1443023160994Alemania se ha ganado varias veces los titulares de los periódicos por sus controvertidas políticas sobre los refugiados, asumidas a pesar de que la reacción del pueblo alemán ha sido la de acoger a los muchos emigrantes que están llegando. También el Movimiento de los Focolares en Alemania, que desde hace años trabaja por la integración de los emigrantes en el contexto social, ha intensificado las iniciativas de acogida.

Se va desde la ayuda más concreta –como la recolección de comida, ropa, muebles e insumos de primera necesidad, enseñanza del alemán, y la búsqueda de asistencia médica o legal –a lo que un hombre de Aschaffenburg define como “una contraofensiva”, creando una “red de oración para contrarrestar la discordia y el miedo”. De hecho, en algunas ciudades se verificaron también actos de violencia contra los refugiados y contra quien les ofrecía ayuda, y de ahí surgió con fuerza el deseo de responder ofreciendo un testimonio en sentido opuesto. El Focolar de Dresda organizó, siempre en esta línea, una velada sobre el tema “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. “Vemos que muchas personas aquí viven con una gran preocupación, o incluso temor –dijo una de las organizadoras-. La velada fue muy útil, animó a muchas personas a emprender iniciativas comunes”. A esto se sumó la campaña en las redes sociales #openyourborders y #signupforpeace lanzada a nivel internacional por los Jóvenes por un mundo unido, con el fin de dar un impulso ulterior a las iniciativas insertadas en el United World Project.

No faltan los testimonios concretos de la vida cotidiana, como el de una pareja de Múnich de Baviera. La noche antes de salir para un fin de semana de descanso programado desde hacía tiempo, entró una llamada telefónica por la cual les pedían si estaban disponibles para hospedar por el fin de semana a una joven madre siria con tres niños pequeños, en camino hacia Karlsruhe. Aun con la esperanza de que “quizás los cuatro se irían pronto, de modo que todavía pudiéramos pasar una parte del fin de semana en la montaña”, los dos –si bien no muy convencidos- aceptaron; pero “en cuanto tomamos la mano de nuestra princesita, la niña de cinco años, el hielo se rompió enseguida”, escriben. El fin de semana con los huéspedes inesperados lo pasamos entre juegos con los niños, un desayuno compartido en el que “renunciamos a nuestras salchichas por respeto a nuestros huéspedes musulmanes, que apreciaron mucho el yogurt y el pan que les ofrecimos”, y una cena siria preparada entre todos; cuando el domingo a la mañana llegó la hora de despedirnos, “todos teníamos los ojos llenos de lágrimas, y estábamos felices y agradecidos recíprocamente –escribió la pareja-. ¡Qué riqueza nos procuró el Director de este inesperado cambio de programa!”.

 

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