Con mi esposa, desde 1992, tenemos una empresa de exportación de maquinaria y tecnología para la elaboración de la carne, que adhiere al proyecto de la Economía de Comunión y trabaja en los Estados de la ex-Unión Soviética. En agosto de 1997 se derrumbó el sistema bancario y el mercado ruso. Todo se bloqueó afectándonos gravemente: de hecho teníamos más de diez contratos en Rusia; muchos fueron suspendidos y el pago de los créditos congelado. Pero nuestra empresa tenía que ir adelante y asegurar también los pagos regulares a sus empleados, para el sustento de una decena de familias. Las reservas estaban por agotarse y todas las mañanas llamaba por teléfono al banco para preguntar si de casualidad había llegado algún abono desde Rusia o si había entrado algo de nuestros clientes. La respuesta era siempre la misma: no. Después de tres meses todavía no había llegado nada. Todos me decía que ni lo pensara: todo estaba bloqueado y no llegaba nada para nadie. Un lunes miré la cuenta bancaria y vi que teníamos sólo 300.000 florines. Sabía que al día siguiente tenía que pagar una cuenta de 400.000 florines y además, faltaban los sueldos por pagar. A medio día volví a casa muy preocupado. Con mi esposa nos preguntamos qué hacer: �cerrar la empresa o seguir adelante? Sentíamos la responsabilidad no sólo por nosotros, sino también por los demás. A la entrada, en la mesita, teníamos siempre alguna hojita de la palabra de Vida del mes. Esta decía: “Si tienen fe…”. Saliendo para regresar a la oficina le dije a mi esposa: “�Ahora tenemos necesidad de aumentar nuestra fe!”. Entrando en la oficina, me recibió la noticia que me habían llamado del banco, �porque había llegado un abono de un millón y medio! I.B. – Hungría
Amar a todos
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