«Estábamos más o menos a mediados del año escolar, en medio de las actividades extra-curriculares que organiza la escuela en las tardes, pero, para mí que practico atletismo, también en medio de la preparación de una temporada de competencias que estaba por iniciar.

Desde hacía tiempo la profesora de italiano había organizado un encuentro con la autora de un libro que habíamos leído. Pocos días antes de la cita mi entrenador me propuso unas competencias que eran precisamente el día del encuentro literario.

Empezó el dilema entre las dos elecciones, entre lo que prefería hacer y que era correcto hacer. Traté de fijar mi atención, más que en mis sensaciones en las de ellos dos, de basar mi comportamiento en las consecuencias que habría traído para estas dos personas.

Dado que en el encuentro con la autora no estaba involucrada activamente en ninguna cosa sino sólo como oyente, decidí ir a las competencias. Pero al tratar de comunicar a la profesora mi futura ausencia mi decisión de “tratar de amar” se volvió a presentar fuertemente. De hecho temía que pudiera sentirse mal porque le daba mucha importancia a esta cita, por lo tanto, también por sugerencia de algunas de mis amigas, pensé en inventarme una excusa, una cita médica o un malestar físico, para no asistir al evento evitando correr riesgos. Pero, gracias a la forma como había asumido la cuestión desde el inicio, además de sentir claramente que dicha elección era errada, sentí el valor para afrontar este pequeño reto. Con gran sorpresa de mi parte y de toda la clase, la profesora no tuvo ninguna reacción negativa, es más, me habló de su pasado deportivo y me dio ánimo para la competencia.

Las competencias que siguieron fueron las más lindas que haya tenido, por la alegría experimentada y porque la cuestión me demostró cuán importante es que toda decisión se tome por amor, decisión que Dios recoge y multiplica a través de la felicidad que nos dona. La pequeña atención de respetar al prójimo y una pequeña mentira no dicha para hacer triunfar la sinceridad, la lealtad –y de consecuencia también la libertad- y me hicieron sentir ese día una auténtica gen 3!

¿Quiénes son los gen3 para Elena? «Muchachos que tratan de vivir el Evangelio y de llevar la unidad a través de su forma de actuar. La vida gen 3 es la vida cotidiana, normal, pero esa cotidianidad que fija cada momento en la eternidad, una normalidad en donde cada gesto se vuelve excepcional porque está dirigido a Dios y tiende a la conquista del Paraíso».

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