Movimiento de los Focolares

María Voce: «Juntos para revitalizar a la Iglesia»

Ago 13, 2016

Algunos fragmentos de la entrevista del diario católico italiano Avvenire a la presidente de los Focolares a propósito de la carta “Iuvenescit Ecclesia” sobre los movimientos eclesiales.

maria_voce_rcf_fr_croppedLa primera reacción ha sido la gratitud. En la Iuvenescit Ecclesia, el Movimiento de los Focolares ve una invitación a seguir por el camino que ha estado recorriendo hasta hoy. En especial al referirse a la «reciprocidad entre los dones jerárquicos y los dones carismáticos», es decir a su «coesencialidad», parece que la carta interprete plenamente la experiencia madurada, día tras día, en la nueva realidad eclesial fundada por Chiara Lubich. La entrevista a María Voce, presidente del Movimiento de los Focolares, se coloca en el ciclo dedicado a la profundización de la carta de la Congregación para la doctrina de la fe, sobre la cual las pasadas semanas han intervenido Salvatore Martínez, presidente nacional de la Renovación Carismática en el Espíritu Santo, y el Padre Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación. «El documento – subraya María Voce – habla claro: la Iglesia es una, es “un cuerpo” llamado a encarnar el misterio de comunión de la vida trinitaria. El protagonista del rejuvenecimiento de la Iglesia es el Espíritu Santo que actúa, en especial, por medio de los carismas. El documento reconoce pues a los movimientos eclesiales algo importante: la capacidad, si correspondemos a la gracia, de revitalizar a la Iglesia. Con un objetivo claro: contribuir a poner la vida de Dios en los engranajes de la vida social, hacer que los hombres y mujeres, sumergidos como están en la complejidad de nuestro mundo, la “toquen”». El punto central del documento es la reciprocidad, la coesencialidad en la vida de la Iglesia de los dones jerárquicos y de los dones carismáticos. Esto hace referencia explícita a la enseñanza conciliar.  Sí, me parece que la carta pone un punto de referencia de notable alcance doctrinal ya sea cuando se refiere al Concilio Vaticano II, ya sea al reconocer una “convergencia del reciente magisterio eclesial” sobre la coesencialidad. Esta nos dice que los dones jerárquicos y los dones carismáticos poseen un mismo origen y un mismo fin; este tema no había sido tratado suficientemente en estos años y esperaba ser profundizado. Una coesencialidad que, ustedes afirman, forma parte desde siempre de su experiencia.  Desde sus inicios, el Movimiento de los Focolares ha tendido hacia esta íntima relación con aquellos que en la Iglesia tenían el carisma del discernimiento. Esto se puede observar, por ejemplo, en la larga historia de su aprobación, perseguida con una determinación diamantina y con una confianza total, a veces con sufrimiento, por parte de Chiara Lubich y de todos aquellos que generaban con ella a esta nueva creatura. Ella misma lo narra en su libro “El Grito”. Después los reconocimientos públicos, como es sabido, han sido abundantes. También otros representantes de Iglesias cristianas quisieron manifestar su reconocimiento, empezando por el patriarca ecuménico Athenagoras I, por el obispo luterano Hermann Dietzfelbinger, por el primado anglicano Michael Ramsey y por otros muchos. La carta subraya que no puede existir una contraposición entre la Iglesia de las instituciones y la Iglesia de la caridad, lo que significa, por una parte, renunciar a todo tipo de presunción institucional y, por otra, a la autorreferencialidad. ¿Cómo se pueden evitar estos riesgos? Viviendo cada cual por la finalidad por la cual existe la Iglesia: la humanidad entera. Si miramos en lo concreto y localmente sucede que se da un recíproco activarse con la riqueza de cada uno. La fraternidad universal exige el compromiso de todos y pide que se den infinitos pequeños pasos. Desde el 30 de junio al 2 de julio, por ejemplo, 300 movimientos y comunidades nacidos en el seno de la Iglesia católica y en el de otras muchas Iglesias, se han dado cita en Munich, en Alemania. ‘Juntos por Europa’ es un camino iniciado en 1999 y que sigue adelante para el bien de este continente, que debe redescubrirse a sí mismo y tiene graves deberes hacia el resto del mundo. Y para armonizarse, como dice el documento, ¿cómo y dónde hay que actuar? Creo que tenemos que caminar con confianza por la vía que nos indica. Quizás haya que ir más a fondo en considerar las consecuencias que trae el reconocer la coesencialidad de los dones jerárquicos y carismáticos. Hay que pensar en cómo iniciar en la práctica una profunda y concreta participación de los dos aspectos en los diferentes niveles de la Iglesia . No basta constatar esta realidad, me parece que se tienen que encontrar también las formas operativas para proceder juntos. Un eslogan que se desprende del documento podría ser el de “Unirse para una Iglesia en salida”. ¿Cómo interpretar este compromiso? La vía de los diálogos es la que han recorrido los Focolares y la que se ha ido manifestando a lo largo del tiempo con claridad, vinculada a hechos precisos y a encuentros con ciertas personas en concreto.  No se trata de estrategia, sino de la sustancia de la relación establecida, basada en el reconocimiento mutuo y en el amor recíproco. De ahí nace la maduración del diálogo dentro de la propia Iglesia, entre las Iglesias cristianas, con las otras religiones, con personas que tienen puntos de referencia no religiosos y con la cultura contemporánea. Algunos intérpretes subrayan que el Papa Francisco es a menudo algo severo con los movimientos. ¿Es así?   No lo considero severo. Encuentro que hay sintonía entre sus palabras y gestos y la vida de los movimientos. Es uno de los Papas que más ha entrado en contacto con ellos participando en manifestaciones y en las audiencias. Así ha sucedido con la Renovación Carismática, con el Camino Neocatecumenal, con Comunión y Liberación, con Schoenstatt… Lo ha hecho también con los Focolarinos, recibiendo a los 600 participantes en la Asamblea general del 2014. Ciertas puntualizaciones suyas, que a los observadores externos pueden parecer un reproche, impulsan a los movimientos a vivir su propio carisma, a ser más fieles al Espíritu Santo para contribuir mejor a la Iglesia comunión. Las palabras que pronunció el pasado mes de abril durante su inesperada visita a la Mariápolis de Roma en Villa Borghese, fueron claras. Con una imagen, ha subrayado la importancia y la capacidad de los movimientos de vivificar los ambientes más variados: «transformen los desiertos en una floresta». La última parte del documento contiene la invitación a mirar a María. Un “llamado” que de alguna manera forma parte del ser mismo del Movimiento.    María es la carismática por excelencia y esto la pone en el centro de la Iglesia naciente, guardiana de la presencia del resucitado entre los apóstoles que, en una Iglesia que no sabía todavía que lo era, sólo ella podía interpretar adecuadamente. «La dimensión mariana de la Iglesia precede su dimensión apostólico-petrina», escribe Juan Pablo II en la Mulieris dignitatem: de hecho no somos los cristianos los que “hacemos” la Iglesia, sino el Resucitado que nos precede. De aquí nace la exhortación al Movimiento de los Focolares, llamado por su específico carisma a generar a Jesús espiritualmente allí donde viven sus miembros. Una vocación descrita en los Estatutos con palabras fuertes: ser – en la medida de lo posible – una continuación de María, justamente en su obra específica de dar Cristo al mundo. El objetivo de ustedes – corríjame si me equivoco – es el de edificar todos juntos la nueva civilización del amor. ¿Dónde hay que trabajar sobre todo en estos tiempos?¿Cuáles son las periferias en las que es necesario estar presentes?  Las periferias están allá donde sobreabunda el sufrimiento. El Papa Francisco no renuncia a indicarlas. No son solo las miserias materiales sino también las espirituales: la falta del sentido de la vida, la pérdida de las raíces cristianas en una Europa desgastada por el consumismo, por el hedonismo, por el poder económico y tecnológico, la devastación de la creación, los exterminios, el drama humanitario de los refugiados y de las migraciones en masa, los numerosos conflictos armados. Las periferias son infinitas. No se trata de hacer todos juntos lo mismo, sino de trabajar juntos con el mismo objetivo: transformar el desierto en una floresta. Riccardo Maccioni, 7 agosto 2016 Pdf de la entrevista

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