Ahora le pedimos a Dios que nos ayude a encontrar una casa y un trabajo. Vivimos muchas cosas y sabemos que Domenico y Chiara Lubich siguen ayudándonos desde allá arriba. Una noche, mientras dormíamos – continúa Ofelia- una joven con los pies descalzos y con una niña pequeña en sus brazos tocó a nuestra puerta. No era nuestra casa, pero decidimos igualmente abrirle, porque era el mismo Jesús en ella que nos interpelaba. Era la vecina del piso de arriba. Su marido estaba ebrio y la maltrataba. Nos dijo que antes de ese momento nunca se había animado a tocar en otra puerta del edificio, pero que se había fijado en nosotros, algún día antes, mientras bajábamos la escalera, y en su corazón había pensado que podría confiar. Ahora estaba allí, delante de nosotros. Armando fue a hablar con el marido, mientras que yo trataba de consolar a la joven mujer. Después de un tiempo ella pudo volver a su apartamento y ahora Armando y ese hombre están en constante contacto. Estamos felices de haber amado a Jesús en esa familia. En cuanto a nosotros, Dios nos guiará para comprender qué quiere. Pero tenemos una renovada esperanza: Estamos seguros de que el corte con nuestra familia, con nuestro país y los amigos dará sus frutos». Gustavo Clariá