Congreso de Adherentes de 2023

Queridas y queridos todos:

Cuánto habría querido estar con ustedes en Castel Gandolfo, para participar en su tan esperado congreso y saludar personalmente a cada una y a cada uno.

Como saben, estoy en Múnich para un encuentro de «Juntos por Europa», pero deseo de todo corazón unirme a ustedes con este mensaje escrito para expresarles toda mi gratitud, estima y afecto.

Cuánto me habría gustado escuchar sus experiencias, dialogar con ustedes, participar en sus retos, en los proyectos en los que están implicados, gozar juntos de los frutos que comparten en estos días y que testimonian su pasión de dar la vida por los hermanos y hermanas que tienen a su lado en muchas partes del mundo, en aras del Carisma de la unidad.

No veo la hora de conocer algo de lo que están haciendo en estos días.

Quisiera ahora imaginarme sentada entre ustedes, en un salón grande, y, como se hace en familia, contarles con sencillez lo que he vivido en este último período:

En los meses pasados he tenido una serie de importantes citas, en el ámbito del proceso sinodal de la Iglesia católica y en el camino con otros Movimientos eclesiales y Nuevas comunidades. He experimentado la vitalidad de la Iglesia y he tenido la posibilidad de encontrarme personalmente con el Papa Francisco, que nos habló con el corazón abierto, comunicándonos lo que más le importa para la Iglesia y para el mundo. Todo esto ha sido para mí un motivo de gran alegría, pero también me ha suscitado dentro una profunda llamada a vivir con mayor pasión aún por la unidad; a poner en práctica las palabras del Evangelio para ser un testimonio creíble en esta humanidad que sufre y que ha perdido la esperanza.

Hay dos palabras que me acompañan en estos días: hay que saber ¡arriesgar por amor!

 ¿Y quién más que ustedes, adherentes, que llevan en su ADN la libertad de amar, es capaz de arriesgar gratuitamente por los demás?

Tal vez ustedes también estaban conectados cuando, recientemente, nos reunimos, como familia extendida por el mundo, para participar en la Conexión. Una serie de experiencias hermosas, personales y de grupo, testimonios del Evangelio: en los distintos ambientes y en los países martirizados por la guerra y por las catástrofes naturales de las que hemos escuchado o vivido en primera persona.

Y en las palabras de Chiara era fuerte la llamada a no dejarnos distraer, sino dar un solemne viraje para arraigarnos en Dios, en el Único Bien.

¡¡Cuántos dolores viven pueblos enteros!! Cada día las imágenes de quien lo ha perdido todo, por terremotos, naufragios o por la tragedia de la guerra y de la violencia nos afligen profundamente y nos interpelan.

Ya en 1949 Chiara miraba a Jesús en el abandono y leía en su grito un programa de vida, buscándole a Él, su rostro, en cada situación más dolorosa, cuánto más hoy es siempre Él quien nos inspira cómo vivir este tiempo tan complejo.

Con Jesús Abandonado estamos llamados no solo a abrazar nuestros dolores y nuestros límites, pidiendo perdón por nuestros fracasos, sino que nos sentimos interpelados a buscarlo en la humanidad que se le asemeja. Por eso, todo lugar desastrado es nuestro, toda herida de un hermano o una hermana es nuestra, y también es nuestro el dolor de quien nos pide escucha o ayuda.

Más que nunca, el mundo está buscando personas en las que confiar, personas que estén dispuestas a arriesgar por un bien mayor, por una humanidad más fraterna. Esta es una apelación que nos llama a cada uno de nosotros a no echarnos atrás, por el contrario nos impulsa a dar lo mejor de nosotros mismos.

En este sentido, el título de su congreso no podía ser más acertado.

Tejer el cambio”: me parece que en esta expresión se encierra un programa de importancia vital para cada uno de nosotros y para la humanidad entera.

Tejer es un proceso paciente, constante, que, para ser completado, requiere el entrelazado de muchos hilos que, juntos, forman un tejido sólido y duradero. Y el cambio que el mundo necesita urgentemente requiere un tejido de este tipo: una red hecha de personas firmes y flexibles al mismo tiempo, que sepan acoger a todos, abrir la mente y el corazón a la mayor diversidad; que sepan trabajar con todos, incluso con aquellos que piensan de manera diferente a ellos, pero con quienes comparten los valores fundamentales de paz, de justicia y dignidad para todos.

Como saben, provengo de una tierra que sufre y que aún no ha visto el alba de una paz estable, por eso quisiera transmitirles la pasión que llevo en el corazón para que se produzca el “cambio” hacia un mundo donde los pueblos se reconozcan hermanos; practiquen la reciprocidad de la solidaridad y no sean aplastados por la violencia. Pienso en una humanidad que sea “familia”, porque las personas se reconocen hijas e hijos de un único Padre. Es bonito pensar que Chiara señaló a los adherentes como la copa más hermosa del árbol de la Obra, porque se presenta al mundo con las flores y los frutos más variados de la vida del Evangelio.

¡¡¡Les deseo que sean así!!!

Rezo para que este congreso arraigue en todos ustedes una fuerte experiencia de Dios que les dé la alegría de formar parte de una gran familia, como nudos de una red de amor que abraza y consuela al mundo.

Margaret Karram

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"Tejer el cambio"

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