Movimiento de los Focolares
Dilexi te: el amor a los pobres, fundamento de la Revelación

Dilexi te: el amor a los pobres, fundamento de la Revelación

Dilexi te , “te he amado” (Apocalipsis 3,9) es la exhortación de amor que el Señor hace a una comunidad cristiana que –a diferencia de otras– no tenía ningún recurso y se encontraba despreciada y expuesta a la violencia. Al mismo tiempo, la cita que da el título a la primera Exhortación apostólica del Papa León XIV, ha sido firmada el 4 de octubre, fiesta del Santo de Asís. El documento nos recuerda el tema profundizado por el Papa Francisco en la Encíclica Dilexit nos sobre el amor humano del Corazón de Cristo y es un proyecto que el actual Pontífice considera propio, compartiendo con el Predecesor el deseo de hacer comprender y conocer el vínculo entre la que es nuestra fe y el servicio a los vulnerables; el ligamen indisoluble entre el amor de Cristo y su llamado a estar cerca de los pobres.

En la rueda de prensa de presentación de «Dilexi te» participaron (de izquierda a derecha): Fr. Frédéric-Marie Le Méhauté, provincial de los Frailes Menores de Francia/Bélgica, doctor en teología; Em.mo Card. Konrad Krajewski, Prefecto del Dicasterio para el Servicio de la Caridad; Em.mo Card. Michael Czerny S.J., Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; p.s. Clémence, Pequeña Hermana de Jesús de la Fraternidad de las Tres Fuentes de Roma (Italia).

Consta de 121 puntos en los que “hacer la experiencia” de la pobreza va mucho más allá de la filantropía. “No estamos en el horizonte de la beneficencia –afirma el Papa agustino– sino de la Revelación: el contacto con los que no tienen ni poder ni grandeza es una manera fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres él tiene aún algo para decirnos” (5).

León XIV invita a reflexionar acerca de los varios rostros de la pobreza: la de “los que no tienen medios de sustento material”, de “los que están marginados socialmente”; la pobreza “moral”, “espiritual” y “cultural”; la pobreza “de los que no tienen derechos, no tienen lugar y no tienen libertad” (9). Pero ningún pobre – prosigue– se encuentra “allí por casualidad ni por un destino ciego y amargo” (14). “Los pobres son una garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios” (103).

“Digamos enseguida que no es fácil para la Iglesia, y para los papas, hablar de pobreza. En primer lugar, porque la forma y la sustancia de la Iglesia no son las de la ONU ni las de los Estados. La palabra pobreza –nos explica el Profesor Luigino Bruni, economista e historiador del pensamiento económico, Profesor titular de Economía Política en la Universidad Lumsa (Roma) y director científico de Economy of Francesco– tiene en el cristianismo un espectro muy amplio, que va desde la pobreza mala porque no es elegida y es padecida, hasta la pobreza evangélica, la de esos pobres que Jesús llamó “bienaventurados”. La Iglesia debería moverse dentro de ese espectro amplio pues si deja de lado una de las dos formas de pobreza, se sale del Evangelio”.

El documento denuncia particularmente la falta equidad definiéndola como la raíz de los males sociales (94), así como el accionar de sistemas político-económicos injustos. La dignidad de toda persona humana debe respetarse ahora y no mañana (92) y, no por casualidad, durante la conferencia de prensa de presentación, realizada en el Vaticano el 9 de octubre de 2025, el Cardenal Michael Czerny S.J., Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, con referencias específicas al texto, reflexionó mucho sobre las llamadas ‘estructuras de pecado’: “el egoísmo y la indiferencia se consolidan en los sistemas económicos y culturales. La economía que mata (3) mide el valor humano en términos de productividad, consumo y beneficio. Esta ‘mentalidad dominante’ vuelve aceptable el descarte de los débiles y de los improductivos, y por lo tanto merece la etiqueta de ‘pecado social’”.

“Este es un tema antiguo de la doctrina social de la Iglesia –agrega a tal propósito el Profesor Bruni– e, incluso antes, de los Padres y de muchos carismas sociales, por no hablar de los franciscanos. En esos pasajes se percibe la mano del Papa Francisco y el espíritu de San Francisco (64); pero asimismo de los carismas más recientes –fue el Padre Orestes Benzi el primero en hablar de las “estructuras de pecado”– y también de la Economía de Comunión y la Economy of Francesco. Además es importante la referencia –una vez más en plena continuidad con el Papa Francisco– a la meritocracia, definida como una “falsa visión” (14). La meritocracia es una falsa visión, porque atribuye la existencia de muchas pobrezas a la falta de mérito de los pobres. Luego, a los pobres demeritorios se los define también como culpables. La ideología meritocrática es una de las principales “estructuras de pecado” (número 90 y subsiguientes) que generan exclusión y luego intentan legitimarla éticamente. Las estructuras de pecado son materiales (instituciones, leyes…) e inmateriales, como las ideas y las ideologías”.

Lógicamente el documento dirige la mirada al tema de las migraciones –Robert Prevost hace suyos los famosos “cuatro verbos” del Papa Francisco: recibir, proteger, promover e integrar– sin olvidar a las mujeres, que están entre las primeras víctimas de la violencia y la exclusión; subraya la importancia de la educación para la promoción del desarrollo humano integral, el testimonio y el vínculo con la “pobreza” de muchos santos, beatos y órdenes religiosas y propone un retorno a la limosna como un camino para poder realmente “tocar la carne sufriente de los pobres” (119).

En Dilexi te el Papa León nos “exhorta” a cambiar el rumbo, pensar en los pobres no como un problema de la sociedad ni, mucho menos, únicamente como “objeto de nuestra compasión” (79) sino como actores reales a los que hay que darles voz y como “maestros del Evangelio”. Es necesario que “todos nos dejemos evangelizar por los pobres. Ellos –escribe el Papa– son una cuestión familiar. Son de los nuestros”. Por lo tanto “la relación con ellos no puede reducirse a una actividad o a una oficina de la Iglesia” (104).

“Tomar en serio la pobreza evangélica significa –agrega Luigino Bruni– cambiar el punto de vista, hacer una metanoia, decían los primeros cristianos. Y luego, hoy, intentar responder a algunas preguntas radicales: ¿cómo llamar “bienaventurados” a los pobres cuando los vemos en la miseria, morir en el mar, buscar su alimento entre nuestros desechos? ¿Qué bienaventuranza conocen? Por ello, muchas veces los primeros y más severos críticos de esta primera bienaventuranza han sido justamente los que han dedicado su vida a estar junto a los pobres, sentados a su lado, para liberarlos de su miseria. Los amigos más cercanos a los pobres terminan siendo, paradójicamente, los mayores enemigos de la primera bienaventuranza. Y nosotros tenemos que entenderlos y agradecerles por haberse escandalizado de ello. Y luego intentar llevar el discurso a terrenos nuevos y osados, siempre paradójicos. ¡Cuántos “ricos epulones” encontraron en la bienaventuranza de los pobres una coartada para dejarlo a Lázaro (con referencia a Lucas 16,19-31) feliz en su condición de privación y miseria, y acaso autodefiniéndose como “pobres de espíritu” porque daban las migajas a los pobres! Ha de haber algo estupendo en ese “bienaventurados los pobres”. Nosotros ya no lo entendemos, pero por lo menos tratemos de no empequeñecer su profecía paradojal y misteriosa. El Papa León ha tratado de indicarnos algunas dimensiones de esa belleza paradojal de la pobreza, sobre todo en los largos párrafos dedicados a la fundamentación bíblica y evangélica. Pero aún hay mucho que descubrir y decir. Desearía que los futuros documentos pontificios también incluyeran el magisterio laico sobre la pobreza, que por lo menos desde hace 50 años nos dan personajes como Amartya Kumar Sen o Esther Duflo, galardonados con el Premio Nobel de Economía, o Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz. Estos estudiosos, como muchos otros, nos han enseñado que las pobrezas no son falta de dinero e de réditos (flujos) sino falta de capitales (stock) –sanitarios, educativos, sociales, familiares, capabilities (capacidades, habilidades)…– que luego se manifiesta en una carencia de rédito; pero sólo trabajando en los capitales hoy es como mañana podremos hacer salir a los pobres de las trampas de la pobreza. Como ha explicado Sen, la pobreza es encontrarse en la imposibilidad objetiva de “poder realizar la vida que quisiéramos vivir”, y por lo tanto es una falta de libertad. Los carismas siempre lo han intuido, ya que en las misiones o incluso antes en Europa y en todo el mundo han llenado el mundo de escuelas y hospitales, para mejorar los ‘capitales’ de los pobres. Incluso la limosna, de la que habla al final del documento el Papa León (número 76 y subsiguientes), tiene que orientarse hacia la ‘cuenta capital’, y no debe dispersarse en ayudas monetarias que a menudo terminan por aumentar esas pobrezas que quisieran reducir. La Dilexi te es un punto de partida, para un camino que es todavía es muy largo para los cristianos en un terreno, en parte desconocido aún, de las pobrezas (de las feas que hay que disminuir y de las bellas que hay que aumentar).

Maria Grazia Berretta

En audiencia con el papa León XIV

En audiencia con el papa León XIV

“Hemos ido a ver al Santo Padre para presentarle la vida del Movimiento y acoger sus palabras ‒nos cuentan Margaret Karram y Jesús Morán, presidenta y copresidente de los Focolares esta mañana‒ al término de la audiencia privada con el papa León XIV. Ha sido un encuentro auténtico, personal, fraterno.
Estaba interesado en conocer el trabajo por la paz, por el diálogo ecuménico, interreligioso, con las culturas y, en particular, por la comunión entre los movimientos eclesiales. Nos animó a llevar adelante el Carisma en el mundo”. “Al final le pregunté ‒cuenta Margaret Karram‒ si podíamos llevar su bendición a todos los que forman parte del Movimiento: «¡Por supuesto!», me respondió”.
Para el relato “en directo” de la audiencia por parte de Margaret y Jesús, la cita es mañana a las 18:00, hora italiana, en la Conexión (la videoconferencia mundial).

Foto © Vatican Media

Jubileo de los jóvenes: “Aspiren a cosas grandes”

Jubileo de los jóvenes: “Aspiren a cosas grandes”

Mirando la transmisión en directo de la vigilia en Tor Vergata, en la periferia de Roma, y viendo esas imágenes de una inmensa multitud, puede surgir una pregunta: ¿qué han venido a buscar aquí este millón de jóvenes? ¿Estar cerca del Papa León XIV? No me parece suficiente como motivación. ¿Conocer Roma? Podría ser, pero seguramente no habrían escogido estas condiciones de alojamiento, comida y transporte. Pues bien, en el silencio profundo y prolongado durante la hora de adoración se encuentra la respuesta. Estos chicos y chicas que han venido de todo el mundo, se vieron atraídos por Jesús, incluso sin que ellos lo supieran tal vez, para este encuentro personal y comunitario, en donde él sin duda ha hablado al corazón de cada uno, que vuelve a su casa cambiado, con una fe más sólida, con una esperanza de lo divino que no olvidará.

La semana del Jubileo dedicada a los jóvenes empezó el 28 de julio y concluyó el domingo 3 de agosto. Se han organizado muchísimas actividades para recibir a los que llegaban a Roma para vivir estos días: visitas a lugares históricos, a las Basílicas, eventos culturales, conciertos, catequesis.

El Movimiento de los Focolares también propuso 4 recorridos especiales en Roma siguiendo la Peregrinación de las Siete Iglesias, ideada por San Felipe Neri. Es un itinerario histórico que ha acompañado a los peregrinos desde el siglo XVI. Un camino de fe y comunión fraterna, hecho de oración, cantos y reflexiones sobre la vida cristiana, con actividades de grupo, catequesis y testimonios, ayudados por un librito de meditaciones para una profundización espiritual a la luz del carisma de la unidad. El nutrido grupo que adhirió a la propuesta estaba compuesto por jóvenes de lenguas inglesa, húngara, holandesa, italiana, alemana, rumana, coreana, española y árabe.

Todo el “viaje” se basó en 4 ideas clave: peregrinación (un camino), puerta santa (una apertura), esperanza (mirar hacia adelante) y reconciliación (construir la paz).

“Esperanza” es la palabra que se transmite en el testimonio de Samaher, joven siria de 28 años: “Los años de mi infancia han sido dolorosos, oscuros y solitarios. La casa no era un lugar seguro para una niña por los conflictos, y ni siquiera la sociedad, por el bullying. Afrontando todo sola, sin poderlo compartir con nadie, llegando a intentos secretos de suicidio por la fuerte depresión y el miedo. El Evangelio me cambió, después que la vida dentro de mí se había apagado y todo se había vuelto oscuro… me devolvió la luz”.

Las catequesis se llevaron a cabo en el Focolare meeting point a cargo de Tommaso Bertolasi (filósofo), Anna Maria Rossi (lingüista) y Luigino Bruni (economista). “Una mirada que parte del amor y suscita amor, ¿no es acaso el rostro más concreto de la esperanza?” es la pregunta provocatoria dirigida por Anna Maria Rossi a los jóvenes peregrinos.

José, un joven de 18 años de Panamá, lo confirmó en el testimonio que compartió a propósito del período de su enfermedad: “Mi experiencia demuestra que, cuando pones en práctica el arte de amar que consiste en ver a Jesús en todos, amar a todos, amar a los enemigos, amar como a ti mismo, amarse recíprocamente…, no sólo cambia tu vida, sino que también cambia la de los demás. Justamente este arte de amar, que muchos han compartido conmigo, ha creado un equilibrio tan fuerte que me ha ayudado a no derrumbarme en los momentos difíciles, sosteniéndome y reforzándome a través de cada obstáculo con el que me encontré”.

También Laís de Brasil no escondió los retos que encontró al separarse sus padres: “Hubo momentos en los que no entendía por qué vivían separados y deseaba que estuvieran nuevamente juntos. Sin embargo, cuando tuve una mayor conciencia de lo que había pasado entre ellos, les pude plantear preguntas sinceras, y ninguno de los dos me ocultó la verdad. Ello me ayudó a aceptar la realidad de nuestra familia. Hoy tienen una relación de amistad y eso para mí es un ejemplo de madurez, perdón y amor verdadero, que va más allá de las dificultades y los errores. Recomenzar es posible cuando nos ponemos realmente en juego”.

El papa León, en varios momentos hizo intervenciones y saludos fuera de programa, como cuando, en la misa de bienvenida, quiso hacerse presente en la conclusión recorriendo, a bordo del “papamóvil” la Plaza San Pedro y la via della Conciliazione, repleta de jóvenes, para saludarlos. Hablando espontáneamente dijo: «Esperemos que todos ustedes sean siempre signos de esperanza (…) Caminemos juntos con nuestra fe en Jesucristo y nuestro grito tiene que ser también para la paz del mundo”.

Luego, el sábado 2 de agosto, mientras la naturaleza regalaba un magnífico atardecer, respondiendo a las preguntas de los jóvenes en Tor Vergata volvió a remarcar su llamado: “Queridos jóvenes, ¡quiéranse entre ustedes! Quererse en Cristo. Saber ver a Jesús en los demás. La amistad puede cambiar realmente el mundo. La amistad es un camino hacia la paz ”. Y luego agregó: “Para ser libres, hay que partir del cimiento estable, de la roca que sostiene nuestros pasos. Esta roca es un amor que nos precede, nos sorprende y nos supera infinitamente: es el amor de Dios. (…) Encontramos la felicidad cuando aprendemos a donarnos nosotros mismos, a donar la vida por los demás”. Indicó luego el camino para seguir a Jesús: “¿Quieren ustedes encontrarse verdaderamente con el Señor Resucitado? Escuchen su palabra, que es Evangelio de salvación. Busquen la justicia, renovando la forma de vivir para construir un mundo más humano. Sirvan al pobre, dando testimonio del bien que quisiéramos siempre recibir del prójimo”.

En la Misa del domingo el papa León XIV les dijo a los jóvenes que estamos hechos “para una existencia que se regenera constantemente en la donación, en al amor. Y así aspiramos continuamente a un “algo más” que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed grande y ardiente a tal extremo, que ninguna bebida de este mundo puede saciar”. Y concluyó la homilía con una apremiante invitación: “Queridísimos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús. (…) Aspiren a cosas grandes, a la santidad, en cualquier lugar en donde se encuentren. No se contenten con algo menos”.

Saludándolos al final, definió estos días como “una catarata de gracia para la Iglesia y para el mundo entero”. Recordando una vez más su grito por la paz: “Estamos con los jóvenes (…) de todas las tierras ensangrentadas por las guerras. (…) Ustedes son el signo de que un mundo distinto es posible: un mundo de fraternidad, en donde los conflictos se afrontan no con las armas sino con el diálogo”.


Se concluye la experiencia única e irrepetible del Jubileo de los Jóvenes 2025. En este increíble viaje hemos: caminado, cantado, caminado, bailado, disfrutado, caminado, rezado, reído y caminado… arrastrados por una meta común y muchos compañeros de viaje. Sí, porque más allá del programa estupendo que nos enriqueció cultural y espiritualmente, quedará para siempre impresa en nuestros ojos la imagen de miles de chicos como nosotros que caminaban. Quizá si les hubiéramos preguntado a algunos de ellos cuál era su meta, habrían respondido algo como: “Estamos yendo a la iglesia de Santa María la Mayor” o bien “Estamos yendo a descansar finalmente”, pero estoy convencido de que si hubiéramos preguntado cómo lo estaban haciendo, habrían contado con los ojos llenos de energía sobre las canciones que cantaron, sobre los chicos con quienes hicieron amistad y sobre la plenitud de espíritu que este caminar les regaló. En el fondo, para nosotros el Jubileo ha sido eso, un camino como ningún otro, en una ciudad como

ninguna otra, en donde se unen sueños, esperanzas, alegrías y dolores de un mar de personas, en donde si caminas solo, tienes de todos modos un compañero a tu lado, en donde el mundo es al mismo tiempo minúsculo e inmenso, en donde todo grita Unidad. Volvemos a casa con un recuerdo que no se borrará fácilmente, el recuerdo de un Mundo Unido en el que nos tomamos de la mano y caminamos, con la cabeza bien alta y el corazón lleno de un espíritu más grande.

Mattia, Calabria (Italia)


Carlos Mana (con la colaboración de Paola Pepe)
Foto © Joaquín Masera – CSC Audiovisivi