La experiencia que la Ciudadela Victoria de Man (Costa de Marfil) ha vivido durante el período de la pandemia es de una gran tenacidad.  El Covid-19 no ha frenado las actividades del Centro Sanitario y del Centro Nutricional que, gracias también a la ayuda de la Comunión de los bienes extraordinaria promovida por el Movimiento de los Focolares, atendieron a las necesidades de mucha gente.

Monica Padovani es una focolarina italiana, tiene 53 años y hace veinte años que vive en África. Desde hace dos años está en la Ciudadela de los Focolares de Man (Costa de Marfil), desempeña el rol de educadora profesional y coordinadora de las actividades en el Centro Nutricional Suplementario del Focolar (CNSF). Durante la pandemia este corazón pulsante que atiende y socorre con valentía no ha dejado de latir dando ejemplo de gran ingenio y audacia. La creación de un taller para la producción de mascarillas, que no pueden encontrarse en el mercado, ha garantizado servicios indispensables a los enfermos del CNSF y al Centro Médico adyacente.  Las ayudas recibidas fueron fundamentales para poder continuar y recibir a todos.

¿Qué ha significado para la Ciudadela Victoria vivir la emergencia en esta cadena de amor continua?
Los retos que se han encarado este año son muchos, pero con alegría podemos afirmar que a muchos de ellos los hemos superado. Las medidas de restricción tomadas en el país cuando empezó la pandemia han permitido contener la difusión de la enfermedad en la zona limítrofe a la capital, Abidjian. En Man, donde se encuentra nuestra Ciudadela, las consecuencias sobre todo son de carácter económico-social y han incidido, lamentablemente, en una situación que ya era frágil, afectando particularmente a las franjas más pobres de la población. Afortunadamente las actividades del Centro Sanitario y del Centro Nutricional han continuado, aunque con una reducción de marcha, y las ayudas recibidas han sostenido varias actividades de emergencia, permitiendo además el empleo de una enfermera más. Con un equipo reforzado se han podido atender mejor los casos de desnutrición infantil, sostener a muchas madres en dificultad y dar respuestas concretas a las varias necesidades.

Socorrer parece haber sido la forma que ustedes han tenido para “abrazar” al otro. ¿Alguna experiencia que a ustedes les ha impactado particularmente?
Cada caso es único pero, entre los muchos que hay, la de una pequeña de apenas un día de vida, que había nacido prematuramente, nos conmovió de una manera especial. Tras el parto, la niña pesaba sólo un kilo y los padres se dirigieron a la sala de pediatría con la exigencia urgente de una cama térmica. Debido a diferentes dificultades no pudieron satisfacer esa necesidad y fue en el CNSF en donde recibieron los primeros auxilios. La niña y la madre fueron ayudadas para que pudiera ser amamantada y se les aseguró un ambiente sereno y tranquilo en donde poder estar abrigadas y en estrecho contacto. Gracias a estos pequeños gestos la pequeña recobró fuerzas y peso y dentro de poco celebraremos su primer año en perfecto estado.

¿El verbo “nutrir” ha asumido nuevos significados durante la pandemia?
El término nutrir, en la experiencia cotidiana en el CNSF, tiene un significado sin duda más amplio. Seguramente se refiere a la comida, la prevención y la lucha contra la desnutrición.  Sin embargo, “nutrir” indica también la posibilidad de dar aquello que la persona realmente necesita en ese momento, como un consejo, una palabra de aliento, una escucha especial. Pues bien, el Covid ha puesto de relieve justamente este aspecto: una mayor atención al otro. Así es como hemos comprendido que las cosas que en nuestra visión parecieran a menudo “simples” para otros pueden ser vitales.

Maria Grazia Berretta

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