Movimiento de los Focolares

La oración: respiro del alma que nos hace hermanos

Ene 31, 2006

Experiencia de un joven musulmán desde hace algunos años en Italia

 

 De la oración saco la fuerza para vivir por un mundo unido, y superar, en la vida de cada día, conflictos e injusticias. Hoy el mundo está lleno de odio, pero en varios puntos de la tierra se suplica por la paz con manifestaciones, oración y ayunos. Si vivimos en el amor podemos dar testimonio de que la fraternidad y la convivencia entre los pueblos es posible.

Tengo 18 años, soy de religión musulmana. Provengo de Somalia, vivo en Italia desde hace 7 años.

Con mi familia formo parte de un grupo de cristianos y musulmanes que se encuentran para dialogar y compartir las experiencias, en un clima de fraternidad.

Hace algún tiempo nos invitaron a participar, en Roma, en un gran encuentro de musulmanes que quieren vivir por un mundo unido. Recuerdo todavía esas bellísimas y profundas jornadas, con personas provenientes de todas partes del mundo, para hablar de la igualdad y del respeto recíproco entre las religiones y de la convivencia pacífica.

Recuerdo las palabras de Chiara Lubich: “Para que prevalezca el bien sobre el mal es necesario un esfuerzo común para crear en todo el planeta esa fraternidad universal en Dios, a cuya realización la humanidad está llamada. Fraternidad que, por sí sola, puede ser el alma, el motor de arranque de una distribución más justa de los bienes entre los pueblos y los Estados”.

En este encuentro, he aprendido nuevas formas de compartir la paz con todas las personas. Por ejemplo, el vecino, que vive debajo de nosotros a menudo venía molesto a tocarnos la puerta porque somos una familia numerosa y vivaz. Le explicamos con serenidad que tenemos dos niños pequeños y hemos tratado de resolver el problema, en la medida de lo posible, haciendo más silencio en la noche. Para hacerle sentir feliz, cuando recibimos víveres de más o carne de cerdo, hacemos un paquete y se lo regalamos.

Otra experiencia: mi profesora de italiano, en una lección hablaba del Islam y decía cosas muy negativas, que no correspondían a la verdad.  Yo no reaccioné en forma violenta, pero le expliqué que la religión islámica tiene como pilar la palabra “paz” y que el valor más grande es la libertad de seguir la ley de Dios. Al final ella dijo: “He entendido, ¡gracias! No conocía bien tu religión”.

(N.A. – Italia)

 

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