Francesco_immigranti_a«Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad, está oficialmente abolida en el mundo. El derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable.

Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud» escribe el papa Francisco en su mensaje para la Jornada mundial de la Paz, que se celebra el 1° de enero, fiesta de la familia.

Y mientras el Papa escribe, piensa en «tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores». Y piensa también «en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquéllos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas».

Mohamed proviene de Mali y sobrevivió a un naufragio en el mar y a una vida de pobreza y sufrimientos. Hoy, desea sólo agradecer. Quien nos cuenta su historia, a través de las páginas de Cittá Nuova, es Flavia Cerino, abogada. «Mohamed tenía poco más de 15 años cuando decidió partir: Luego de un largo viaje por el desierto, de Libia (prisiones y abusos) y por fin llegó a Italia. Mare Nostrum lo salvó del naufragio pero apenas desembarcó lo esposaron: los compañeros de viaje lo denunciaron como parte del grupo de traficantes de seres humanos que habían organizado la travesía, aunque realmente él no tenía nada que ver con estas personas. Efectivamente había repartido algo para comer y beber en el barco, pero si no lo hubiera hecho, los traficantes, los de verdad, lo hubieran tirado al mar.

Como era sólo un chico, no lo metieron en una verdadera cárcel. Esperó el juicio en el que se debería confirmar la condena, en un espacio triste y angosto en el palacio del Tribunal de la gran ciudad, pero muchas personas se ocuparon de él. Los policías eran amables y las trabajadoras sociales se interesaron por su vida, su salud y su familia. Hacía meses que nadie lo trataba con tanta atención. Estaba acostumbrado a recibir órdenes, no a contestar preguntas. Además, uno de los policías hablaba francés y él pudo explicar bien cómo se dieron los hechos». La audiencia para la confirmación de la condena concluyó bien: no fue a la cárcel, sino a una comunidad.

«No era libre, pero sin duda estaba mejor que en la cárcel. El lugar era bonito y estaba ubicado en una pequeña ciudad soleada aún más al sur. Mohamed se ganó la estima y el amor: estando dispuesto a realizar los trabajos domésticos, a aprender nuevas palabras de italiano, ama el fútbol pero también el silencio y la soledad.

Muchos meses después llegó el momento de presentarse ante el Juzgado. Esto significaba volver a su pasado, a las cosas feas que había vivido y que quería olvidar. A pesar del tiempo transcurrido, los recuerdos estaban todos allí, también los hermosos. De esta forma, una vez terminada la audiencia, hizo un único pedido: volver al último piso, a aquellas habitaciones angostas, para decir sólo “gracias” a ese policía que habla francés y a aquellas señoras tan amables. Nunca las olvidará. Lamentablemente ninguno de los que él conoció estaba en servicio. Pero ese “gracias” se los trasmitirían los colegas. Realmente fue un evento poco común».

«Sabemos que Dios nos preguntará a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano?» – concluye el papa Francisco. «La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos».

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *