Estoy contenta de dirigir un saludo a todos los participantes en la presentación del libro “Qui c’è il dito di Dio”[1]. Es el segundo volumen de la colección “Studi e Documenti”[2] promovida por el Centro Chiara Lubich. El título evoca una frase conocida por los miembros del Movimiento de los Focolares: el primer reconocimiento por parte del Arzobispo de Trento, Mons. Carlo de Ferrari, de ese algo nuevo que, de un modo edificante y al mismo tiempo contrastado, estaba naciendo en su diócesis, y que no venía de los hombres sino del “dedo de Dios”. Una mirada pura permitía al pastor, de esta manera, no detenerse frente a las consideraciones o a los juicios puramente “humanos”, sino penetrar más profundamente en la sorprendente acción de Dios, que se manifestaba a través de la vida de un grupo de chicas jóvenes, y esto 20 años antes del Concilio Vaticano II. La historia le habría dado la razón. Como miembros del Movimiento de los Focolares no podemos dejar de estar particularmente agradecidos a Mons. De Ferrari por su sapiente discernimiento, que permitió que aquel pequeño fuego encendido creciera y se extendiera después por el mundo entero. A distancia de 70 años, este trabajo de Lucía Abignente nos hace conscientes de que la intuición del arzobispo estaba profundamente enraizada en la vida de la Palabra de Dios, y su modo de actuar estaba sazonado de humildad, de perseverancia, de disposición a pagar en persona, de profecía. En la reconstrucción de los acontecimientos, que estas páginas nos ofrecen, sobre la base de una amplia recolección de fuentes, descubrimos un hilo de oro. Circunstancias propicias y adversas permitieron establecer una relación de comunión viva, real, entre Chiara Lubich y “su” obispo, que dio sentido a esa alternancia de “Hosanna” y “Crucifícalo” –por decirlo con las palabras que encontramos en las cartas de ambos –y que hizo vivir a Chiara en el amor a Dios y a la Iglesia. Estas páginas nos ofrecen un testimonio auténtico y contagioso de todo esto. También hoy, constituye una invitación a volver a tomar conciencia del don del carisma recibido y de la potencialidad de una fundación, que, como se reconoce hoy día, ha abierto un camino a los itinerarios de otras realidades eclesiales. Me alegra constatar que la publicación de este libro acontece en el año que el Movimiento de los Focolares dedica a la profundización de María, uno de los puntos fundamentales de la espiritualidad de la Unidad. Fue en el periodo de iluminación vivido en 1949 (en el que el Espíritu Santo hizo contemplar a Chiara la grandeza de la Madre de Dios, admirarla en su belleza única, totalmente revestida por la Palabra de Dios), cuando se delineó también el designio de Dios sobre la Obra que estaba naciendo: La Obra de María justamente. La vocación, el sello “mariano” de esta Obra emerge de estas páginas, que dan prueba irrefutable – diría- de ello, gracias al sí renovado de Chiara a los planes de Dios: sí a la llamada; sí al anuncio de ese Ideal que habría impregnado su vida; sí a la disponibilidad del ofrecimiento e inmolación del fruto generado, durante los años de estudio por parte de la Iglesia de Roma. En su “fiat” de la Anunciación como en el sí de la desolación a los pies de la cruz, María es el modelo, la forma, en la que Chiara Lubich vive su divina aventura. En los tiempos actuales, en los que se evidencia «una nueva y más explícita conciencia del principio mariano de la Iglesia como sacramento de unidad»[3], deseo que el testimonio y el mensaje, que transmite el libro que presentamos hoy, puedan ser un don para todo el pueblo de Dios y ayuden a la Obra de María a expresar la vocación que la Iglesia le ha confirmado en los Estatutos: ser «…– en lo posible – una presencia [de María] en la tierra y “casi” una continuación suya». [1] “Qui c’è il dito di Dio”: “Aquí está el dedo de Dios” (N.d.t.) [2] Colección “Studi e Documenti”: “Estudios y Documentos” (N.d.t.) [3] B. Leahy, Il principio mariano nella Chiesa, Città Nuova, Roma 1999, p. 46.
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