«Una experiencia de Iglesia viva, en camino, en diálogo, en salida», Paola Pepe y Jonathan Michelon (responsables de las Escuelas Gen internacionales de Loppiano) sintetizan así, en pocas palabras, los días del Seminario internacional sobre la situación juvenil. El cual forma parte de un camino de preparación, ideado por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, en vista de la XV Asamblea General Ordinaria sobre el tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. «Hicimos una experiencia de profunda comunión, de “training sinodal” en contacto con varias realidades eclesiales. Ya desde el verano nos habíamos preparado, junto con otros jóvenes de los Focolares de varios países, para enviar nuestra contribución a la Secretaría General del Sínodo», escriben junto con Leandro (Argentina), Marina (Brasil) y Nelson (El Salvador).El programa del Seminario era rico de contenido, con intervenciones de alto nivel por parte de formadores, economistas, expertos en comunicación, sociólogos, consejeros, apasionados del mundo juvenil. Eran veintiuno los jóvenes presentes sobre 82 participantes de los 5 continentes, que dieron su preciosa contribución a los trabajos de reflexión con propuestas de método y de contenido acerca de la próxima cita sinodal. Significativo el hecho de que la Secretaría organizativa acogió prontamente algunas de sus sugerencias con respecto a la metodología de desarrollo del programa, incrementando las ocasiones de compartir en plenaria. «Las meditaciones bíblicas que abrían las jornadas, nos interpelaban profundamente. De manera especial nos impactó, en una de ellas, el fragmento que evidenciaba que para mostrar la vida de Jesús a los jóvenes es necesario haber hecho la experiencia de Él. ¡Cuán importante es el testimonio de vida!». Las distintas temáticas sobre los jóvenes en relación a identidad, programación, alteridad, tecnología, trascendencia, dejaron entrever escenarios realistas no faltos de desafíos, pero siempre abiertos a la esperanza. Se habló de la importancia pastoral de algunas iniciativas en las que los jóvenes son protagonistas cuando están acompañados por adultos dispuestos a vivir juntos la búsqueda del sentido de la vida. «Ahora queremos elaborar las experiencias que vivimos, considerando su valor formativo y evangelizador, para ofrecerlas a la Iglesia». «El seminario fue una gran oportunidad de apertura de la Iglesia y de cuanto está haciendo por los jóvenes; y para nosotros la posibilidad de trabajar con la Iglesia, para cambiar las realidades del mundo. La Iglesia quiere escucharnos, saber qué pensamos, qué podemos hacer concretamente y desea afrontar con nosotros también las dificultades. No encontramos respuestas, pero avanzamos juntos”, explica Marina. Las conclusiones ponen de relieve que es necesario construir el cambio y llegar a ser jóvenes y adultos generadores de vida a través de la escucha recíproca. «Surgieron propuestas concretas que serán presentadas a los padres sinodales. Entre ellas, la de un equipo de jóvenes que colabore con la Secretaría General del Sínodo para preparar momentos de intercambio y diálogo durante los trabajos sinodales entre obispos y jóvenes e involucrar de forma estable algunos de ellos en los organismos de la Santa Sede; una Iglesia reconocida por todos como “casa-comunión-familia”. De las jornadas romanas nos llevamos muchas perlas, como la que se encuentra en el documento preparatorio en el que se habla de los jóvenes: “la posibilidad de que se dé un florecimiento depende de la calidad de nuestros cuidados, no por el deseo de cambiar al otro, sino para crecer juntos”». «El Sínodo de los jóvenes –concluye el Card. Baldisseri, Secretario General del próximo Sínodo– puede representar un paso de esa renovación misionera de la Iglesia, que como dice la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, constituye el desafío de este tiempo. Tenemos que dirigirnos a los jóvenes no sólo para que nos ayuden a comprender cómo anunciar el Evangelio, sino también para entender qué es lo que Jesús le pide a Su Iglesia, qué se espera de ella, qué es lo que hay que cortar y cocer nuevamente en esta misión». Otro paso será sin duda el Genfest 2018 que se llevará a cabo en Manila (Filipinas) y, además, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en enero de 2019 en Panamá.
“Juntos por la Paz: respeto, seguridad y dignidad para todos”, el tema del Día internacional por la Paz, instituída por las Naciones Unidas el 21 de septiembre de cada año, para promover el respeto, la dignidad y la seguridad de todos aquellos que están obligados a abandonar sus casas en busca de una vida mejor. Declarada en el 1981 como un día de paz y de no violencia, la celebración recuerda a todos los estados miembros, organizaciones del sistema de las Naciones Unidas, organizaciones regionales y no governativas y a personas de buena voluntad a promover iniciativas educativas, de formación y sensibilización de la opinión pública sobre los temas referidos a la paz, a la defensa de la diversidad, a la aceptación de los refugiados y emigrantes, y contra toda forma de discriminación.
A sólo dos semanas del sismo del 8 de septiembre, ayer el País azteca ha sido golpeado nuevamente por un terremoto de magnitud 7.1 (escala Richter). Por el momento se cuentan 217 víctimas (117 en la capital), un balance lamentablemente destinado a aumentar. Ventiséis niños y 4 adultos han fallecido a causa del derrumbre de una escuela en el area sureste de Ciudad de México. Se ha logrado salvar a 11 niños y aún queda una trentina de menores y 4 adultos para rescatar. Ha habido derrumbres de edificios y almenos 4 millones de personas han quedado sin electricidad. 72 las víctimas registradas en el Estado de Morelos y 43 en Puebla, donde se encuentra la ciudadela de los Focolares “El Diamante”. «Estábamos comiendo cuando sentimos el fuerte sismo – escriben –. Por el momento los miembros de nuestra comunidad de Puebla no han sufrido daños y estamos todos bien». La solidaridad se ha hecho sentir de inmediato sea de parte de Países de la región que de todo el mundo. «En este momento de dolor pido manifestar la solidaridad a toda la población mexicana», el llamado del Papa Francisco, hoy, en la Audiencia General.
En el verano de 1949, Giordani fue a visitar aChiara que estaba descansando en el valle de Primiero, en Tonadico, en las montañas de la zona de Trento. Junto con la comunidad vivían intensamente el pasaje del Evangelio sobre el abandono de Jesús. El 12 de julio Chiara escribió: “¡Jesús abandonado! Lo importante es que cuando pasa, estemos atentos a escuchar lo que nos quiere decir, porque siempre tiene cosas nuevas para decirnos. Jesús abandonado nos quiere perfectos: Jesús es el único maestro y él se sirve de todas las circunstancias para plasmarnos, para limar los ángulos de nuestro carácter, para santificarnos. Lo único que tenemos que hacer es interpretar todas las voces de las circunstancias como su voz. Todo lo que sucede a mi alrededor, sucede para mí, todo es una expresión coral del amor de Dios hacia mí”. Al final de aquel verano, descendieron desde Primiero a la ciudad. En una hoja timbrada de la Cámara de Diputados que Giordani le dejó, Chiara escribió sin interrupción aquella obra maestra que inicia con un verso ya célebre: “Tengo un sólo esposo en la tierra, Jesús abandonado… “. El descenso de aquel “pequeño Tabor” indica que Jesús Abandonato es el camino hacia la unidad: “Iré por el mundo buscándolo en cada instante de mi vida”, estaba escrito en aquella hoja. Jesús Abandonado es, entonces, el “secreto” de la unidad. Chiara escribirá en el 2000: “Desde el principio comprendimos que todo tiene otra cara, que el árbol tiene sus raíces. El Evangelio te cubre de amor, pero lo exige todo. ‘Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere – leemos en San Juan – queda solo; pero si muere, da mucho fruto’ (Jn 12,24). Y la personificación de esto es Jesús crucificado, cuyo fruto fue la redención de la humanidad. ¡Jesús crucificado! En un episodio de aquellos primeros meses del 1944 tuvimos una nueva comprensión de él. En una circunstancia supimos que el dolor más grande que Jesús había sufrido, y por lo tanto, su mayor acto de amor, fue cuando en la cruz experimentó el abandono del Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Nos dejó profundamente impresionadas. Y la juventud, el entusiasmo, pero sobre todo la gracia de Dios, nos impulsaron a elegirlo precisamente a Él en su abandono, como camino para realizar nuestro ideal de amor”. “Desde aquel momento, nos pareció descubrir su rostro por todas partes. Él, que experimentó en sí mismo la separación de los hombres de Dios y entre ellos, y había sentido al Padre lejos de él, lo reconocimos no solamente en todos los dolores personales, que no han faltado, y en los de los prójimos, a menudo solos, abandonados, olvidados, sino también en todas las divisiones, los traumas, las rupturas, las indiferencias reciprocas, grandes o pequeñas: en las familias, entre las generaciones, entre pobres y ricos; a veces en la misma Iglesia; y, más tarde, entre las distintas Iglesias; como más adelante entre religiones y entre los que creen y los que tienen otras convicciones”. “Pero todos estos desgarros no nos han asustado; al contrario, por el amor a él abandonado, nos han atraído. Y él mismo nos ha enseñado cómo afrontarlas, como vivirlas, cómo contribuir a superarlas cuando, después del abandono, volvió a poner su espíritu en las manos del Padre: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23,46), con lo que permitió a la humanidad recomponerse en sí misma y con Dios, y le indicó el modo. Por eso él se manifestó como llave de la unidad, remedio para toda desunidad. Él era el que recomponía la unidad entre nosotros cuando se rompía. Él era aquel en el que reconocíamos y amábamos las grandes y trágicas divisiones de la humanidad y de la Iglesia. Él se convirtió en nuestro único Esposo. Y nuestra convivencia con un Esposo así ha sido tan rica y fecunda que me ha llevado a escribir un libro, como una carta de amor, como un canto, un himno de alegría y de gratitud a Él”.
El imprevisto Esperábamos nuestro primer niño. Enseguida después de saberlo, un imprevisto: me encontraron un pequeño nódulo en el seno. Los exámenes pusieron en evidencia de que se trataba de un cáncer. Para mí y para mi esposo, que es médico, fue un golpe duro. Tres días después de la cita con el especialista fui operada. Según su parecer tener el niño constituía un factor agravante: era necesario proceder a un aborto terapéutico para empezar la quimioterapia. No queríamos resignarnos. Confiando en Dios consultamos a otros médicos, buscando soluciones alternativas. Al final decidimos hacer una cesárea en el séptimo mes de embarazo, cuando el niño estuviera en grado de sobrevivir. Sólo después empezaría la quimio y la radioterapia. Desde entonces han pasado 8 años y estoy esperando un tercer hijo. M.D. – FranciaEl desconocido Un día iba en el automóvil cuando un hombre me pidió que lo llevara. Era mediodía. Le pregunté dónde iba a almorzar, y respondió: «No tengo ni una moneda en la bolsa y no sé cómo voy a hacer para comer». Sentía sospechas y desconfianza. Pero alejé esos pensamientos diciendo a Jesús: «No me importa quién es, lo que le hago a él te lo hago a ti». Busqué en el bolsillo y le di lo que tenía, agregando, para no humillarlo: «Me lo devuelves cuando puedas». Algunos días después un cliente me trajo un sobre con la suma exacta de lo que le había dado al desconocido. Me pareció ver en este hecho la confirmación de que el Evangelio es verdadero. A.G. – ItaliaFiesta en familia A distintas familias amigas se nos ocurrió organizar una gran fiesta para las personas de Senegal presentes en nuestra ciudad. Todos nosotros sentimos el compromiso de hacerles experimentar a estos jóvenes migrantes el calor de una familia. Uno de ellos a un cierto punto señaló: «Todo ha ido más allá de nuestras expectativas. Ninguno de ustedes nos ha hecho sentir diferentes por eso nos sentimos en casa. Tenemos el mismo Dios que nos hace hermanos». La fiesta terminó pero la amistad no. G.L.- Italia Tenemos un Padre Nos volvimos a encontrar por casualidad después de muchos años. No la veía desde que estaba en el colegio. Debido a varios acontecimientos tristes, ella, licenciada en Matemática, se encontraba en mi ciudad sin dinero, viviendo en la calle. La escuché, estaba desesperada. En ese momento no tenía nada para darle, pero le prometí que la iba a ayudar, tenía que estar segura, porque – le dije- «Tenemos un Padre en el Cielo». Nos dimos cita al día siguiente y mientras tanto, con la ayuda de otras personas, encontré un lugar donde podía estar temporalmente y recogimos una pequeña suma: al menos podría vivir, comer y asearse. Dos días después regresó y me devolvió el dinero, me explicó que le habían ofrecido un trabajo donde tenía también comida y alojamiento. Y agregó: «Debo darte las gracias, más que por el dinero, porque ese día me devolviste lo que más necesitaba: la esperanza y la certeza de que tengo un Padre que me cuida». Franca – Italia