Movimiento de los Focolares

Evangelio vivido: la misericordia del Padre

“En la fe, el hombre muestra claramente que no se apoya en sí mismo, sino que se entrega a Quien es más fuerte que él”, escribe Chiara Lubich meditando sobre un pasaje evangélico. Momentos de oscuridad, apatía, recuerdos dolorosos pueden convertirse en una oportunidad para profundizar la relación con Dios, para mostrarle nuestra confianza en Él, incluso en las dificultades. La necesidad de un padre Con mis padres separados desde que tenía tres años, he tenido una vida marcada por la ausencia de un padre. Introvertido y rebelde, me desquitaba con todos. No sabía a quién acudir para hablar de mis cosas, tenía la impresión de que incluso mi madre ya no me entendía. Tenía 15 años cuando mi profesor de religión, sin sermonearme, me puso en contacto con un grupo de chicos comprometidos. Comencé a participar en algunas de sus iniciativas a favor de los niños de los barrios pobres. Estaba tan cómodo con ellos que nunca los dejé. Una experiencia de unos meses en O’Higgins, la ciudadela de los Focolares, me abrió nuevos horizontes, un propósito por el que vivir: contribuir a embellecer el mundo. La propuesta de amar a todos despertó lentamente un pensamiento en mí: “¿Y papá? ¿Qué hará ahora? ¿Me habrá extrañado, después de tantos años de silencio?”. No tuve paz hasta que fui a buscarlo a nuestra antigua casa. Casi no me reconoció. Había envejecido, era un hombre cansado. Nos miramos a los ojos, el pasado quedó a nuestras espaldas. (Luis – Argentina) Me estaba enamorando Cantante y compositora fracasada, caí en una apatía total. En ese período negro negué todo en lo que había creído. A Dios lo consideraba un obstáculo para mí tanto como música que, como mujer, así que me liberé de él viviendo como si no existiera. Esto, hasta la llamada telefónica de Carmine, un actor amigo que necesitaba mi colaboración para una comedia en la que estaba trabajando. Partiendo hacia Bolonia, me convenció de que tomara el tren con él para hablar de ello durante el viaje. Pero lo inundé con toda mi historia: tenía tantas ganas de abrirme y él me escuchó tan bien. Que… me estaba enamorando. Ese año trabajamos juntos. Escribí la música y él se encargó de la dirección. Pero, de repente, Carmine se sintió mal. Con el miedo de perderlo, me encontré cara a cara con ese Dios que pretendía ignorar. Pero ahora ya no lo sentía como un extraño. El amor había ablandado mi corazón y ese dolor lo irrigaba, le daba toda esa fecundidad que solía cantar en mis canciones. (Chiara – Italia) Liberado de una carga Una ofensa recibida hace años, que luego pasó al olvido, volvió a mí cuando conocí a la persona “culpable”. No recordaba tanto a ese hombre, sino a mi marido que no me había defendido. Los sentimientos de dolor y humillación aún estaban vivos bajo las cenizas y no pude reprimirlo. Luego un pensamiento: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. Me parecía que Jesús me decía: “¿Cómo quieres darme todo si todavía estás llena de estos dolorosos recuerdos?”. Palabras fuertes, pero ciertas. Finalmente, Dios con su gracia me ayudó a dar el paso de perdonar. La misericordia del Padre me liberó de esta carga. (Bernadette – Suiza)

Lorenzo Russo

  (Tomado del Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VII, n.4, julio-agosto de 2021)

El arpista paraguayo

El arpista paraguayo

Su música recorría la sala del aeropuerto entre la indiferencia de la gente. Un juego de miradas y sonrisas. Estos son los misterios de las buenas relaciones, capaces de generar reciprocidad. Pequeños gestos que te hacen compartir algo con el otro y sentirte parte de la misma humanidad. Regresaba al Paraguay luego de muchos años pasados en Europa. Me emocioné cuando vislumbré la tierra roja y el verde, tan caractéristicos, mientras el avión descendía para el aterrizaje. El aeropuerto internacional, Silvio Pettirossi, no había cambiado mucho. La primera impresión, al salir del avión, el calor sofocante que me traía recuerdos tan queridos. En vez de asfixiarme me pareció como un caluroso abrazo de tantas personas queridas que encontraría. Mientras esperaba que saliera mi valija en la gran sala que sirve de embarque, desembarque, zona para recoger las maletas, negocios duty free y un bar en el centro, llegaron a mis oídos las maravillosas notas de un arpa paraguaya. Busqué con la mirada el origen de la música; y allí estaba, sentado delante del bar, como abrazado a su enorme instrumento musical, un hombre con un rostro sereno y de fuertes rasgos indígenas: el arpista paraguayo. Su música se esparcía por la sala, llenándola de armonía y de alegres notas de una polca paraguaya. Me llamaron la atención su discreción y la indiferencia de la gente, como si estuviera acostumbrada a la música del arpista; como si fuera parte de la escenografía de la sala, igual que el bar, los negocios o la zona para recoger las maletas. El hombre parecía resignado a tocar notas tan maravillosas, sin que nadie –en apariencia– lo tomara en cuenta. Instintivamente revisé en mis bolsillos y recordé que había apartado 5 dólares para dar la propina al maletero (en general niños) que se ofrecería a cargar con mis maletas hasta el vehículo que vendría a buscarme. Me acerqué discretamente al arpista, lo miré agradecido, y dejé los 5 dólares en la gorra que tenía delante, temiendo herir su sensibilidad, porque su música valía mucho más que eso. Fue un gesto simple, en el cual puse toda la intención de agradecer y reconocer su talento, también en nombre de quien no lo percibía. Pasaron tres semanas inolvidables, llenas de reencuentros con gente tan querida, y me volví a encontrar en la misma sala del aeropuerto, esta vez para tomar el avión que me reportaría de regreso a Montevideo, donde residía. Estaba aún saludando a mis amigos que, desde afuera, seguían levantando las manos, cuando a mis oídos esta vez me sorprendieron las notas de … ¡La cumparsita! El tango más famoso que ganó su popularidad gracias a la inolvidable voz de Carlos Gardel. ¿Qué había sucedido? Estábamos en Paraguay, donde se toca y escucha música paraguaya. ¿De dónde salía ese tango? Lo busqué con la mirada, con un pálpito. Y allí lo volví a encontrar, sentado con su inseparable arpa, que me miraba con una sonrisa cómplice, como diciendo: “¿Te gustó la sorpresa que te di?”. Yo le respondí “que me encantó”, con otra sonrisa cómplice, aunque también lo miraba como preguntándole cómo había hecho para reconocerme entre tanta gente que por allí va y viene y, sobre todo, cómo había adivinado que soy argentino. Son los misterios de las buenas relaciones, capaces de generar reciprocidad. Son pequeños gestos que te hacen compartir con el otro y sentirte parte de una misma humanidad. Desde entonces, cada vez que me ve aparecer en la sala de embarque, desembarque, zona de maletas y de duty free … interrumpe su polca y parte con un tango siempre diferente, dedicado a su amigo argentino.

Gustavo E. Clariá

Existe lo que buscas

En junio de 1944 Chiara Lubich está en Trento sola después de que su familia, tras el bombardeo del 13 de mayo de 1944 que había destruido su casa, se desplazó a las montañas trentinas. Chiara se había quedado en la ciudad para acompañar a las jóvenes que habían seguido su Ideal. Las cartas de aquel periodo fueron el primer vínculo en la comunidad del Movimiento naciente. ¡Hermanita mía en el Inmenso Amor de Dios! ¡Escucha, te lo ruego, la voz de este pequeño corazón! Tú has sido deslumbrada como yo por la luminosidad ardiente de un Ideal que todo lo supera y todo lo resume: ¡por el Infinito Amor de Dios! ¡Oh! hermanita mía: es Él, Él, mi Dios y tu Dios, quien ha establecido entre nosotras un vínculo común más fuerte que la muerte, porque nunca se corrompe; uno como el espíritu; inmenso, infinito, dulcísimo, tenaz, inmortal ¡como el Amor de Dios! ¡Es el Amor el que nos hace hermanas! ¡Es el Amor el que nos ha llamado al Amor! ¡Es el Amor el que ha hablado en lo profundo de nuestros corazones y nos ha dicho: «Mira alrededor: en el mundo todo pasa; cada día tiene su atardecer y enseguida llega cada noche; cada vida tiene su ocaso, y enseguida está aquí también el atardecer de tu vida! Pero no desesperes: ¡sí, sí, todo pasa, porque nada de lo que ves y de lo que amas está destinado a ti eternamente! ¡Todo pasa y deja solo nostalgia y nueva esperanza!». Sin embargo, no desesperes: tu Esperanza constante, que trasciende los límites de la vida, te dice: «Sí, existe lo que buscas; hay en tu corazón un anhelo infinito e inmortal; una Esperanza que no muere; una fe que traspasa las tinieblas de la muerte y es luz para aquellos que creen: ¡no en vano esperas y crees! ¡No en vano!». Tú esperas y crees – para Amar. Ese es tu futuro, tu presente, tu pasado: todo se resume en esta palabra: ¡el Amor! Siempre has amado. ¡La vida es una continua búsqueda de deseos amorosos que nacen en el fondo del corazón! ¡Siempre has amado! ¡Pero has amado demasiado mal! Has amado lo que muere y es vano, y en el corazón ha quedado solo la vanidad. ¡Ama lo que no muere! ¡Ama a Aquel que es el Amor! Ama a Aquel que, al atardecer de tu vida, mirará sólo tu pequeño corazón: en ese momento estarás sola con Él: ¡terriblemente infeliz quien tenga el corazón lleno de vanidad, inmensamente feliz quien tenga el corazón colmado del infinito Amor de Dios!  […]

Chiara Lubich

(Chiara Lubich, Existe lo que buscas, junio de 1944, en El primer amor, cartas de los inicios, Ciudad Nueva, 2011, pp. 53-55)

Evangelio vivido: den y se les dará

Ayudar al prójimo sin pedir nada a cambio, y hacerlo con fe.  Ello nos permite también ser portadores de salvación “tocando” con ternura a quien está en el sufrimiento, en la necesidad, en la oscuridad o está desorientado. “Den…” Mi abuela se había comportado muy generosamente dándome una cifra consistente para mis gastos. Yo ya había hecho mis cálculos sobre cómo emplear ese dinero, cuando un amigo me habla de sus problemas familiares.  Su padre estaba desocupado y se habían reducido a una sola comida al día. Más tarde, después de haberlo dejado, volviendo a casa, vienen a mi mente algunas experiencias que había leído en un libro que cada tanto encuentro por mi casa. Allí están citadas algunas palabras del Evangelio a las que nunca había prestado atención, o mejor dicho que nunca había tomado en serio: “Den y se les dará”.  ¡Qué palabras tan extrañas! –me decía–.  El que las pronunció podía sólo ser un loco… o un Dios. Ese “den” daba vueltas en mi cabeza.  Al día siguiente fui a ver a mi amigo y le dejé todo lo que tenía en la billetera. Él quedó sorprendido y feliz, y yo experimenté una alegría incontenible. Pero no terminó allí. Algunos días después recibí una llamada telefónica de una revista importante: habían aceptado la idea de publicar algunos de mis artículos, y me hablaron de una importante compensación. (Vincenzo – Italia). En el hospital Una paciente muy anciana deliraba y decía cosas absurdas. Por su edad y sus condiciones de salud, con mis colegas nos pusimos de acuerdo para hacerle sentir más nuestra cercanía y una mañana le puse en la mesa de luz un saludo en nombre de todos. Cuando pasé a verla por los controles de rutina, la encontré serena.  Me dijo: “Hijo mío, esta noche sentí la muerte cercana y pensé que llevaría conmigo toda mi maldad”.  Me tomó de la mano, continuó: “Te pido a ti y les pido a todos perdón porque no me han juzgado”.  Parecía otra persona. Esa viejecita nos ayudó a vivir mejor nuestro servicio. (K.V. – Hungría) Proyecto “El fardo” Con la llegada de la pandemia algunos laboratorios estacionales de un gran centro agrícola habían perdido el trabajo. Cuando supimos eso, con algunos amigos del Sur de la California (EE.UU.) hicimos nacer un proyecto al que llamamos “El fardo” que consistía en recoger ropa, libros, juegos de mesa, pequeños electrodomésticos y otras cosas útiles, que una vez que se hubieran repartido entre esas familias afectadas podrían aliviar algunos gastos y el malestar impuesto por las circunstancias.  Esta iniciativa de compartir, vivida con gran entusiasmo, no involucró sólo a nuestra comunidad, sino que comprometió incluso a colegas de trabajo y a otras personas que nos conocen. En tres días conseguimos llenar un furgón con lo que habíamos recogido, que luego fue enviado a las comunidades de la California central.  Como contrapartida recibimos un cajón de cerezas que distribuimos nuevamente entre nuestros amigos y vecinos.  La experiencia hecha nos ha fortalecido y hecho felices. Fue haber visto que se realizaba ese “den y se les dará” del Evangelio. (G.S. – EE.UU.)

Recogido por Lorenzo Russo

  (extraído de El Evangelio del Día, Città Nuova, año VII, número 4, julio-agosto 2021)

Delegación de la Iglesia luterana visita el Centro de los Focolares

Delegación de la Iglesia luterana visita el Centro de los Focolares

El encuentro con la presidente Margaret Karram y el copresidente Jesús Moran fue una oportunidad para el conocimiento mutuo y una comunión profunda en el compromiso común por la unidad. El sábado 26 de junio una delegación de la Iglesia Luterana alemana visitó el Centro Internacional de los Focolares en Rocca di Papa (Italia). Recibidos por la presidente de los Focolares, Margaret Karram y el copresidente, Jesús Morán, los miembros de la delegación también se reunieron con el Centro “Uno” para la Unidad de los cristianos y algunos miembros del Consejo general del Movimiento. En la delegación estaban presentes el obispo Frank-Otfried July, presidente de la sección alemana de la Federación Luterana Mundial (DKN/FLM), los obispos Ralf Meister y Karl-Hinrich Manzke, respectivamente presidente y encargado de las relaciones con la Iglesia Católica de la Unión de las Iglesias Luteranas alemanas (VELKD). Una oportunidad para el conocimiento mutuo y comunión profunda. La escucha mutua les hizo experimentar la hermandad y la unidad en Cristo. El encuentro con la presidente Karram y el copresidente Morán, en particular, fue un momento de intercambio sobre cómo afrontar los desafíos del mundo actual. Del diálogo emergió una sintonía en la “pasión por la unidad en Cristo” que, sin embargo, debe extenderse a toda la humanidad: el amor evangélico nos impulsa a buscar la hermana y el hermano junto a nosotros. El compartir ejemplos concretos de vida evangélica, de reconciliación incluso en lo pequeño, de elección de Dios en la vida cotidiana, ofreció a los participantes esperanza en el camino de la unidad que se intenta seguir también a nivel teológico e institucional. “Cambiar de perspectiva – dijo uno de los obispos – significa hacer más concreto lo que significa seguir al Mesías. Empezando por uno mismo, sin preguntarte ¿qué quiero recibir? Sino más bien, ¿qué quiero dar?, ¿qué puedo dar? Quien vive así está inspirado por el Espíritu y quien es inspirado por el Espíritu es esperanza para el mundo”. La delegación estaba en Roma con motivo de la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la excomunión de Martín Lutero por el papa León X que marcó, cuatro años después del inicio de la Reforma (1517), la ruptura definitiva dentro de la Iglesia occidental. Un aniversario que se celebra hoy, sin embargo, no para ratificar la escisión, sino para resaltar, profundizar y desarrollar los más de “cincuenta años de diálogo ecuménico constante y fructífero entre católicos y luteranos” que, como se lee en el documento redactado con motivo de la Conmemoración conjunta católico-luterana de la Reforma de 2016, “nos ayudaron a superar muchas diferencias y han profundizado la comprensión y la confianza entre nosotros”[1]. El día anterior a su visita a los Focolares, el papa Francisco, reunido con los representantes de la Federación Luterana Mundial en el aniversario de la Confessio Augustana (25 de junio de 1530), dijo entre otras cosas: “Queridos hermanos y hermanas, en el camino del conflicto a la comunión, en el día de la conmemoración de la Confessio Augustana habéis venido a Roma para que crezca la unidad entre nosotros. (…) He dicho ‘en el camino del conflicto a la comunión’, y este camino se recorre solamente en crisis: la crisis nos ayuda a madurar lo que buscamos. Del conflicto que hemos vivido durante siglos y siglos, a la comunión que queremos, y para hacerlo entramos en crisis. Una crisis que es una bendición del Señor”[2]. Durante su estancia en Roma, la delegación de la Iglesia Luterana alemana mantuvo varios encuentros en el Vaticano, como el que tuvo con el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los cristianos, en el que también se abordaron temas candentes de carácter pastoral como, por ejemplo, para los matrimonios mixtos la admisión a la Eucaristía del cónyuge no católico. Entre los encuentros previstos, además del con el Movimiento de los Focolares, también uno con la Comunidad de San Egidio.

Heike Vesper

  [1] Declaración conjunta en ocasión de la Conmemoración conjunta católica-luterana de la Reforma, Lund (Suecia), 31 de octubre de 2016 en https://www.vatican.va/content/francesco/it/events/event.dir.html/content/vaticanevents/it/2016/10/31/dichiarazione-congiunta.html [2] Discurso de papa Francisco a los representantes de la Federación Luterana Mundial, Roma (Italia), 25 de junio de 2021 en https://www.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2021/june/documents/20210625-federazione-luterana.html  

La unidad entre nosotros a toda costa

Chiara Lubich subraya que si queremos ser fieles al carisma de la unidad debemos abrir completamente las puertas del corazón a Jesús Abandonado. Crecer en la unidad en todos los frentes. Unidad: palabra clave para todos nosotros, palabra síntesis de toda nuestra espiritualidad, conditio sine qua non para mantener la vida que ya existe e incrementarla.  […]  No se puede concebir la unidad sin dolor, sin morir, porque la unidad es un don, pero es también fruto de nuestra auténtica vida cristiana y no existe verdadera expresión de vida cristiana sin la cruz. Debemos tenerlo presente siempre. […] Tenemos que recordarnos que la vida la hemos entregado solo a uno: a Jesús Abandonado. Por tanto, no podemos ni debemos sustituirlo, ni traicionarlo nunca. Él nos enseña el inmenso valor del sufrimiento para la unidad: y precisamente, es con su cruz, con su abandono como ha unido a los hombres con Dios y entre sí. Él está, pues, allí para decirnos que la unidad cuesta, aunque con Él y actuando como Él, se alcanza. Por tanto, si queremos ser fieles al carisma de la unidad, que nos dio el Espíritu Santo, abramos de par en par, una vez más, las puertas del corazón a Jesús Abandonado y ofrezcámosle el mejor lugar. […] Para subrayar un aspecto concreto de este amor, amémoslo en las dificultades que conlleva precisamente la unidad entre nosotros […]. Esto significa estar siempre dispuestos a vernos nuevos; quiere decir tener paciencia; soportar; saber pasar por alto; significa manifestar confianza; esperar siempre; creer siempre. Sobre todo, no juzgar. Juzgar a los otros, sobre todo a los responsables, es terrible, es la hendidura a través de la cual entra el demonio de la desunión; con ese juicio cualquier bien del alma se disuelve lentamente, la vocación misma puede tambalearse. Por lo tanto cuidemos este amor por los demás, lleno de matices dolorosos: son el aspecto concreto de nuestro estar dispuestos a morir el uno por el otro; son los pequeños o grandes obstáculos que hay que superar con el amor a Jesús Abandonado para que la unidad siempre sea plena.

Chiara Lubich

(En una conferencia telefónica, Rocca di Papa 25 de octubre de 1990) Cf. Chiara Lubich, Santificarse juntos, Ciudad Nueva, Madrid, 1994 pp. 60-64.