En el comedor Había un colega que nunca venía al comedor. Por su carácter beligerante casi no tenía amigos. Un día le insistí que vinera y como respuesta me confió el drama que estaba viviendo con su hijo drogadicto. Lo escuché profundamente, después vino conmigo a comer. Los colegas, viendo la cordialidad con la que hablábamos entre nosotros, desde entonces asumieron hacia él una actitud de respeto. O.F. – Eslovaquia Un regalo En la oficina donde trabajo me ofrecí junto con otra colega, a recoger el dinero para comprar un regalo para un empleado que estaba por pensionarse. Cuando había que comprar el regalo, la colega me dijo que bastaba gastar la mitad de la cifra y que el resto nos lo podíamos dividir entre nosotros. Le contesté que no me parecía justo, pero ella replicó que esa era la costumbre. Me quedé en silencio, haciéndole entender que no pensaba de ese modo. Poco después vino a pedirme disculpas, y desde ese día nos hicimos amigas. F.M. – Italia Una rosa y una promesa Desde hace tiempo me ocupo de mantener abierto el oratorio de la parroquia para que los chicos tengan un lugar donde reunirse cuando están libres de la escuela. El compromiso no es poca cosa. A veces entre los chicos se desencadenan peleas y no siempre es fácil devolver la calma. Una vez, por separar a dos que estaban peleando, recibí un golpe destinado a uno de los dos. Por el susto ambos se escaparon. Pero poco después, el que involuntariamente me golpeó regresó con una rosa y la promesa de ser más bueno. F.B. – Suiza Pasantía Mientras yo estaba haciendo la práctica en el hospital me llamó la atención un paciente. Leí su expediente clínico y me entere que, debido a la diabetes, le habían amputado un dedo y medio pie. Lamentablemente la situación se había agravado y los médicos habían decidido amputarle toda la pierna. Asumí la situación y decidí hablarle de la próxima operación. Él se desesperó y yo traté de consolarlo. «Mira – le dije – tengo un regalo para ti, no es algo material». Juntos leímos la Palabra de Vida. Al día siguiente, cuando lo estaban llevando a la sala de operaciones, me vio y me dijo: «Tengo fe. ¡Creamos juntos!». C. – Argentina En voz baja Quería restablecer la relación con mi hermana con quien habíamos tenido una diferencia, pero nunca encontraba el valor y no me decidía. Al día siguiente de una noche de lucha, la encontré en la cocina y le dije “hola”, pero tan bajo que ella no escuchó. Pensé para mí mismo: «Ahora tengo que repetirlo más fuerte», pero también pensé pero no, y «mi amor propio…». Volví a decir “hola” con voz fuerte y convencida. Ella se quedó sorprendida y nos sonreímos. D.B. – Italia
Dejarse sorprender
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