Movimiento de los Focolares

“Hacer familia” para ser familia

La historia de una familia “ampliada” que se abre a un amor que no es automático Acoger en la familia a un niño, un joven o una persona adulta es siempre un desafío. Complejo y para nada automático. Al vivirlo y en sus resultados, que nunca se pueden dar por concluidos. Mirando desde fuera a estas “familias ampliadas” se experimenta un sentimiento que es una mezcla de estima y asombro, parece que la serenidad que experimentan es el fruto de una indescifrable alquimia de amor.  Una visión casi romántica. Difícilmente es posible imaginar lo complejo que es armonizar sensibilidades, culturas y costumbres diferentes, y, concretamente, exigencias, horarios y lenguajes, en una amalgama donde los tantos “yo” se funden en un “nosotros fluido”. Sin artritis o. más bien, con engranajes bien lubricados. Después el sentirse una sola familia es una conquista que no anula el esfuerzo, las dudas, las desilusiones. De hecho, acoger en la familia a Therese -cuentan Serio y Susana, de la comunidad de los Focolares de Vinovo, en Turín (Italia)- no fue fácil. Su relato sincero, para nada azucarado, es por lo mismo auténtico. Lo que los sostuvo en esta decisión fue la voluntad de vivir su ser familia como un don para los demás, y el sentir la presencia espiritual de Jesús como fruto del amor recíproco. La decisión de abrir la puerta, y el corazón, a una joven madre africana, que había llegado a Italia como refugiada, fue tomada de acuerdo con sus hijas, Aurora y Beatrice, de 20 y 17 años. Y fue en la combinación de las necesidades recíprocas donde surgieron las primeras dificultades. “Beatrice ama planificar todo –dice Susanna. En la mañana tiene los minutos contados pero cada tanto Therese se levantaba antes y ocupaba el baño. Esto le creaba un problema, pero poco a poco aprendió a “crear la familia” con ella, sugiriendo con sencillez que se pusieran de acuerdo sobre el uso del baño. Aurora en cambio enseguida decidió compartir su armario con Therese y la ayudó con el estudio”. El desafío, de hecho, radica sobre todo en superar la contraposición, silenciosa y corrosiva, entre el “nosotros” y “el otro”. Y acoger al otro en nuestra dimensión íntima, extender el “nosotros”. En el “hacer familia” se esconde la voluntad necesaria para “ser familia”, de hecho el amor es ante todo una elección. Y para los adultos no deja de ser comprometedora.  “Por el deseo de ser acogedora con Therese, me encontré muchas noches hablando con ella hasta tarde –recuerda Susanna- pero después empecé a sufrir por la situación, no lograba explicarle que en la mañana me tenía que levantar temprano, tenía miedo de herirla. Sergio me ayudó a afrontar la cosa con gentileza y firmeza”. Para Sergio las dificultades nacían cuando en la noche, en lugar de regresar a casa del trabajo tenía que ir a buscar a Therese que estudiaba en un barrio cercano. “Las clases terminaban tarde, Therese no sabía usar los medios de transporte público, y yo tenía que cenar después de las 21”. También aquí, elegir amar quería decir acoger las necesidades de Therese, pero también cuidar el bienestar de la familia. “Tratamos de enseñarle a ser autónoma, como lo hicimos con nuestras hijas, para que la disponibilidad no se convirtiera en un peso demasiado grande para nosotros ni en un obstáculo para su crecimiento. Poco a poco ella aprendió a utilizar los medios públicos”. También descubrieron que el ser familia define la forma como se presentan externamente: “Durante los primeros meses que Therese estaba con nosotros –explica Sergio- había puesto en el perfil de whatsapp una foto en la que estaba con Susanna y las hijas. ¡Therese me dijo que no era una foto de familia porque faltaba ella! Y es esto lo que descubrimos cada día, somos una única familia porque somos hijos del mismo Padre y nos preocupamos los unos de los otros y gozamos con las conquistas de cada uno”. Es ese “nosotros” que por amor se amplía y nos enriquece.

Claudia Di Lorenzi

Más allá del siglo XX. Chiara Lubich en diálogo con nuestro tiempo

Más allá del siglo XX. Chiara Lubich en diálogo con nuestro tiempo

El congreso sobre la figura carismática de Chiara Lubich que supo apuntar al nuevo milenio y al cambio de época que estamos viviendo, proponiendo el ideal de la fraternidad universal. El congreso internacional “Más allá del siglo XX. Chiara Lubich en diálogo con nuestro tiempo ha concluido oficialmente el intenso programa de eventos dedicado al centenario del nacimiento de la fundadora del Movimiento de los Focolares.  Un título programático, para leer en una perspectiva dinámica la figura carismática de una protagonista del siglo XX que supo apuntar al nuevo milenio y al cambio de época que estamos viviendo, proponiendo el ideal de la fraternidad universal, con la certeza de que “la unidad es un signo de los tiempos”. Las dos jornadas de estudio se llevaron a cabo el 18 y 19 de febrero en la Biblioteca Nacional Central de Roma y fueron dedicadas a la figura de la fundadora del movimiento de los Focolares desde múltiples puntos de vista.  La cita fue promovida por el Centro Chiara Lubich de Rocca di Papa (Italia) y por la Biblioteca Nacional Central de Roma, en colaboración con el Instituto Universitario Sophia, New Humanity y la Fundación del Museo Histórico de la Provincia de Trento. Los patrocinios fueron concedidos por la Comuna de Roma y por el Dicasterio vaticano para el Servicio del Desarrollo humano integral. El Presidente de la República italiana Sergio Mattarella confirió al congreso el reconocimiento de la Medalla de Representación, en virtud del particular interés cultural de la iniciativa. El programa se articuló en cuatro secciones: histórica, literaria, socio-política y una última dedicada a algunos personajes del siglo XX, analizando las posibles consonancias y convergencias entre su pensamiento y el Chiara Lubich. Una multiplicidad de perspectivas de lectura, con aportes de estudiosos de varias disciplinas y de distintos enfoques culturales, que permiten una más madura  y profunda reflexión y comprensión de la experiencia histórica y del pensamiento de Chiara Lubich, y un mayor conocimiento de su herencia intelectual, espiritual y existencial. Igualmente fecunda la confrontación con las figuras de otros protagonistas de la época contemporánea – Dietrich Bonhoeffer, Simone Weil, el Mahatma Gandhi, Giorgio La Pira, Martin Luther King, Mijail Gorbachov – con quienes Chiara Lubich no tuvo ocasión de encontrarse directamente, pero con los cuales dialogó a la distancia compartiendo la pasión por el hombre y el futuro de la humanidad, y poniendo en luz ideales e intuiciones con evidentes rasgos comunes. Los trabajos, en los que participaron estudiosos provenientes de todo el mundo, fueron introducidos por la lectio di Miguel Ángel Moratinos (alto representante de las Naciones Unidas) y por el historiador Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio. La clausura del congreso se le encargó a  Piero Coda, teólogo e hijo espiritual de Chiara. Donato Falmi, miembro de la comisión científica del congreso, presentó el evento con estas palabras:  “La biografía de Chiara Lubich, en su dimensión temporal, espiritual e intelectual, está caracterizada de manera marcada por algunas temáticas que pertenecen al corazón del mundo contemporáneo, más allá de toda diferencia étnica, social y religiosa. Pensamos que entre las más relevantes hay que mencionar la constante atención y apertura a la novedad, la capacidad y disposición a habitar el conflicto, la búsqueda de lo que une, la aptitud para medir los eventos con el metro de la unidad de los opuestos. Tales dimensiones profundamente humanas, y que deben ser consideradas estructuras basilares de la nueva época en la que ya hemos entrado, abren esas posibilidades de confrontación, encuentro y diálogo que animan el proyecto”. El congreso, transmitido en directo en la web con traducciones en cuatro idiomas (y ya disponible en  Youtube), ha sido ocasión para la presentación de la primera edición crítica de la obra de Chiara Lubich Meditaciones, a cargo de Maria Caterina Atzori. Un escrito, cuya primera edición fue en 1959, que ha sido traducido en 28 idiomas e impreso en más de un millón de copias, indicando al hombre contemporáneo el camino de la unidad para realizar en la tierra el testamento de Jesús “Que todos sean uno”. Como “corolario” del congreso, el lunes 22 de febrero se llevó a cabo la ceremonia de clausura del concurso nacional italiano “Una ciudad no basta. Chiara Lubich ciudadana del mundo”, dedicado al mundo de la educación, que registró la participación de numerosos institutos de enseñanza secundaria.

Maurizio Gentilini

  Foto di Thomas Klann

Paraguay: Generar comunión entre ricos y pobres para promover una cultura de fraternidad

La experiencia del Centro Mariápolis en Paraguay durante la pandemia, ayudando a los más necesitados de su barrio. El centro Mariápolis “madre de la humanidad” se encuentra en Paraguay a sólo 20 km de la capital Asunción, en un barrio donde viven unas 200 familias con buenas condiciones económicas. Tres focolarinas viven permanentemente en el Centro Mariápolis junto a tres casadas. Apenas comenzó la cuarentena por Covid 19, “no queríamos estar encerradas dentro del centro Mariápolis – dicen –, así que empezamos a mirar las necesidades de las familias de nuestra zona”. En el barrio se organizaron “ollas solidarias”, es decir, todos traen lo que tienen y todos juntos hacen una olla grande para compartir con todas las familias. Por lo tanto, esta podía ser una buena oportunidad para poner a disposición la cocina grande del Centro Mariápolis. “Hemos escrito cartas para involucrar a todos los clientes y proveedores del centro del Mariápolis. De inmediato llegó mucha ayuda, así que cocinamos una buena salsa boloñesa con pasta y arroz, distribuida a unas 4000 personas del barrio. Esto nos hizo descubrir muchas carencias: niños que no tenían casa, o tenían problemas de salud, o incluso casas sin baño o sin ventanas. Así hemos comenzado a atender sus necesidades”. Al mismo tiempo, se creó un grupo de WhatsApp en el barrio para compartir experiencias de ayuda a los pobres y solicitudes de todo tipo. “En poco tiempo los vecinos nos ayudaron trayendo leche, aceite, ropa, celulares para que los niños pudieran seguir sus lecciones en la escuela, refrigerador, materiales de construcción, así pudimos construir 5 baños para familias que no tenían”. La pandemia continuó y con ella también los problemas de gestión y gastos del Centro Mariápolis. “Nuestro punto fuerte era tener una cocina bien organizada, así que empezamos a ofrecer un menú para la venta. Los principales pedidos vinieron de nuestros vecinos: este nuevo trabajo nos dio la oportunidad de conocer mejor a algunos de ellos. Un día, por ejemplo, un vecino nos pidió ayuda para confesarse: hacía 32 años que no se acercaba al sacramento de la reconciliación. Otro vecino, un ciclista profesional, quiso organizar una maratón en las tres principales ciudades de Paraguay y con lo recaudado hemos ayudado a dos etnias de los pueblos originarios a llevar luz y agua potable a sus hogares”. La Providencia nunca faltó. “Un miembro de la comunidad de los Focolares donó una suma de dinero para cubrir 4 meses de sueldos, luego llegó una freidora industrial, mucha verdura, fruta y muchas cosas y lo que más nos sorprendió es que también llegó un coche para distribuir la comida. Pero el regalo, el mayor regalo que nos dio la pandemia a nosotras, focolarinas, fue la posibilidad de estar cerca de nuestros pobres y vivir plenamente nuestro carisma de la Unidad. Estamos aquí en esta brecha, donde podemos generar comunión entre ricos y pobres y llevar esta cultura de la fraternidad”.

 Lorenzo Russo

Un órgano de unidad y servicio

La Presidente de los Focolares atribuyó sus tareas a los nuevos consejeros generales del Movimiento y reiteró que forman un órgano de gobierno caracterizado por un profundo espíritu de servicio fraterno que nace del amor recíproco evangélico. Con la elección de Noreen Lockhart (Gran Bretaña) y Flavio Roveré (Brasil) como responsables de las secciones de las focolarinas y de los focolarinos, que tuvo lugar en sus respectivas Asambleas pasado jueves 11 de febrero, se ha completado también uno de los órganos centrales de gobierno del Movimiento de los Focolares, llamado “Centro de la Obra”. Forman parte del mismo, además de la presidente y el copresidente, los 22 consejeros, las consejeras generales y los dos responsables de las secciones. Los consejeros provienen de 17 países y 4 continentes, tienen entre 52 y 70 años y representan la multiculturalidad que distingue a los Focolares. Muchos de ellos han vivido en diversos contextos geográficos, además de aquel de origen, un dato importante para conocer en profundidad las características, necesidades y desafíos de los países en los que viven quienes se reconocen en el mensaje de unidad de los Focolares. Por su composición, el “Centro de la Obra”, de hecho, debería en cierto modo resumir a todo el Movimiento y manifestar su unidad. Según los Estatutos Generales de los Focolares, es tarea de este órgano, “asegurar e incrementar la unidad en todo el Movimiento, orientándolo a la realización de sus fines y ocupándose de la coordinación entre sus diferentes partes”. En su segunda sesión, la presidente Margaret Karram ha atribuido hoy, martes 2 de marzo, a los consejeros electos las tareas que deberán atender para seguir la vida del Movimiento en sus diferentes aspectos y en las distintas áreas geográficas. En esta ocasión reafirmó su deseo de que el “Centro de la Obra”, como todo órgano de gobierno del Movimiento, se caracterice por un profundo espíritu de servicio fraterno que nace del amor recíproco evangélico.

Oficina Comunicación

Consejeras Cuneo, Chiara (Italia)                                  Espiritualidad y vida de oración Escandell, Silvia (Argentina)                       Delegada central Gómez, Margarita (España)                        Naturaleza y vida física Kempt, Donna Lynn (EE.UU.)                       Europa Kobayashi, Renata (Japón)                          Unidad y medios de comunicación Koller, Friederike (Alemania)                      Testimonio e irradiación, África y Medio Oriente Lockhart, Noreen (Gran Bretaña)               Responsable de la sección de las focolarinas Moussallem, Rita (Líbano)                          Asia y Oceanía Ngabo, Bernadette (RDC Congo)                América del Norte, Central y del Sur Sanze, Geneviève (Rep. Centroafricana)    Comunión de los bienes, economía y trabajo Simon, Renata (Alemania)                          Sabiduría y estudio Zanolini, Clara (Italia)                                 Armonía y ambiente Consejeros Asprer, Ray (Filipinas)                                 Delegado central Bartol, Ángel (España)                                América del Norte, Central y del Sur Battiston, Ruperto (Italia)                           Comunión de los bienes, economía y trabajo Brüschke, Klaus (Brasil)                               Testimonio e irradiación, África y Medio Oriente Canzani, Francisco (Uruguay)                     Sabiduría y estudio Dijkema, Enno (Holanda)                            Armonía y ambiente Kenfack, Etienne (Camerún)                       Naturaleza y vida física Roveré, Flavio (Brasil)                                 Responsable de la sección de los focolarinos Salimbeni, Antonio (Italia)                          Asia y Oceanía Schwind, Joachim (Alemania)                     Unidad y medios de comunicación St-Hilaire, Marc (Canadá)                           Espiritualidad y vida de oración Valtr, Vit (República Checa)                        Europa  

Comprender la cruz

Buscar el amor y  huir del dolor: he aquí un mecanismo casi natural de la existencia humana. El cristianismo, en cambio, con el mensaje de la cruz enseña que el amor verdadero y profundo pasa por el dolor. El que comprende bien la cruz – dice Chiara Lubich en el siguiente texto – encuentra en ella una clave para la plenitud de la vida. «Tome su cruz…» (Mt 16,24). Extrañas y singulares palabras. Y también estas como las demás palabras de Jesús, tienen algo de esa luz que el mundo no conoce. Son tan luminosas que los ojos apagados de los hombres, y también de los cristianos lánguidos, quedan deslumbrados y, por tanto, cegados. […] Quizás todo el error radique en esto: que en el mundo no se comprende el amor. Amor es la palabra más hermosa, pero también la más deformada, la más deteriorada […]. Quizá se pueda entender algo a través del amor materno, porque el amor de una madre no es solo caricias y besos: es, sobre todo, sacrificio. De la misma manera, a Jesús el amor lo llevó a la cruz, lo que muchos consideran que fue una locura. Pero solo esa locura ha salvado a la humanidad y ha forjado a los santos. Los santos son, en efecto, personas capaces de comprender la cruz. Personas que, siguiendo a Jesús, el Hombre-Dios, tomaron la cruz de cada día como lo más precioso de la tierra; la esgrimieron a veces como un arma, haciéndose soldados de Dios, la amaron toda su vida y conocieron y experimentaron que la cruz es la llave, la única llave que abre un tesoro, el tesoro; abre, poco a poco las almas a la comunión con Dios. Así, a través del hombre, Dios se asoma de nuevo al mundo y repite –de modo infinitamente inferior, pero semejante– las acciones que Él realizó en un tiempo cuando, hombre entre los hombres, bendecía a quien lo maldecía, perdonaba a quien lo injuriaba, salvaba, curaba, predicaba con palabras de Cielo, saciaba a los hambrientos, fundaba sobre el amor una nueva sociedad y manifestaba la potencia de Aquel que lo había enviado. La cruz es, en resumen, ese instrumento necesario por medio del cual lo divino penetra en lo humano y la persona participa con más plenitud de la vida de Dios, elevándose desde el reino de este mundo al Reino de los Cielos. Pero es preciso «tomar la propia cruz…», (Mt 16,24), despertarse por la mañana esperándola, sabiendo que solo por medio de ella llegan a nosotros esos dones que el mundo no conoce; esa paz, ese gozo, ese conocimiento de las cosas celestiales que la mayoría desconoce. […] La cruz, emblema del cristiano, que el mundo no quiere porque cree que huyendo de ella huye del dolor, y no sabe que ella abre, de par en par, el alma de quien la ha comprendido, al reino de la Luz y del Amor. Ese amor que el mundo busca tanto, pero que no tiene.

Chiara Lubich

Cf. Chiara Lubich, Escritos espirituales, Madrid 1995, pp. 28-30  

México: el descubrimiento de Dios Amor sana a una pareja en crisis

“Hemos aprendido a amarnos sin pedir nada a cambio, como lo hace Dios”  “Poco a poco nos hemos enamorado el uno del alma del otro. Nos encontramos ahora en una plenitud de amor que no habíamos experimentado antes, ni siquiera cuando éramos novios, y ello es posible porque ahora nos amamos en la libertad, sin pedir nada a cambio, como lo hace Dios”. Nacho y Fili son de México, están casados desde hace 30 años y tienen dos hijos. Cuentan que su amor nació, realmente, sólo después de haber hecho el descubrimiento de que Dios es Amor y que amó al hombre hasta dar la vida por él. Al ponerse como medida un amor tan grande entendieron que podrían superar sus respectivas limitaciones y sanar las heridas que habían lastimado su relación. Un descubrimiento que dio sentido al recorrido de cada uno de ellos y los hizo capaces de amarse recíprocamente hasta donarse el uno a la otra. Su historia, hasta un determinado momento, se asemeja a la de muchas parejas. Dos personas que se sienten enamoradas y deciden casarse, llevando “como dote” cada uno un vacío interior que socava los cimientos de todo proyecto.  Un vacío que esperan colmar sumando sus llagas respectivas: es la premisa de un abismo que conducirá a una ulterior disgregación. “Mi padre tenía otra mujer y otros hijos –cuenta Fili– y yo sufría por eso. Entonces, mi deseo era casarme y tener una familia estable”. “Yo también de pequeño sufrí por la ausencia de mi padre y la poca atención de mi madre –continúa Nacho– Fili y yo unimos nuestras soledades, pero queríamos colmar esos vacíos sin haber conocido el verdadero amor. Muy pronto notamos la ausencia de ese amor entre nosotros”. De hecho, los problemas llegaron rápidamente. Por los celos de Fili, Nacho se vio obligado a cambiar a menudo de trabajo y el rencor que ello causaba producía mayor tensión.  Los hijos también se resentían por todo lo que sucedía: “Nuestro amor para con ellos era grande, pero no sabíamos educarlos en el amor, ni hacer que ellos amasen a Dios”. Tras 15 años de matrimonio se separaron: Nacho estaba desilusionado y sentía que la relación se había roto; Fili no conseguía perdonar al esposo. “Parecía que ya nada nos unía – recuerdan– que ya no había amor”. Pero luego, un acontecimiento cambia la dirección de esta historia. Una noche, mirando la televisión,  Nacho queda impactado por una mujer, Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, que habla de amor fraterno. Ve las imágenes de la ciudadela del Movimiento en México, llamada El Diamante. Es cerca de su casa, un domingo van a misa allí y los invitan a la Mariápolis, un encuentro de los Focolares.  No se imaginaban que la invitación a seguir el Evangelio podía ser para ellos revolucionaria: “Perdona hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22) es la frase a la que se los llamaba a vivir en la cotidianeidad. “Nos hablaron de Jesús Abandonado –cuenta Fili– de cómo él perdonó y dio la vida por nosotros. Entendí que frente a eso mis dolores eran pequeños. Dios ya había perdonado a mi esposo, y la voluntad de Dios para mí era que lo perdonase. Lo hice y experimenté que es posible volver a nacer”. “Somos imperfectos y distintos –observa, al final, Nacho– pero he aprendido a tener confianza en ese Dios que hace que todo sea posible”.

Claudia Di Lorenzi