Más de 40 seminaristas, acompañados por algunos sacerdotes, procedentes de 17 países de los 5 continentes, se pusieron en marcha para pasar en Loppiano las vacaciones de fin de año. «Elegimos la ciudadela internacional de los Focolares para hacer una experiencia de Dios – escriben –, en la comunión y en el intento de ahondar en esa elección evangélica radical que arde en nuestros corazones». Y es precisamente el Evangelio lo que quieren poner como base de su estadía en Loppiano, empezando por la Regla de oro, esa enseñanza que está presente también en otros textos sagrados de grandes religiones: “Todo cuanto quieran que los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos” (Mt 7,12). El grupo es acogido en Vinea Mea, la estructura sede de la Escuela residencial para sacerdotes llegados de varias partes del mundo para formarse a la Espiritualidad de la unidad, típica de los Focolares, haciendo una experiencia de Iglesia, tal como la define S. Juan Pablo II: «Casa y escuela de comunión» (Novo Millennio Ineunte, 43). Algunos sacerdotes de la Escuela y otros expertos de la Ciudadela acompañan a estos futuros sacerdotes en esta experiencia. El método con el que exponen sus temas, algunos incluso de un profundo contenido teológico, es experiencial y dinámico, y comprende también la puesta en común de las propias vivencias, acompañando así a los jóvenes para que a su vez hagan una actualización del mensaje de Jesús. Uno de ellos escribe: «Quedé profundamente impactado por uno de los puntos fundamentales de la espiritualidad de Chiara Lubich, presentado en el tema “Jesús abandonado, ventana de Dios – ventana de la humanidad”. Entendí que su mirada de amor abre el camino de la humanidad hacia Dios, pero abre también el sendero de Dios hacia el hombre de forma siempre nueva». Y otro: «Comprendí que ese Jesús que se hizo hombre por amor y que expresa el culmen de su amor en el abandono en cruz, no es sólo un hermoso concepto teológico, sino que tiene que llegar a ser vida en mí, amor y servicio para quienes están cerca de mí». Además el contacto con los demás ‘ciudadanos’ de Loppiano les dio la oportunidad de ampliar la comprensión de cómo construir la unidad a pesar de las numerosas diferencias. Concluyendo, algunas impresiones: «En estos días descubrí que también en las relaciones interpersonales la clave es lograr hacerse nada frente al otro, como Jesús abandonado, quemando en Él las dificultades que la vida de unidad conlleva». «Como Jesús, yo también tengo que vaciarme de mi “yo”, y estar dispuesto a “dar la vida” por los hermanos, en cada momento de la jornada». «Lo que más me impactó es la alegría con la que los habitantes de la ciudadela afrontan trabajos y tareas, transmitiendo Dios a los demás». Por el Centro Gens
Ser madres/padres de todos
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