Movimiento de los Focolares

Fe y razón: Dos doctorados al diálogo

Ene 28, 2014

Reconocimientos honoris causa para el Card. Jean-Louis Tauran y para María Voce. La Universidad de Notre Dame reconoce la necesidad de un diálogo interreligioso auténtico.

© University of Notre Dame

Sencillez y profesionalidad se respiran en la elegante, pero sencilla, aula magna de la sede romana de la Universidad estadounidense de Notre-Dame du Lacque, el 27 de enero, acogió la entrega del doctorado en Derecho al cardenal  Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso, y a María Voce, presidente del Movimiento de los Focolares.

Thomas G. Burish, vice-canciller de la prestigiosa universidad, inauguró la ceremonia. Los doctorados honoris causa se otorgan a quienes han dado un aporte que nadie había dado hasta hoy, subrayó el estudioso norteamericano.

El rector de la Universidad, el Rev. John Jenkins, otorga el doctorado honoris causa a María Voce. Foto © University of Notre Dame

El Card. Tauran y María Voce, en sus respectivos ámbitos, proponen algo único al hombre y a la mujer de hoy. La motivación de la entrega de este título a María Voce dice: «Por su extraordinaria capacidad de guiar al Movimiento de los Focolares y como reconocimiento por el increíble testimonio e inspiración que el Movimiento ofrece. Su trabajo por el progreso de la causa de la unidad, a través del diálogo y de la amistad, es un auténtico punto de referencia para sanar las heridas del mundo de hoy tan lleno de fracturas».

La ceremonia, ante la presencia de las distintas autoridades y de todo el Consejo Administrativo de la Notre-Dame University, fue sobria y significativa. «El doctorado que se entrega hoy a estas dos personalidades es el reconocimiento de lo que ya está presente en ellos, por lo tanto, no les suma nada. Es más bien un honor para nosotros hacer este acto», subrayó el prof. Burish.

La intervención de Su Eminencia Jean-Louis Cardenal Tauran. Foto © University of Notre Dame

La intervención del Card. Tauran evidenció el fatigoso camino de Europa que ha que ha llevado a la separación entre la fe y la razón. «El Dios  que se había sido dejado de lado, aparece nuevamente en un mundo donde los hombres siguen planteándose interrogantes sobre la vida y la muerte».

En el análisis de Tauran, el diálogo se convierte en una elección obligatoria. «Es un riesgo –prosigue el cardenal- porque se trata de aceptar el ser cuestionados por otro que cree o piensa en forma distinta». Las palabras clave son, por lo tanto, identidad, alteridad y diálogo: una triada que permite no renunciar a la propia fe, sino decidir caminar juntos hacia la verdad.

En el curso del almuerzo ofrecido por la Universidad, María Voce propuso una reflexión suya, seguida por una oración. «El estudio siempre me ha fascinado», dijo. «Durante el último año de Derecho encontré a Chiara Lubich y su carisma de unidad; enseguida me involucré y esto me llevó a hacer del amor evangélico mi estilo de vida. Se presentaba ante mí una buena carrera, como primera mujer abogada en el foro de Cosenza. Pero repentinamente fui deslumbrada por un fuerte llamado de Dios a seguirlo en la comunidad del focolar. En el arco de una semana dejé todo, sin añorar nunca lo que dejé. Recuerdo que algunos años más tarde, cuando casualmente me llamaron a un tribunal para hacer una declaración, volví a sentir el encanto del mundo que había dejado junto con la alegría de haberle podido dar a Dios una cosa bella».

© University of Notre Dame

Después recordó que uno de sus profesores definía al Derecho como “un sistema de límites”. A partir de esa definición, María Voce propone una reflexión sobre el significado de la Ley. «En la lógica del amor evangélico vivido –explicó-, el límite se convierte en una posibilidad de experimentar el verdadero sentido de la persona que se realiza al dar, al darse, al ser un don. Sólo así se puede conciliar el aspecto de la libertad individual y una síntesis superior que lleva a la comunión, en la cual y por la cual, los sujetos pueden ver tutelada, es más, potenciada, su identidad. La comunión, la unidad –en la que se entrevé el proyecto de Dios sobre la familia humana- no es algo que anula a la persona, sino algo que la realiza. Y esto porque estar en relación es constitutivo del ser humano».

Al final de la oración, María Voce  invocó: «Tú que viniste al mundo gracias al sí de una joven mujer, ayúdanos a ser en todo lo que hagamos –como María- instrumentos de Tu amor por el mundo. En especial en nuestro trabajo juntos, en nuestras universidades, en nuestras comunidades, en todos nuestros proyectos y encuentros, que podamos ser como la Virgen y generar Tu presencia y dar testimonio de la realización de Tu promesa de estar con nosotros allí donde dos o tres se reúnen en Tu nombre».

de Roberto Catalano y Michele Zanzucchi

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