Rocca di Papa, 3 de noviembre del 2007
Queridas Familias Nuevas:
Con mucha alegría participo con ustedes en la celebración del 40º aniversario de la fundación de vuestro Movimiento.

Todavía recuerdo el empuje, el ardor, la pasión que tenía en el corazón aquel lejano 19 de julio de 1967, cuando me preparaba –con apenas un centenar de focolarinos casados- a hacer nacer un Movimiento para todo el mundo de la familia.

Después de cuarenta años, y viendo el desarrollo y los frutos de Familias Nuevas, se comprende todavía más el porqué de aquel impulso particular del Espíritu Santo.
En efecto, se trataba de un gesto muy comprometedor.
No solamente porque la familia, primera célula de la sociedad, tiene una importancia enorme en la construcción de un mundo de valores y de paz, sino porque Dios la ha proyectado siguiendo el modelo de su misma vida, la vida de la Santísima Trinidad.

Es un proyecto audaz y bellísimo el de la familia, pero también exigente, especialmente hoy. Basta ver cómo la cultura contemporánea considera la familia estable y la fidelidad conyugal.

Ustedes, Familias Nuevas, existen justamente para ser en este mundo testigos de la unidad, del amor duradero, del Evangelio vivido. De este modo no solo vivirán en la alegría, sino que seguirán atrayendo a muchos corazones al amor, hasta realizar con todo el Movimiento de los Focolares, la fraternidad universal.

Yo estoy siempre con ustedes, con muchísimo cariño, y las confío una por una a María, Sede de la Sabiduría y madre de casa.

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