“¡Agradezcamos a Dios que ustedes existen!” Estas son las palabras que Chiara Lubich dirigió con el corazón abierto a los jóvenes con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud 2000. Un discurso, del que proponemos un extracto, que pone de relieve la valentía, la libertad y la esperanza que caracterizan  la edad juvenil y el aporte específico de esta generación para ayudar a conseguir «un mundo nuevo, mejor, más feliz, más digno del hombre, más unido».

[…] Los jóvenes (lo sé por experiencia) tienen algo especial, que para el mundo representa una gran esperanza. Aunque inmersos, como todos, en los males de nuestro tiempo, ustedes a menudo tienen en sus corazones y en sus mentes antenas que saben captar ondas especiales, que otros no saben percibir. Están en una edad que los deja libres para nutrir aspiraciones nobles como la paz, la justicia, la libertad, la unidad;  les permite soñar realizaciones que a los demás podrían parecerles utópicas; les permite prever en el tercer milenio el alba de un mundo nuevo, más bueno, más feliz, más digno del ser humano, más unido.

¡Agradezcamos a Dios que ustedes existen!

Pero, ¿qué puedo decirles hoy? Quisiera evocar aquellas palabras de Jesús que el Papa les recordó a los jóvenes en 1995: “Como el Padre me envió, también yo los envío”. Es la invitación a llevar la luz de la verdad a la sociedad de hoy. Es el reto para la que el Papa ha llamado: “Nueva evangelización”.

“¡Nueva evangelización!”.

Pero, ¿por qué “nueva”? Y ¿qué significa: “nueva”? La palabra “nueva” puede tener muchos significados. Yo les indico uno.

Como saben, hoy las palabras no bastan. Los jóvenes, especialmente, no escuchan tanto a los maestros, sino a quienes dan testimonio; quieren hechos. Entonces, la evangelización podrá ser “nueva” si los que la anuncian son, ante todo, cristianos genuinos, auténticos, que son los primeros en vivir lo que el Evangelio enseña; gente de la que se pueda decir, como de los primeros cristianos: “Mira cómo se aman, y están dispuestos a morir los unos por los otros”.

Será “nueva” además, si aman también a todos los otros hombres y mujeres sin distinción. Y será “nueva” todavía si estos cristianos hacen concreto su amor ayudando a las obras que responden a las necesidades de quien no tiene alimentación, ropa, casa. Y, por último, será nueva -estén atentos ahora- si hablan anunciando el Evangelio, solo después de haber hecho todo eso.

Los cristianos que actúan así -se lo aseguro- llevan al mundo la fascinación de Jesús y enamoran a la gente de Él, de modo que el Reino de Dios se propaga superando cualquier expectativa y la Iglesia se consolida y crece. Crece de tal manera que pueden mirar lejos, como cuando Jesús llamó a todos a la fraternidad universal, pidiendo al Padre: “Que todos sean uno”.

Un sueño que puede parecer una locura, pero que es posible, porque es el sueño de un Dios. Y ellos creen en eso. Hay miles, más aún, millones de jóvenes de todas las naciones que se han encaminado hacia esa meta.

A ellos Juan Pablo II les dijo: “Los hombres que saben mirar al futuro son los que hacen la historia: los otros son arrastrados por ella…». Y hoy, queridos jóvenes, el Papa les dirige estas palabras también a todos ustedes. No lo decepcionen, no nos decepcionen. Es lo que les deseo de todo corazón

Chiara Lubich

Chiara Lubich, Discurso en la XVª Jornada Mundial de la Juventud, Tor Vergata (Roma Italia), 19 de agosto de 2000.

Fuente: Centro Chiara Lubich (https://centrochiaralubich.org/it/xv-giornata-mondiale-della-gioventu)

 

 

 

 

LLAMADA A LA UNIDAD

Los jóvenes (lo sé por experiencia) tienen algo especial, que para el mundo representa una gran esperanza. […]  Están en una edad que los deja libres para nutrir aspiraciones nobles como la paz, la justicia, la libertad, la unidad;  les permite soñar realizaciones que a los demás podrían parecerles utópicas; les permite prever en el tercer milenio el alba de un mundo nuevo, más bueno, más feliz, más digno del ser humano, más unido.

 

Chiara Lubich, Discurso en la XVª Jornada Mundial de la Juventud, Tor Vergata (Roma Italia), 19 de agosto de 2000.
Fuente: Centro Chiara Lubich

 

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