Movimiento de los Focolares

Los jóvenes y la solidaridad

Abr 27, 2013

En Argentina, en Buenos Aires y La Plata, después de la inundación del 3 de abril, los jóvenes por un mundo unido se arremangaron para ayudar a quien perdió todo bajo el agua.

“El sábado, era una multitud bajando del tren todos los que lograron venir, vi con mis propios ojos ese ejército de amor… eran muchos los jóvenes por un mundo unido que se acercaron a La Plata… Durante el día, en los barrios los miraba trabajando con amor, locura y empeño a quienes tenía cerca y pensaba: si, claro, esta es la verdadera revolución!”, escribe Sofía después de intensas jornadas de asistencia a los damnificados por la gran inundación del 3 de abril. Son incalculables los daños: media ciudad bajo el agua, muchos los muertos y el dolor de perder todo. Pero una vez más son los jóvenes quienes se ponen en primera línea para canalizar la cadena de solidaridad que se despertó en todo el país. “Eramos como 40 en la estación -cuenta Pilar-. Nos dividimos en 3 grupos para poder ayudar mas. Nos encontramos con una familia que abrió sus puertas para juntar cosas y poder distribuirlas en el barrio. Cuando vimos su casa tenía todo bajo barro, y algunos nos quedamos limpiando sus cosas, otros separando ropa y alimentos para todos los que se acercarían y otros limpiando casas de vecinos. Estoy muy cansada, pero super contenta de haber dado una mano donde se necesitaba” “Nosotros fuimos primero a un colegio dónde ayudamos a clasificar las donaciones y a descargar camiones de mercadería, colchones, lavandina, agua -cuentan otros-. Luego fuimos por el barrio y pudimos conversar con la gente. Nos dimos cuenta de cuánta necesidad tienen de compartir lo que vivieron y lo que viven. Hay gente en este barrio que perdió todo. Un señor al que ayudamos a cargar la basura de su vereda a un camión nos ofreció lo único que tenía: agua caliente para el mate. Nos invitó a pasar a su casa. Había perdido todos los muebles, e incluso el agua arruinó todos los productos de su local de electrónica”. “Personalmente me dediqué mucho a estar con los niños. Relatos llenos de vida, de sentimientos. Miradas, miradas y miradas que me atravesaron el alma. Porque entre tanto caos y perdidas de cosas materiales, también la gente busca miradas, busca cariño, busca quien escuche su experiencia. Estuve de madre de mas de uno, dándole de comer a los mas chiquitos, cuidando a los bebes de pocos meses mientras las madres limpiaban…”. A kilómetros de distancia del epicentro del desastre natural, desde Pigüé, escriben: “El sábado teníamos programado hacer el encuentro de Palabra de Vida. Pero justamente el local que utilizamos para reunirnos era el centro de recolección de las donaciones. Así que nos dimos cita igual, pero no para contarnos las experiencias como hacemos otras veces, sino para trabajar juntos clasificando las donaciones y armando paquetes para mandar a La Plata. ¡Fue el encuentro más lindo que podamos recordar!”. En otro pueblo, Luisa y otros comienzan una rápida campaña casa por casa. Avisan que están juntando mercaderías, ropa y que abrirían una cuenta en el banco para enviar dinero, pero dice: “No se si alguien depositará algo…”. Joaquín de 9 años escuchaba la conversación y miraba por la tele las imágenes de la inundación. Se levanta y va a su cuarto, vuelve y le entrega a Luisa: “Aquí está mi dinero”, la mamá, sorprendida, le dice: “Pero eso era para tu bici” (hacia un año que Joaquín estaba ahorrando ese dinero). Joaquín le responde: “Mamá ellos lo necesitan más que yo”. No se supo la cantidad, tan rápido lo dio. Muchas familias de los Focolares se vieron afectadas, con pérdidas de consideración. Se podrían contar muchos testimonios, pero en todos los casos, después del primer momento de sorpresa y dolor, enseguida se engancharon en la corriente de solidaridad: abriendo sus casas a otros, recogiendo y distribuyendo donaciones, acompañando. Ante la magnitud de los hechos todo parece poco. Uno de esos jóvenes que bajaron del tren para ayudar lo expresa de este modo: “Siento que el aporte es pequeño, pero cada granito de arena es muy valioso. Quizás no podamos solucionar los problemas de tantas familias pero sí podemos unirnos en la oración para que Dios Amor ayude a estas personas que tienen que recomenzar de cero. Gracias a cada uno! Me dio mucha esperanza, mucha fuerza vernos unidos para, de alguna manera, morir por nuestra propia gente!»

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