Movimiento de los Focolares

Afrontar el riesgo de su Palabra

El Evangelio es Palabra de Dios en palabras humanas y por eso es fuente de vida siempre nueva, también en estos tiempos de pandemia. Pero para que esta pueda, florecer es necesario poner en práctica las palabras de Jesús, traducirlas en actos de fe, de amor, de esperanza. (…) «En tu palabra echaré las redes»[1]. Jesús a Pedro, para que pudiese experimentar la potencia de Dios, le pidió la fe: creer en Él, y creer incluso en algo que humanamente hablando era imposible, es más, absurdo; pescar de día cuando la noche había sido tan avara. Nosotros también, si queremos que vuelva la vida, si deseamos una pesca milagrosa de felicidad, tenemos que creer y afrontar, si es necesario, el riesgo de lo absurdo, que a veces, su Palabra trae consigo. Sabemos que la Palabra de Dios es vida, pero se alcanza pasando a través de la muerte; es ganancia, pero se obtiene perdiendo; es crecimiento, pero se alcanza disminuyendo. ¿Cómo resolver, por tanto, el estado de cansancio espiritual en el que podemos encontrarnos? Afrontando el riesgo de su Palabra. A menudo, influenciados por la mentalidad de este mundo en el que vivimos, también nosotros creemos, a veces, que la felicidad esté en poseer o en hacerse valer; en divertirse o en dominar a los demás, en sobresalir, en dar gusto a los sentidos; en comer, beber… pero no es así. Probemos a afrontar el riesgo de cortar con todas estas cosas; dejemos que nuestro yo corra el riesgo de la muerte completa. ¡Arriesguemos, arriesguemos! Una, dos, diez veces al día. ¿Qué sucederá? Por la noche sentiremos que el amor vuelve a florecer dulcemente en nuestro corazón; volveremos a encontrar una unión con Dios que ya no esperábamos; volverá a resplandecer la luz de sus inconfundibles inspiraciones; nos invadirá su consuelo, su paz y volveremos a sentirnos bajo su mirada de Padre. Y, envueltos, de este modo, por su protección, volverá a nacer en nosotros la fuerza, la esperanza, la confianza, la certeza de que el Santo Viaje es posible; (…) sentiremos la seguridad de que el mundo puede ser suyo. ¡Pero es necesario arriesgarse a la muerte, a la nada, al desapego! ¡Este es el precio! (…)

Chiara Lubich

(En una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 17 de febrero de 1983) Extraído de: “Afrontar el riesgo de su Palabra”, en: Chiara Lubich, La Vida un viaje, Ciudad Nueva, Madrid 1994, págs. 91-93. [1] Lc 5,5.

El compromiso de los Focolares por un mundo libre de toda forma de racismo

El compromiso de los Focolares por un mundo libre de toda forma de racismo

Tras los hechos de Minneapolis y las manifestaciones en todo el mundo nos sentimos impotentes e indignados, pero, sin embargo, seguimos creyendo y trabajando por un espíritu abierto de acogida y participación para afrontar las necesidades más profundas de nuestro tiempo.

Foto: Josh Hild (Pexels)

“Mientras tenemos aún delante de nuestros ojos los recientes sucesos que han puesto en evidencia una vez más la odiosa realidad de la injusticia racial y la violencia, tenemos el corazón destrozado.  Nos sentimos impotentes e indignados.   A pesar de ello, mantenemos la esperanza”. Éstas son algunas de las expresiones de la Declaración con la que la comunidad de los Focolares en los Estados Unidos expresa su compromiso respecto de la justicia racial tras los hechos de  Minneapolis  y las protestas a las que estamos asistiendo en todo el mundo.  Un compromiso compartido a nivel global y que volvemos a afirmar aquí, en nombre de todos los miembros del Movimiento de los Focolares en el mundo. Con el Papa Francisco y muchos líderes religiosos y civiles, nosotros también afirmamos que “No podemos tolerar ni cerrar los ojos ante ningún racismo, de cualquier tipo, ante ninguna exclusión” y que nos comprometemos a “sostener las acciones buenas y justas más difíciles en lugar de los fáciles errores de la indiferencia”, como sostienen los obispos estadounidenses.   “No podemos cerrar los ojos ante estas atrocidades y al mismo tiempo profesar el respeto por toda vida humana. Nosotros servimos a un Dios de amor, de misericordia y de justicia”.

Foto: Kelly Lacy (Pexels)

En un momento como éste, en el que “el sueño de nuestra fundadora, Chiara Lubich, que anhelaba ver pasos adelante en la realización de la oración de Jesús al Padre, ‘que todos sean una sola cosa’  (Juan 17,21),  pareciera lejano, como si estuviera fuera de nuestro alcance”[1], nos preguntamos qué podemos hacer tanto personalmente como a nivel comunitario. ¿Qué cambios hay que realizar en cada uno de nosotros?  ¿De qué manera podemos hacer que nuestra voz se oiga en el debate público para sostener al que sufre formas de racismo y otras injusticias? “Nuestro objetivo es promover un profundo espíritu de abierta acogida y vibrante participación en nuestras comunidades culturalmente diferentes e intergeneracionales. Tomemos como guía las palabras de Chiara Lubich: ‘Sean una familia’ “[2]. Creamos y sigamos en el compromiso de hacer nacer comunidades locales que estén fundadas auténticamente en la ley evangélica de la fraternidad; un principio y una acción que también nos unen a todos los hermanos y las hermanas de todas las Religiones y a quien no se reconoce en un determinado credo.  Queremos dedicar nuestros esfuerzos sobre todo a los más jóvenes, que pueden experimentar un miedo especial y una aprensión de frente al futuro. Frente a estas divisiones profundas y enraizadas, los proyectos y las iniciativas que llevamos adelante pueden parecer pequeños e ineficaces y  el camino puede presentarse  largo aún. Proyectos como la Economía de Comunión, el Movimiento político por la unidad (Mppu) y el  United World Project, la estrategia global propuesta por los jóvenes de los Focolares para afrontar los retos mundiales que se presentan, pueden parecer gotas en el océano, y sin embargo estamos convencidos de que contienen, como en una semilla, ideas potentes, capaces de ser un aporte para afrontar las necesidades más profundas de nuestro tiempo, junto a tanta gente, organizaciones y comunidades que constituyen esa red invisible capaz de salvar a la humanidad.

Stefania Tanesini

[1] Declaración del  U.S. Focolare Movement: our commitment to racial justicehttps://www.focolare.org/usa/files/2020/06/Focolare-Statement-on-Racial-Justice.pdf [2] Ibid.

Creyentes y personas de convicciones no religiosas en diálogo – 2° PARTE

La vocación universal del Movimiento de los Focolares en la construcción de la fraternidad universal sin distinción de raza, religión, condiciones económicas y sociales. Proponemos la segunda parte de la entrevista con Luciana Scalacci, no creyente, miembro de la Comisión internacional e italiana del Centro del Diálogo con personas de convicciones no religiosas de los Focolares. ¿Cómo te acercaste a los Focolares como no creyente y cómo cambió tu vida? Un día, nuestra hija nos escribió diciendo que había encontrado un lugar donde poner en práctica los valores que le habíamos transmitido: había conocido a la comunidad de los focolares de Arezzo. No conocíamos el Movimiento, nos preocupamos, teníamos que ir a ver qué era. Pero inmediatamente tuvimos la impresión de estar en un lugar donde había respeto por las ideas de los demás, encontramos una apertura nunca antes vista. El encuentro con el Movimiento fue como una luz que me llevó a tener la esperanza de construir un mundo mejor. ¿Has estado con Chiara Lubich varias veces? ¿Qué valor ha tenido esta relación personal? En el 2000, en una reunión pública, respondiendo a una pregunta mía, dijo: “… también para nosotros el hombre es remedio para el hombre, pero ¿qué hombre? Para nosotros es Jesús. En todo caso hombre. Tómenlo así porque es uno de los suyos, es un hombre”. Fue entonces cuando comprendí que el Movimiento era el lugar donde podía comprometerme, y entendí por qué, incluso como no creyente, siempre me había fascinado la figura de Jesús de Nazaret. Sucedió que me invitó a acercarme a ella para un saludo personal, yo que no soy nadie. Fue un saludo que me penetró, entendí cuán era su amor por mí. En una carta, de la que rescato palabras proféticas, me escribió: “Querida Luciana… hemos dado muchos pasos juntos y nos hemos enriquecido mutuamente. Ahora, como tú dices, debemos hacer este camino cada vez más visible para que muchos otros puedan encontrarlo. Conocemos el secreto: vamos adelante amando”. En estos años de diálogo, ¿cómo se pasó de la contraposición entre un “nosotros” y un “ustedes” para sentirse “unidos en el nosotros”? El escepticismo inicial fue lo primero que se superó. Por parte de los no creyentes, la preocupación de que fuera una acción proselitista. Por parte de los creyentes, la preocupación, creo, de que los no creyentes intentaran cuestionar sus certezas, su fe. La única que nunca tuvo ninguna preocupación fue Chiara. Experimentábamos cada vez más que el gran recurso para caminar hacia la meta de la fraternidad universal es el diálogo. Poco a poco, ha ido creciendo la confianza entre las “dos partes”, y ya no nos sentimos “un nosotros-ustedes” sino “unidos en el nosotros”. Un desafío decisivo es involucrar a los jóvenes. ¿Qué sensibilidad encuentras? No todos los jóvenes están muy informados acerca de la apertura hacia los que no se reconocen en ninguna fe religiosa, pero con los que he tenido la oportunidad de conocer han mostrado interés por esta realidad. Después de conocernos, una chica escribió: “Sentí este diálogo como una faceta de ese precioso diamante que Chiara nos dio… no lo incrustemos”. Haga clic aquí para leer la primera parte de la entrevista.

Claudia Di Lorenzi

La fraternidad universal en diálogo con personas de convicciones no religiosas – 1° PARTE

Construir un mundo unido sin distinción de raza, religión, condiciones económicas y sociales. “Nosotros tenemos como Movimiento, como nueva Obra nacida en la Iglesia, una vocación universal, ya que nuestro lema es: “Que todos sean uno”. No podemos prescindir de ustedes, porque están en el todos, de lo contrario quitaríamos la mitad del mundo o al menos un tercio del mundo, y lo excluiríamos, mientras decimos “que todos son uno”. Así, en mayo de 1995, la fundadora del Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, explicó las razones que llevaron al Movimiento a buscar y desarrollar un diálogo con personas que no se reconocen en un credo religioso. Hablamos de ello con Luciana Scalacci, de 73 años, de Abbadia San Salvatore (Italia). No creyente, es miembro de la Comisión internacional e italiana del Centro del diálogo con personas de convicciones no religiosas del Movimiento de los Focolares. En el Movimiento, la búsqueda del diálogo con personas de convicciones no religiosas tiene raíces profundas. ¿Cuáles son las etapas más importantes? El “Centro del diálogo con los no creyentes” nació en 1978 y al año siguiente, por primera vez, personas de convicciones no religiosas participaron en reuniones promovidas por el Movimiento de los Focolares. Chiara invitó a todo el Movimiento a una apertura hacia los no creyentes considerando que todos somos “pecadores” y, por lo tanto, podemos hacer un camino común de liberación y construir juntos la fraternidad universal. En 1992, el Centro promovió el primer congreso internacional titulado “Construyendo juntos un mundo unido”. “Vuestra participación en nuestra Obra es esencial para nosotros”, dijo Chiara. Sin vosotros (como sin sus otros componentes) perdería su identidad”. En 1994 el segundo congreso. En su mensaje, Chiara dijo: “nuestro objetivo es contribuir a la unidad de todos, comenzando por el Amor hacia cada persona. Por lo tanto, trataremos de ver cuán grande es la aspiración a la fraternidad universal y la unidad en la humanidad en todos los niveles”. Después de la desaparición de Chiara, en 2008, la presidente Maria Voce confirmó varias veces que las personas con convicciones no religiosas son una parte esencial del Movimiento. En la década de 1970 no era común que un Movimiento de inspiración cristiana abriera sus puertas a los no creyentes… ¿cuáles eran los objetivos? La unidad de la humanidad, dar concreción al “Que todos sean uno”, porque el mundo unido se construye con los demás y no contra los demás. ¿En dónde se basa la posibilidad de construir un diálogo entre creyentes y no creyentes? Sobre la existencia de valores comunes, como la fraternidad, la solidaridad, la justicia, la ayuda a los pobres. En común también está el hecho de que todos tenemos una conciencia personal que nos permite reflexionar sobre estos valores individualmente pero también colectivamente, para convertirse en patrimonio de todos. ¿Encontraron dificultades en este camino? El diálogo desde diferentes posiciones no siempre es fácil. Relacionarse con contenidos concretos y realizar algo práctico es más simple porque la práctica no distingue entre color, religión e ideas. Las dificultades surgen cuando de la práctica pasamos a valores, ideologías, estructuras. El diálogo puede encallar. Pero esto no sucedió. Chiara le pidió a los creyentes y a nosotros “amigos” que nos pusiéramos en actitud de máxima apertura, no para hacer un acto de caridad, sino para enriquecernos mutuamente y hacer el camino juntos hacia un mundo mejor.

 Claudia Di Lorenzi

Médico entre la fe y el trabajo

Gabriela Bambrick-Santoyo es doctora en medicina interna. Nació y creció en Ciudad de México y es miembro activo y comprometido de la comunidad de los Focolares desde 1987. Actualmente trabaja como Directora del Programa Asociado del departamento de medicina interna en un hospital en el norte de Nueva Jersey, hoy un punto álgido en la actual pandemia coronavirus COVID-19. Publicamos un extracto de la entrevista realizada por cruxnow.com Gabriela, ¿puedes decir algo sobre cómo tu fe católica y la espiritualidad de los Focolares inspiran tu vocación de médico? Mi vocación como católica, formando parte del Movimiento de los Focolares, y mi vocación como médico son inseparables. Nací católica y conocí el Movimiento de los Focolares cuando tenía unos dieciocho años. Ese encuentro cambió mi vida porque era la primera vez que sentí el impulso por vivir el evangelio del “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Esto me cambió profundamente y fue lo que guió mis acciones, tanto como persona que como médico. ¿Cómo ha sido estar en primera línea en la pandemia COVID-19 en un punto álgido en Nueva Jersey? Ha puesto a dura prueba mi fe. Sobre todo el miedo a la muerte. Se convierte en una posibilidad muy real cuando ves tanta muerte alrededor. Una vez que dices sí al llamado a dar la vida por los demás, que todos nosotros como cristianos tenemos, ¡las gracias llueven dentro y fuera de ti! ¡Realmente les así! También he tenido que preguntarme qué significaba “amar a los demás como a ti misma” en esta pandemia. Cuando comencé a ver pacientes, tenía miedo. Quería entrar rápidamente… y salir de la habitación lo antes posible. Luego, un golpe de escena: mi hija, una saludable chica de dieciocho años, fue hospitalizada con COVID. Por la noche, me llamaba llorando desde su habitación del hospital, diciendo: “Mamá, he perdido toda mi dignidad. Tengo que ir al baño y no me dejan salir. No quieren entrar y me siguen empujando a mi habitación y en algún momento pensé que tenía que ir al baño en el piso”. Esto me destruyó y me pregunté si estaba haciendo algo similar con mis pacientes. En ese momento, decidí cambiar para darles a mis pacientes una vida plena, tener una mayor comprensión y que nunca se sintieran abandonados. Debe ser muy difícil lidiar con la muerte al ritmo con que la has visto en las últimas semanas. Es muy difícil para todos nosotros solo imaginarlo. Es cierto, pero a veces también hay gracias. Uno de mis pacientes era una señora de noventa años muy enferma, que básicamente sabía que iba a morir de COVID-19 y estaba en paz. Mi acto de misericordia consistió en estar allí en los últimos momentos de su vida. Con tiempo, no solo con mi paciente, sino también con su familia por teléfono. Nunca olvidaré cuando le dije que su familia la quería mucho y que estaba en paz y que sabía que estaba preparada y me estrechó la mano. Esto es misericordia. Tuve otro paciente con quien tuve lo que yo llamo una “situación de doble golpe”. Además de ser un paciente COVID, era muy agresivo, no completamente estable y dijo que me golpearía si no hacía X o Y. No me recordé de inmediato que esta persona también es hija de Dios y que tenía que mirarla con paciencia, amor y misericordia Una vez que vio esto en mis ojos, su ira comenzó a desvanecerse. En el camino a la hospitalización en otra sala, se volvió hacia mí, me sonrió y dijo: “Tú y [la enfermera X] fueron los únicos que se tomaron el tiempo para explicarme las cosas”. ¿Qué diferencia marca tu robusta vida de oración y tus compromisos teológicos en la forma en que practicas la medicina en estas circunstancias? La oración ha sido un pilar central de mi vida y me ha permitido superar esta crisis. Es en la oración que encuentro paz y consuelo. Es en la oración que me encuentro en Dios. Por último, participo en reuniones semanales (reuniones vía zoom) con mi comunidad de los Focolares. Todas estas cosas juntas son como la armadura que me permite enfrentar esta crisis. Aquí puedes leer la entrevista completa: https://cruxnow.com/interviews/2020/04/doctor-balances-faith-work-in-coronavirus-hotspot/

Preferir a los más pequeños

Una de las muchas consecuencias del coronavirus en todos los países, pero de una manera especial en los más pobres, es el haber quitado a muchas personas, con trabajos precarios o saltuarios,  los medios de subsistencia. Por eso en este periodo es más importante todavía mirarse alrededor y tomar las iniciativas más variadas en favor de los necesitados. Es Evangelio: es allí, en los más pequeños, donde Jesús nos espera. (…) Jesús tiene una predilección por los pobres, por los más pequeños. Cuando, después de la triple negación de Pedro[1], le hace la triple pregunta: «¿Me amas más que estos?», a la primera respuesta afirmativa de Pedro, Él concluye: «Apacienta mis corderos». Después de las otras dos, en cambio, afirma: «Apacienta mis ovejas». Por «corderos» se entenderían –según algunos exegetas- los pequeños, los pobres, los necesitados; por «ovejas», todos[2]. De este modo, Jesús demuestra haber hecho la opción por los pobres, antes que muchos obispos la formularan y la propusieran, por ejemplo, especialmente en países en vías de desarrollo. Por lo demás ya se sabe: Él ha venido para evangelizar a los pobres[3] y dijo claramente: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis»[4]. Pero si Jesús demostró esta preferencia con palabras y obras cuando estaba en la tierra, también inculcó su Espíritu muy frecuentemente a lo largo de los siglos, en aquellos que tenían que llegar a ser sus instrumentos para muchos: como por ejemplo, san Francisco, san Felipe Neri, san Ignacio de Loyola, san Camilo de Lelis, etc. Y así nos sucedió también a nosotros. Nuestro carisma, al comienzo del Movimiento, nos hizo poner la atención, cuando aún estábamos en casa con nuestras familias, ante todo en aquellos que eran los más pequeños a nuestro alrededor: los pobres, los enfermos, los heridos, los encarcelados, los que no tenían techo, los ancianos, los niños… Y más tarde, en la plaza de los Capuchinos, en el primer focolar, en aquellos que eran los más pequeños entre nosotros. Procurábamos resolver el primer problema con obras de caridad, semillas de las acciones sociales y de las muchas obras que nacerían posteriormente; y el segundo con la comunión de bienes entre todos nosotros. Más tarde, fuimos impulsados, generalmente, a dirigirnos a todos, a amar a cada prójimo, pequeño o no,  como a nosotros mismos y a amarnos entre nosotros. Y este modo nuestro de vivir se inculcó en todos de tal forma que ha llegado a ser el factor base de todo el Movimiento. Pero en este último periodo (…) he aquí una nueva llamada a poner a los más pequeños en el primer lugar de nuestro corazón. ¿Cómo podremos, entonces, hacerlo? Ante todo, mirando con predilección a aquellos que entre nosotros pueden llamarse los más pequeños y aliviando toda necesidad con una comunión de bienes libre, pero intensa, extendida a todo el Movimiento en el mundo. Luego mirando a nuestro alrededor. (…) ¿Un lema? Una pregunta a nuestro corazón: «¿He preferido hoy, entre todos mis prójimos, a los más necesitados?»                                        

                                                                        Chiara Lubich

 (En una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 27 de junio de 1991) Extraído de: “Preferir a los más pequeños”, en: Chiara Lubich, “Santificarse juntos”, Ciudad Nueva, Madrid 1994, pp. 90-93 [1] Cf. Jn 18,15-27. [2] Cf. Jn 21,15-17. [3] Cf. Mt 11,5. [4] Mt 25,40.

Cuarentena en El Salvador

Cuarentena en El Salvador

El testimonio de Rolando, mánager de una empresa de El Salvador. Sus anhelos y preocupaciones por su país en tiempo de pandemia y la elección, como familia, de vivir por los demás. En El Salvador estamos en cuarentena como en el resto del planeta. El miedo, comprensible pero sobredimensionado, ha ganado espacios a la razón y a fin de contener los contagios se alientan medidas que atentan contra los derechos humanos. Aprovechando la emergencia se socava la democracia y, frente a esto, buena parte de la población exige un mayor nivel de autoritarismo. Es así que la pandemia ha generado, como medida de combate, un retorno hacia el autoritarismo. Una vuelta a la no tolerancia, al no diálogo, a la activación de sentimientos de enojo y de venganza. Adicionalmente, la economía se ve impactada por el cierre de las actividades no esenciales, la tasa de informalidad, la reducción de remesas y el nivel de endeudamiento autorizado por la pandemia. Para mí, todo este cuadro es como una desolación colectiva. Cuando era joven viví de cerca la guerra civil y con mucha ilusión la llegada del diálogo, la firma de la paz. He seguido el lento desarrollo de la democracia, nunca satisfecho, pero siempre con esperanza. Nunca hubiera imaginado que nuevamente vería imágenes de fuerzas militares dominando la escena política y el rompimiento del orden constitucional. Es un dolor personal y social que, en algún momento, ha socavado mi optimismo. Identifico en el futuro inmediato un quiebre económico social que significará un golpe, en particular, para las personas más vulnerables y para la democracia. La espiritualidad de la Unidad que tratamos de vivir como familia, nos impulsa a realizar acciones concretas en favor de quien nos queda cerca. Personalmente, metido en el teletrabajo, lo primero que trato de hacer es amar a Irene, mi esposa, valorando el esfuerzo que hace por mantener todo a flote, ayudándola y comprendiendo si algo no sale bien, también porque por la pandemia no hay empleados que la puedan apoyar; cocino con alegría los platos que Roxana, mi hija menor, disfruta y me esfuerzo en dar aliento a Irene María, nuestra hija mayor, que estudia fuera del país. Cada día llamo a mis padres y me ocupo de sus necesidades. Tratamos de apoyar a los empleados domésticos, dándoles la tranquilidad de que -en tanto podamos- tendrán su ingreso garantizado. Con los empleados de la Compañía en la cual trabajo, junto con otros ejecutivos, estamos implementando políticas de apoyo económico, facilitando su acceso remoto de modo de garantizar a todos el empleo. Trato de ser lo más comprensivo posible con la disminuida productividad y con la relación con mi equipo directo. Con expertos de diferentes campos intercambiamos experiencias, estudiando la crisis, los modelos, la economía, el desarrollo de los mercados, la política y reconociendo que ésta es una buena oportunidad para reaprender y encontrar ideas innovadoras para enfrentar el futuro. Sin darme cuenta los días van pasando rápido, y una sensación de paz ha inundado con cierta frecuencia mi alma. Continúo preocupado por la situación sanitaria del país, por la democracia, por la economía, pero hoy tengo el ánimo para continuar luchando en pro de los valores en los que creo, a pesar de que afuera arrecie la tormenta.

Rolando, El Salvador (Recogida por Gustavo E. Clariá)

Evangelio vivido:  ¿qué habría hecho Jesús en mi lugar?

Un camino para estar unidos a Jesús es acoger su Palabra. Ello le permite a Dios entrar en nuestro corazón para que sea “puro”, o sea que esté limpio de egoísmos, apto para dar frutos abundantes y de calidad. Dar confianza Era un hombre de unos cuarenta años, con el rostro triste y que se presentaba mal: ropa descuidada y sucia, olor a alcohol y nicotina… No me pidió dinero, sino trabajo, uno cualquiera. Claramente necesitaba ayuda. ¿Qué habría hecho Jesús en mi lugar?  Decidí invitarlo a mi casa pues tenía algunos arreglos que hacer. Antes, él me había contado que acababa de salir de la cárcel y tenía que pagar la libertad condicional, pero no tenía nada. Su esposa lo había dejado. Después, hizo el trabajo que le había pedido  y le pagué. Antes de llevarlo al sitio en donde pasaba la noche, me preguntó si tenía alguna otra tarea para proponerle.  Hablé con algunos amigos y le encontramos otros trabajitos para que hiciera. Volvió varias veces. Mientras tanto crecían la confianza y el respeto recíproco. Después de un mes, lo dejamos de ver. Yo temía que hubiese regresado a la cárcel. Pero un día, me llamó por el celular: “Gracias por todo lo que has hecho por mí, por la confianza que me diste, Conseguí pagar la libertad condicional y comprarme un celular. Ahora tengo un trabajo fijo. ¡Estoy muy feliz!”. (A. L. – Estados Unidos) Eso en lo que creo Soy peluquera y hago servicios a domicilio. Un día una joven señora, que se había casado hacía poco tiempo, me llamó diciéndome que esperaba un hijo.  Triste, me confió que quería divorciarse porque la suegra le hacía la vida imposible. La escuché largo y tendido, y le aconsejé que esperara.  A los pocos días me llamó la suegra porque quería cortarse el pelo, ella también.  Y enseguida me habló muy mal de la nuera.  “¡Qué raro – le respondí -, justo hace dos días fui a su casa y la oí decir sólo cosas muy bonitas de Usted…”.  Cuando volví a ver a la nuera, le dije: “Su suegra me habló muy bien de Usted, se ve que la quiere mucho…”.  Algunos días después la familia se encontró con ocasión de una fiesta. Suegra y nuera se volvieron a ver después de meses y fue un momento muy bueno, como ellas mismas me contaron. Me agradecieron: “¿Quién te enseña las cosas lindas que nos cuentas?”. Entonces pude explicarles aquello en lo que creo: ese Evangelio que enseña a ser instrumentos de paz. (F. – Pakistan) Casi como un juego Mi marido y yo habíamos notado en nuestros hijos un escaso conocimiento de las bases de la fe cristiana.  Nos preguntamos entonces: ¿Y si hacemos una especie de curso de catecismo en la familia?  Empecé yo con Maria, Jutta y Ruben, esforzándome para que los conceptos fueran simples y que hicieran referencia a la vida cotidiana. Más tarde se agregaron Jeroen y Rogier, Rose y Michel…  Nació de allí una experiencia original, divertida y motivadora también: consistía, de hecho, en preparar todas las semanas como una clase que alguno de los niños escribía en el ordenador y luego multiplicaba, mientras que otro preparaba simpáticas carpetas para guardar los apuntes. Nuestros hijos estaban tan entusiasmados que, a menudo, espontáneamente invitaban a sus amigos a que vinieran.  Se agregaron otros. Cuando afrontamos el tema de los sacramentos, tuvimos la confirmación de cuán poco los habían entendido antes, mientras que ahora se han vuelto la riqueza de nuestra vida de fe.  Y este curso de catecismo que nació casi como un juego sigue adelante… (P. W. – Holanda)

 Recogido por  Stefania Tanesini

 (extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VI, n.3, abril-mayo de 2020)