P. Entre los varios aspectos proféticos del pontificado de Juan Pablo II se puede sumar sin duda la nueva página abierta durante la vigilia de Pentecostés ’98, en el primer encuentro histórico con cientos de miles de adherentes a los Movimientos y nuevas comunidades eclesiales. Allí los reconoció públicamente como “significativas expresiones carismáticas de la Iglesia” y reafirmó la “co-esencialidad” entre la dimensión petrina-institucional y la mariana-carismática. �Qué perspectivas se abren para el futuro a partir de esta visión de la Iglesia que tiene el Papa? R. A partir de ese día el Papa encendió en nosotros un sueño: el sueño de la Iglesia del Tercer Milenio: la Iglesia-Comunión. En este período de redescubrimiento de los carismas que no está en contraposición, sino en profunda comunión con el Papa y con los obispos, se me abrió la esperanza de que se pondrá de relieve sobre todo la obra del Espíritu Santo, atrayendo al mundo a Jesús. Desde ese día, precisamente para responder al deseo de comunión entre los Movimientos expresado por el Papa, asumí el compromiso de dar inicio a un camino de comunión entre nosotros, Movimientos y Nuevas Comunidades. Ciertamente no podía imaginar el desarrollo al que hoy asistimos: Pentecostés ’98 se repitió desde entonces en incontables diócesis, en los 5 continentes, con la presencia de los obispos, involucrando a cientos de Movimientos y Comunidades. Teniendo como fruto nueva vitalidad y esperanza. El eco de este camino ha llegado a los Movimientos y Comunidades surgidos en las últimas décadas también en otras Iglesias, como en las Iglesias evangélicas de Alemania. Un fenómeno que antes era para nosotros desconocido. De allí ha nacido, a partir de 1999, una fraternidad tal que ha hecho surgir la idea de hacerlo visible, por ejemplo a través de un gran encuentro, el 8 de mayo del 2004, en Stutgard. Con el mismo, trataremos también nosotros de dar, con nuestros carismas, un aporte a la “Europa del Espíritu”. P. �Cuál es su experiencia directa en su relación con el Papa? R. A lo largo de los años esta relación se ha hecho cada vez más profunda. Es más, un par de veces he vivido una experiencia algo especial. Por ejemplo, después de una audiencia en la que experimenté un momento de gran unidad con el Papa, de hija a Padre, tuve la impresión de que el cielo se abriera y sentí una unión con Dios especial. Lo que la caracterizaba era el hecho de que no advertí intermediarios. El Papa es “mediador” pero cuando el mediador ha contribuido a unirte a Dios desaparece. Me pareció entender que esto depende del hecho de que el Papa ha recibido las llaves para abrirnos el cielo: “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos…” Quizás estas llaves no sólo sirven para borrar los pecados, sino para abrirte a una unión más profunda con Dios. �Será éste el secreto de los cambios radicales de alma y de historia obrados por él en estos 25 años? Él comunica a Dios y Dios hace “nuevas todas las cosas”. Una “Presencia” que se hace cada vez más fuerte, en la medida en la que pasa a través del peso del sufrimiento. P. �Recuerda algún episodio en especial de sus encuentros con el Papa, en estos 25 años? R. Me vienen a la mente muchos momentos que han marcado otras muchas piedras angulares en nuestra historia y no sólo. Como ese día, era el 23 de septiembre de 1985, -es un hecho ya conocido- en el que ya en la puerta, al concluir una audiencia, mirando hacia el futuro, me atreví a preguntarle al Papa: “�Considera posible que el presidente del Movimiento de los Focolares, de esta Obra, que es de María, sea siempre una mujer?”. “Sí, -respondió- �ojalá!”. Y fue de las palabras del Papa que motivaron ese “sí”, que se me abrió, por primera vez, esa nueva conciencia de la Iglesia en sus dos dimensiones: petrina-institucional y mariana-carismática. “�En la Iglesia naciente se encuentran ambas – había afirmado, citando al teólogo Hans Urs von Balthasar – y deben permanecer!”. Y es ésta la gran novedad a la que el Papa, en los años siguientes, se ha referido. Lo que sorprende es que el Santo Padre no ve el “perfil mariano” de la Iglesia sólo como una realidad espiritual o mística, sino también como una realidad histórica y da testimonio con los hechos, abriendo de par en par las puertas a las novedades del Espíritu. P. Cuéntanos otro hecho R. Con los años nacieron, también en los jóvenes, en las familias, en personas de las más variadas categorías sociales, anglicanos, luteranos, ortodoxos y de otras Iglesias, las mismas vocaciones florecidas en la Obra de María entre los católicos. Una novedad que por años ha estado bajo estudio por parte de muchos canonistas. Pero parecía que no se encontraba ninguna salida. A un cierto punto hablé de ello con el Papa. �Se mostró muy abierto! En la segunda audiencia, también esta vez en pie, me dijo con su conocido ingenio: “Entendí. Tengo que decir: �Dejen en paz a la Obra de María que es de María!”. Y la situación se desbloqueó. Recuerdo que en la noche de repente me pasó por la mente un pensamiento: “ Si hay un punto que es todavía un obstáculo en el camino ecuménico, es precisamente el ministerio del Papa. Pero �quién ha ‘acogido’ a estos focolarinos de otras Iglesias? Precisamente el Papa”. Esto quedará en la historia. Además el Papa ha ido más allá: fue por una sugerencia suya que ahora también los obispos de otras Iglesias se encuentran regularmente, todos los años, para alimentar su ministerio con la Espiritualidad de la Unidad que ya comparten muchos obispos católicos, de quienes aprobó su vínculo, no jurídico, sino espiritual con esta Obra de María. (Città Nuova, n.19 – 2003)
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