Oct 19, 2021 | Sin categorizar
Es como firmar un cheque en blanco, dar un salto en el vacío. A menudo confiar en Dios parece un desafío demasiado grande y exige un impulso, una valentía a la que no siempre estamos dispuestos. Reconocer nuestra pequeñez, pedir ayuda y permitir que alguien se haga cargo de nosotros con ternura es el camino para reconocer ese Amor providencial del Padre que no nos abandona nunca y, con gratitud, volver a ponerlo en circulación en el mundo. Compartir El terremoto había semidestruido nuestra casa. Mis hijos y yo estábamos durmiendo a la intemperie y casi no teníamos nada para comer. Un día en el que realmente no sabía qué llevar a la mesa, confiando en Dios que es Padre, puse a calentar una olla con agua. Estaba por hervir cuando llegó una persona con una bolsa llena de verduras y fruta. Enseguida me puse a hacer una sopa, cuando nuevamente tocaron a la puerta, ¡era un amigo que había venido a traer carne y un poco de arroz! al regresar de la escuela, los chicos se quedaron sorprendidos en la mesa: “¿Qué pasó mamá? ¿No habías dicho que hoy no había nada para comer?”. Les conté a ellos, que no quieren saber nada de Dios, que mis oraciones habían sido escuchadas. Pero después de la comida le pedí a Jesús que me mandara una persona necesitada con la cual compartir la comida que había recibido. Al día siguiente llegó un joven que me pidió un poco de pan. Lo acogí con amor y si bien él no quería abusar de nuestra hospitalidad, viendo que éramos pobres, lo hice entrar y le serví el almuerzo. (Lusby – Colombia) Amor que circula Delante de la universidad me encontré con un anciano sucio y vestido con harapos, casi ciego y con heridas debido a sus frecuentes caídas. Era una auténtica imagen de Cristo en la cruz, lo ayudé a levantarse y le propuse si se quería bañar. Entrando en la universidad, me animé a pedirle al rector, que es musulmán, el permiso para usar su baño personal, que es el único que tiene una tina, para que ese pobre se pudiera bañar con mi ayuda. Sorprendido por la insólita solicitud, no sólo nos permitió entrar, sino que él mismo nos procuró el jabón. Después acompañé al viejito a su casa, le compré comida y limpié su cuarto, que estaba inhabitable por la suciedad. Al día siguiente, fui convocado por el rector, que quería conocer el motivo de ese gesto. Entonces le pude decir que la elección de amar al prójimo unía a millones de personas de todas las religiones. Interesado en conocer más, me ofreció una suma de dinero para las necesidades del anciano. También mis amigos que presenciaron la escena de la llegada recogieron dinero para comprarle al anciano ropa nueva. (Bassam – Irak) Tres vacas Desde hacía un poco de tiempo ayudaba a un chico pobre que había conocido durante nuestra misión en el campo de refugiados de Karuma, en el noroeste del país, pagándole la matrícula de la escuela. Lamentablemente a un cierto punto, como ya no tenía dinero para seguir apoyándolo tuve que explicarle mi dificultad. Cuando más tarde este chico me volvió a pedir ayuda, nuevamente sufrí por no poder ayudarlo. Entonces decidí vender una vaca que tenía en la casa de mis padres, para permitirle que siguiera estudiando. Naturalmente él estaba muy feliz de poder retomar sus clases. En la nueva parroquia donde vivo hace casi un año, un día una representación de mis parroquianos vinieron a hacerme una visita de solidaridad, porque sabían que mi papá estaba enfermo. Entre los regalos que me trajeron había tres vacas. No lo podía creer, volvían a mi mente las palabras del Evangelio: “Una medida buena, apretada y desbordante les será versada en su regazo”. (Padre David – Kenia)
a cargo de Maria Grazia Berretta
(tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VII, n.4, septiembre-octubre 2021)
Oct 18, 2021 | Sin categorizar
«Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman», es la Palabra de vida que tratamos de poner en práctica durante este mes de octubre de 2021. Chiara Lubich, en este pasaje nos ayuda a penetrar más en estas palabras que el apóstol Pablo escribió a los Romanos. Él [Dios] interviene para bien de los que lo aman. (…) O sea, no para bien de cualquiera, sino para los que aman a Dios, que son los que corresponden a su amor. Él no tiene por cada uno de nosotros un amor genérico, sino un amor personal y especial, y hace que todo sirva para el bien –es decir, para la salvación, para la verdadera felicidad, para el progreso espiritual– de los que lo aman. Todas las cosas. Entonces no se trata solamente de su Palabra o de los sacramentos o de los ministerios o de los diferentes medios que Él dispuso en la Iglesia para nuestro bien espiritual. Eso sería evidente. El Apóstol quiere decir algo más: para los que creen en el amor de Dios y lo aman, las más diversas circunstancias que condicionan su existencia no son simples efectos de la casualidad o de las leyes ciegas de la naturaleza o de la voluntad de los hombres, sino que están guiadas por ese amor; son todas ocasiones y medios de los que Dios se sirve para llevar a cabo la obra de su santificación. Él se esconde detrás de todos los acontecimientos de nuestra vida, como detrás de un estado de salud determinado, de un contratiempo, un cambio repentino de planes impuesto por las circunstancias; detrás del estado de vida en el que nos encontramos, o de una prueba moral inesperada o de una dificultad de cualquier tipo que encontramos en el trabajo. Se esconde tras el hecho de que nos hallemos en un lugar determinado o al lado de un prójimo en concreto. Para el que ama a Dios, todo, hasta las faltas de su vida pasada, adquiere un significado positivo, porque en todas estas circunstancias experimenta el amor de Dios, que quiere guiarlo hacia la santidad. (…) Ante todo, no debemos detenernos nunca en el aspecto puramente externo, material y profano de las cosas, sino creer que cualquier hecho es un mensaje con el que Dios nos expresa su amor. Entonces veremos que la vida, que se nos puede mostrar como un tejido del cual no vemos más que nudos e hilos confusamente entrelazados, en realidad es distinta: es el dibujo maravilloso que el amor de Dios va tejiendo sobre la base de nuestra fe. En segundo lugar, debemos abandonarnos con confianza y totalmente a este amor en todo momento, tanto en las pequeñas cosas como en las grandes. Es más, si sabemos encomendarnos al amor de Dios en las circunstancias comunes, Él nos dará la fuerza para confiarnos a Él en los momentos más difíciles, como pueden ser una gran prueba, una enfermedad o el mismo momento de la muerte.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, en Palabras de Vida/1, preparado por Fabio Ciardi, Obras de Chiara Lubich, Ciudad Nueva, 2020, pp. 312-314)
Oct 16, 2021 | Sin categorizar
A pocos días de la clausura del “Tiempo de la Creación”, algunas reflexiones y experiencias sobre el aporte que nosotros, ciudadanos del mundo, pertenecientes a diferentes religiones, podemos ofrecer para la protección de nuestro planeta y de la humanidad, viendo la creación como un punto de encuentro. Como “una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge en sus brazos”. Estas son las palabras con las que el Santo Padre, al describir nuestro planeta, nos introduce en su Exhortación Apostólica Laudato Si’. Un llamamiento, el del Papa, dirigido a “todos los hombres de buena voluntad” y a los creyentes de toda fe: “la mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debe provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y fraternidad”[1]. Nuestra casa está en peligro y la gravedad de la crisis ecológica que estamos viviendo necesita un camino a seguir para el bien común. Profundizar, hasta llegar a la esencia de cada fe, es el camino para descubrir, con asombro, la unidad con la creación. Es la forma de encontrarnos, en la belleza de la diversidad, como hermanos que viven bajo un mismo techo. “El judaísmo enseña que somos compañeros de Dios en la creación”, explica Emily Soloff, director asociado para las relaciones interreligiosas e intergrupales del Comité Judío Estadounidense. “No somos dueños de la creación – continúa – pero tenemos la responsabilidad de proteger y cuidar el mundo. (…) El Shabat es un día de la semana en el que reducimos intencionalmente nuestro consumo de energía al apagar completamente las computadoras, teléfonos y otros dispositivos electrónicos. No conducimos ni hacemos compras en Shabat. Es un día de descanso”. La modernización nos ha alejado, progresivamente, de ver la tierra como una manifestación de lo divino, dejando que el hombre triunfe sobre la naturaleza. Mostafa El-Diwany, médico musulmán del Departamento de Medicina de la Universidad de Montreal-Canadá dice: “En el islam, como en las otras religiones abrahámicas, el eje del ser es la Unidad de Dios; el Creador es la fuente de todo lo que existe (…). Como tal, todo organismo viviente y la materia misma están impregnados de lo Sagrado y, en consecuencia, son sagrados. Esta noción de ninguna manera obstaculiza el estudio objetivo del mundo físico y del hombre en su interior. (…) Dios le dio al hombre la dignidad sobre el resto de su creación confiándole la vicegerencia. Este no es un rol de dominación y explotación, sino un cargo de responsabilidad (…)”. Lo que, por lo tanto, parece ser una crisis ambiental, podría verse como una crisis espiritual, la incapacidad de reconectarse con lo divino y vivir en armonía con la naturaleza. Restaurar el orden con la creación “es la base de los preceptos budistas”, dijo Wasan Jompakdee, miembro cofundador y ex secretario general de la Fundación Dhammanaat para la Conservación y el Desarrollo Rural en Tailandia. Al relatar el trabajo realizado por Phra Ajahn Pongsak Techadhammo, monje fundador, dice: “Hace unos treinta años comenzó a observar la pérdida de árboles y tierras en las montañas del norte de Tailandia. Los embalses de gran altitud que alimentaban los arroyos y ríos de abajo se dañaron, lo que provocó que los ríos se secasen lentamente. (…) Dio un paso radical para revertir la desertificación, movilizando a los habitantes para regenerar sus tierras estériles y restaurar las cuencas hidrográficas. (…) Hoy, las áridas tierras desérticas amarillas que él había protegido reverdecieron con árboles frutales”. Es una lógica de compasión por lo que nos rodea, por ese espacio que se nos ha dado y que debemos compartir. Según el hinduismo, “la naturaleza – dice Meenal Katarnikar, miembro de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Mumbai – pertenece a todos, a los animales, los hombres, los dioses y las plantas y ama a todos por igual”. “En la India – continúa – las rimas de nuestra infancia reflejan nuestra amistad con animales como vacas, gorriones y cuervos. Cada bocado con el que la madre alimenta al niño se asocia con ‘hermano gorrión’ o ‘querido cuervo’, o ‘hermano pavo real’”. Esta fraternidad, que tanto recuerda el “Cántico de las criaturas” de san Francisco de Asís, sólo es posible si nos redescubrimos locamente enamorados de la creación. Un impulso que afecta a todos sin distinción, incluso en el ámbito cristiano, donde hay varias Iglesias. El Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé I en la Cumbre de Halki (Turquía) en 2012 dijo: “Los cristianos estamos llamados a aceptar el mundo como sacramento de comunión, como forma de compartir con Dios y con el prójimo a escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más mínimo detalle del vestido sin costuras de la creación de Dios, incluso en el último granito de polvo de nuestro planeta”[2].
Maria Grazia Berretta
[1] Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato si’, 201. [2] Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartomé I, Discurso Global Responsibility and Ecological Sustainability: Closing Remarks, I Vertice di Halki, Estambul, Turquía, 20 de junio de 2012.
Oct 15, 2021 | Sin categorizar
Sigue adelante el proyecto de los Chicos por la unidad de los Focolares para vencer el hambre en el mundo. El sábado 16 de octubre de 2021 en una transmisión en vivo global a partir de las 14.30 horas (hora italiana) y hasta las 16.00 p.m. cientos de jóvenes se reunirán para dar testimonio de su compromiso.
“Estamos seguras de que a partir de ahora nos comprometeremos con más entusiasmo con este objetivo. Nos sentimos parte de la generación Hambre Cero. Es un gran sueño imaginar que también gracias a nuestro aporte, en unos años ya no habrá hambre en el mundo”. Con estas palabras Elena y Agnese, Chicas por la unidad del Movimiento de los Focolares, se dirigieron a la FAO en junio de 2018. Elena y Agnese, junto con otras 630 chicas de 9 a 14 años de 16 países, se sentaron en la gran sala plenaria (ver video) de la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) en Roma (Italia). El mensaje de invitación de la FAO a los Chicos por la unidad fue muy claro: “Jóvenes, los necesitamos, ayúdenos a vencer el hambre en el mundo”. Son 17 los Objetivos de Desarrollo Sostenible que los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaron el 25 de septiembre de 2015, comprometiéndose a implementarlos en un plazo de quince años (2015-2030). El segundo objetivo es Hambre Cero: vencer el hambre de nuestro planeta. Estas chicas firmaron la carta de compromiso, convirtiéndose en las primeras ciudadanas Hambre Cero. A partir de ese día, comenzó una competición de amor global por los Chicos por la unidad para alcanzar la meta Hambre Cero. En Venezuela, por ejemplo, la situación es abrumadora. Las familias pobres temen al hambre más que a la pandemia de COVID 19. Pero a través de un centro de alimentación, los chicos pueden ayudar a un grupo de familias. Además, desde 2017, gracias a una red de profesionales médicos, psicólogos, nutricionistas y algunos párrocos, se ha tratado de construir relaciones sociales más serenas basadas en la Regla de Oro: “Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti”. En Tailandia, en cambio, los niños distribuyen semillas de hortalizas a amigos y sus familias para plantar verduras orgánicas y ayudarles a ahorrar dinero, ya que sufrimos esta crisis mundial. En Argentina Fran forma parte de un grupo llamado “Corazones solidarios”, jóvenes universitarios que salen a la calle todos los días a ofrecer desayunos a personas sin casa. “Cuando te acercas a ellos – dice – sus rostros cambian, te reciben con los brazos abiertos y te hacen un lugar en sus corazones. Todas las mañanas salimos de casa para ofrecer este servicio, vamos con bolsas llenas y volvemos con los termos vacíos y el corazón feliz”. En Portugal, los jóvenes de Lisboa van a un barrio donde viven muchas familias en dificultad. Se inició una competición de amor para conseguir mantas, conservas, y varias personas se ofrecieron para cocinar pasta y arroz. Pero tan pronto como entregaron la comida, la providencia llegó con más comida para distribuir a otras familias. Estos y otros testimonios se contarán durante la transmisión en directo, para niños, jóvenes y adultos, el sábado 16 de octubre de 2021 a partir de las 14.30 horas (hora italiana) y hasta las 16.00 p.m. La transmisión en vivo será traducida a 12 lenguas, basta acceder a este link. La carta de compromiso #testacuoremani. Para vivir y difundir un nuevo estilo de vida, los Chicos por la unidad han ideado ocho senderos para vivirlos personalmente o en grupo. Luego está la carta de compromiso, que los convierte en ciudadanos activos poniendo en acción la cabeza, el corazón y las manos. Cabeza. Usemos nuestras cabezas para estudiar e informarnos. Cuanto más conozco la realidad en la que viven los pobres, más eficaz será mi compromiso. Corazón. Escuchemos con el corazón el grito de los que sufren: sensibilicémonos a nosotros mismos y a muchos más. No puedo vencer el hambre en el mundo solo, pero puedo involucrar a muchas personas para lograr el objetivo. Manos. Abramos las manos al don de la hospitalidad, hagamos acciones concretas a diario para vencer el hambre. Comprometámonos a evitar cualquier tipo de derroche.
Lorenzo Russo
Oct 14, 2021 | Sin categorizar
Una garantía de amor. La certeza de que todo en la vida tiene un sentido. San Pablo, con esa frase de la carta a los Romanos (Romanos 8,28), nos revela que toda experiencia humana, desde la más bella a la más complicada, forma parte de un designio más grande, un designio de salvación. La clave para aceptar esta propuesta es confiar y fiarse del Padre. El camino hacia la felicidad Tocaba el violín por la calle no para ganar dinero, sino porque me había percatado de que tocando para las fiestas podía hacer felices a las personas. Entonces, ¿por qué no ensanchar el círculo? Un día una señora, que a juzgar por su ropa era dignamente pobre, se quedó escuchándome por largo tiempo, pidiéndome disculpas por no poder ni siquiera colocar una moneda en el estuche del violín. Se alejó con timidez cuando le propuse que tomara el dinero que necesitaba, pero al final acabó aceptándolo. “Compraré pan”, me dijo, y se marchó con lágrimas en los ojos. Al día siguiente toqué en la misma calle, con un cartel bien visible: “Para quien lo necesite”. Muchos tomaron algunas monedas, pero muchos dejaron billetes. Mientras estaba por irme, se me acercó la señora que me había hecho nacer la ida. Le conté lo que había pasado; si lo aceptaba, la suma que se había juntado era para ella. Me contó la desastrosa situación financiera que había reducido la familia a la pobreza. Conocí luego a su esposo enfermo y a una hija desocupada que ahora es mi esposa. Hacer felices a los demás es el camino de la felicidad. (O.A. – Francia) Confiar en Dios Con ocasión de los bautizos de nuestras hijas, como acostumbramos a hacer, organizamos fiestas muy simples, sin derroches, abriendo nuestra casa a amigos y parientes, y dado que siempre recibíamos dinero como regalo, una parte la dedicamos a un proyecto en favor de los niños recién nacidos de un país africano. Recuerdo el bautizo de nuestra tercera hija: en ese período tanto mi esposa como yo estábamos sin trabajo y por lo tanto era difícil decidir si mandar o no el dinero que habíamos recibido (250 euro). Pero, luego, confiamos en Dios y lo mandamos. Después de algunos meses nos hicieron saber que habían rezado para pedir exactamente esa cifra; además ese dinero, que había llegado justo en el momento en que ya no tenían con qué dar de comer a los niños, iban a ser suficientes para tres meses… Nuestra emoción fue muy grande. A nosotros no sólo no nos había faltado nada, sino que a mi esposa, que en ese tiempo necesitaba alguna prenda de vestir, le habían llegado como regalo un abrigo, una chaqueta, dos faldas y dinero por un valor equivalente a tres veces lo que habíamos donado. (D.P.- Italia) Recuerdo de un amigo Una característica de mi amigo Urs era una gran fuerza comunicativa: con su sonrisa y con palabras estimulantes transmitía experiencias personales de su relación con Dios. En el trabajo, en tren, en una habitación de hospital, durante el deporte o de vacaciones… toda ocasión era buena para establecer relaciones no superficiales. Muchos recuerdan su capacidad de ponerse a escuchar, de hacerse prójimo especialmente con el que sufría. En Zurich, animaba un grupo de jóvenes que trabajaban en una iniciativa en favor de los tóxico-dependientes, y gracias a él más de 30 de ellos se recuperaron y varios se acercaron a una vida de fe. En los sufrimientos que padeció en el último período, a raíz de un cáncer, Urs no se dejó vencer: “Todo es amor de Dios, todo, realmente todo”, repetía. Y a pesar de que tenía un futuro tan incierto, se lo veía sereno, confiado. Con otros dos amigos que estaban en las mismas condiciones, se apoyaban y sostenían recíprocamente. Decía: “Le he dado todo a Dios sin condiciones ni peros… y él ha realizado en mí sus promesas: el céntuplo ya en esta tierra. Estoy feliz”. Son palabras que expresan muy bien quién ha sido Urs para nosotros. (F. – Suiza)
Recogido por Maria Grazia Berretta
(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VII, número 4, septiembre-octubre de 2021)
Oct 12, 2021 | Sin categorizar
Un padre finalmente puede permitirse comprar una casa para sus hijos. Pero no tiene los recursos económicos y físicos para restructurarla él mismo. Una comunidad se organiza a su alrededor.
“Muchos vinieron a ayudarme, en tres días pudimos rehacer el techo y reemplazar los de tierra y paja por unos de yeso”. Estas son las palabras entusiastas de Janos Kalman, serbio, de nacionalidad húngara, padre de 3 hijos. Los trabajos en curso en su casa tienen algo extraordinario. Hasta hace poco, vivía en una casa destartalada y sin agua entre baldíos, y su sueño siempre había sido tener su propia casa. Pero, nunca había podido permitírselo. Gracias a la indemnización por un accidente y la generosidad de muchos, finalmente reunió la suma para comprar una propiedad. Sin embargo, había otro problema. Necesitaba una restructuración. “Me hubiera gustado poder arreglarla – dice – pero sabía que solo nunca lo habría logrado”. Janos caminó con muletas durante 10 años debido a un accidente de trabajo. Ahora ha vuelto a caminar, pero todavía no puede doblar la rodilla. Necesitaba ayuda para los trabajos. Así se puso en marcha la comunidad de los Focolares, poniendo en práctica el lema #daretocare (“atreverse a cuidar”), propuesto por Jóvenes por un Mundo Unido. (www.unitedworldproject.org/daretocare2021).
“Decidimos hacer una lista de las personas más necesitadas – explica Cinzia Panero, miembro de los Focolares en Serbia – algunas tenían dificultades económicas, otras estaban enfermas, otras sin casa”. Entre estas últimas, la de Janos, que aún tiene trabajo por hacer, “pero la ayuda que he recibido es un gran regalo para mí”, dice él mismo. Todavía hay un hecho más importante que marca la diferencia en esta historia: la casa de Janos está ubicada en Vojvodina, una región autónoma de Serbia compuesta por varios grupos étnicos (eslovacos, rutenos, rumanos, croatas, con una mayoría de población de habla húngara). Además, algunas personas de la República Checa contribuyeron al trabajo de restructuración, recolectando dinero para los materiales necesarios y enviando a dos personas a Serbia. Todo esto con un detalle: quienes contribuyeron económicamente, por ejemplo, han querido escribir un mensaje personal dirigido a quienes recibirían la suma enviada. Los beneficiados han respondido con gratitud y emoción. Un gesto que ayuda a construir un sentido de familia más allá de la distancia. Un verdadero trabajo en equipo entre diferentes culturas. Entre los voluntarios que ayudaron, hay uno que dijo: “Además de ayudar a alguien que lo necesitaba, sentí que también me estaba ayudando a mí mismo a salir de mi zona de confort”. Puedes ir hacia el otro para construir una casa. Y así, ser casa.
Laura Salerno
Vea el vídeo de la experiencia