Movimiento de los Focolares

Filipinas: la profecía de la S.O.R.

Mar 15, 2015

La Escuela para las Religiones Orientales, nacida por la inspiración de Chiara Lubich como camino hacia el diálogo interreligioso en el continente asiático, convocó a más de 300 participantes de varias naciones. En el centro, el significado del sufrimiento en el budismo, hinduismo, islam y cristianismo.

SOR 4SOR es el acrónimo de School for Oriental Religions (Escuela para las religiones orientales). «Ha sido una de las ideas propias de la genialidad del carisma de Chiara Lubich» escribe en su blog, Roberto Catalano, corresponsable del Centro para el Diálogo Interreligioso del Movimiento de los Focolares.

En enero de 1982, la fundadora de los Focolares estaba por concluir su primer viaje a Asia, cuando lanzó una idea que parecía un sueño. Se trataba de empezar, en la ciudadela de Filipinas, Tagaytay, punto de referencia para los Focolares en Asia, unos cursos de formación que permitieran a los católicos abrirse al diálogo adecuadamente preparados, con fieles de otras religiones. Chiara Lubich había estado en Japón, donde tuvo la ocasión de hablar de su experiencia cristiana a millares de budistas, miembros de la Rissho Kosei-kai, movimiento de renovación budista japonés fundado por el rev. Nikkyo Niwano, quien la había invitado. El impacto fue fuerte no sólo en los budistas que escuchaban a una mujer católica hablando en el Aula Sagrada ante la gran estatua del Buda, sino para la misma Iglesia. Llegando a Filipinas, nación cristiana de Asia, Chiara Lubich había intuido la necesidad de impulsar el Movimiento de los Focolares, y de manera especial el que estaba presente en ese continente, para que dialogara con budistas, musulmanes e hindúes. Pero también había identificado la necesidad de prepararse adecuadamente para una tarea comprometedora que no debía menoscabar las identidades religiosas de cada uno. Después de comunicar su sueño a algunos dirigentes del Movimiento, una persona ofreció una casa que podía hospedar a profesores y permitir el dictado de pequeños cursos.

Así nació la SOR que, en el transcurso de estas tres décadas, ha organizado fines de semana de formación para cristianos de Asia sobre temas que se refieren a las distintas religiones. Además, con el incremento de las tensiones religiosas y del fundamentalismo, a partir de 2009 se pensó en afrontar temas específicos, transversales: Dios en las tradiciones asiáticas, el mandato del amor, el papel de las Sagradas Escrituras y, este año, el lugar y el significado del sufrimiento.

20150315-01Del 26 de febrero al 1° de marzo, por lo tanto, la Ciudadela Paz (Tagaytay) hospedó aproximadamente a 300 personas procedentes en su mayoría de Filipinas, pero con delegaciones también de Pakistán, India, Myanmar, Tailandia, Vietnam, Hong Kong, Taiwán, Indonesia, Japón y Corea. Eran casi todos católicos, pero quisieron estar presentes también tres budistas miembros activos de los Focolares, procedentes de Japón y Tailandia. El tema: El sentido del sufrimiento en las religiones asiáticas: hinduismo, budismo, islam y cristianismo. La finalidad fue poner de relieve el valor y el significado que las respectivas tradiciones le dan al dolor en general, tanto al físico, como al espiritual y síquico o al producido por desastres naturales.

Los expositores eran expertos en diferentes disciplinas y estuvieron presentes también tres obispos (Roberto Mallari, de S. José Nueva Ecija en Filipinas, Brenan Leahy, de Limerick en Irlanda, y Felix Anthony Machado de Vasai en India) además de un profesor americano experto en budismo (Donald Mitchell de la Purdue University) conectado por skype. La escuela ofreció también la ocasión de compartir experiencias de diálogo en países en los que los cristianos son una pequeña minoría, como India, Tailandia, Japón, Taiwán.

«Vinieron para aprender a dialogar con las otras religiones, pero lo que redescubrieron fue el cristianismo en su dimensión más profunda y, al mismo tiempo, abierto a todos los que encontramos, a cualquier credo pertenezcan» concluye Catalano. Chiara comprendió la necesidad de formar cristianos al diálogo en un continente que vive en un caleidoscopio de credos. Un diálogo que no relativiza ni suprime las diferencias, en el que cada uno debe ser sí mismo y, encontrándose con el otro, redescubrir sus raíces.

 

 

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