BertinLumbudi «Durante más de 30 años he vivido fuera de mi país. Cada vez que he regresado, he encontrado que una de mis hermanas o hermanos, entre mi ida y vuelta se había casado, o había nacido un sobrino… Nuestros ligámenes familiares y sobre todo la fe de nuestra madre, una mujer simple y valiente como muchas mujeres africanas, ha sido la fuerza que me ha sostenido en mis elecciones personales. Desde niño me ha impresionado un tío, hermano franciscano que, cuando nos visitaba, se encargaba de todos los niños del barrio y no sólo de sus sobrinos; esto ha dejado una marca en mi corazón de niño, el deseo que una vez crecido pudiera llegar a ser como él.

Durante la adolescencia – Mandela estaba aún en la prisión – el masacre de los jóvenes de Soweto me desestabiliza y explotaba de rabia con el Padre Paulo, un jesuita belga. Le decía: “Si dependiese de mí, todos los blancos deberían regresar a sus casas”. Con calma, él me respondía: “Sabes, se puede combatir contra la discriminación racial con otra arma”. Algunos meses después, me invitaba a conocer al grupo de la Palabra de vida de mi ciudad.

Cinco años después, me encuentro en Fontem, en Camerun, la primera ciudadela de testimonio del Movimiento de los Focolares en tierra africana, codo a codo con jóvenes italianos, franceses, irlandeses, belgas, y de varias naciones africanas: Burundi, Uganda, Kenya, Camerún; y con ellos, descubro que somos hermanos, no obstante las diferencias. Así nace en mi corazón un gran deseo, no sólo de gritar esta fraternidad desde los techos, sino sobre todo, de testimoniarla cotidianamente.

En 1986 llego a Man, en Costa de Marfil, donde permanezco durante ocho años. Junto a quienes quieren vivir el mismo ideal de la fraternidad, experimentamos el amor recíproco entre nosotros que nos impulsa a promover iniciativas concretas a favor de quien se encuentra en necesidad y, a través de la música, decimos que un mundo unido no es una utopía.

Con 40 años me encuentro en San Pablo, en Brasil, y debo aprender una nueva lengua. Encuentro un pueblo que me gusta llamar “pueblo hecho de pueblos”: indios, brasileños originarios y luego descendientes de alemanes, italianos, ucranios, japoneses, chinos, afro brasileños y muchos otros ¡pero todos brasileños! Creativos, generosos, de una alegría contagiosa, que en África conocemos muy bien. En breve tiempo me siento uno de ellos, es decir brasileño.

Bertin_02Durante quince años, he trabajado en la Mariápolis Ginetta come graphic designer y en la producción de libros y revistas para la editorial Ciudad Nueva, contrayendo relaciones sinceras en nuestra casa editora o con proveedores, tipógrafos, y asimismo con los guardianes que te hacen abrir el baúl del auto para controles de rutina. He coordinado también, junto a otros, las actividades de los adolescentes del Movimiento de los Focolares: Gen3 y Chicos para la Unidad; una experiencia que considero entre las más importantes de estos años, porque con ellos he aprendido a ser “adolescente”, aunque soy un adulto. Por el amor que hemos tenido cada uno y entre nosotros, he descubierto que somos capaces de grandes sacrificios, porque energía y entusiasmo tienen para “regalar”. He entendido también que los padres comienzan a tener los cabellos blancos cuando tienen un adolescente en familia.

Heme ahora nuevamente en Costa de Marfil: he regresado para continuar construyendo juntos este recorrido iniciado hace años con los jóvenes. Siempre me ha impresionado que los focolarinos en la ciudadela Victoria durante el período de la guerra, si bien hubiesen podido dejar la zona, han elegido quedarse. Habían sellado un pacto, como Chiara Lubich y sus primeras compañeras, para estar siempre dispuestos a dar la vida el uno por el otro. Este testimonio está vivo en mi corazón, y quisiera, con la gracia de Dios, vivir según esta medida con todo nuestro pueblo. No sé si viviremos cosas extraordinarias, pero quiero vivir cada momento como si fuese el último de mi vida”.

Fuente: Nouvelle Cité Afrique, julio 2015   

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