«Cuando estallaron las manifestaciones y tuvieron lugar los primeros disparos, llegaron a nuestro hospital muchos heridos. En seguida me puse a disposición y a pesar del peligro fui hasta el lugar para atender a los heridos pasando por los puestos de control de gente armada. Dentro de mí sentía la seguridad que no estaba solo, sino en el corazón de Jesús.

Un día después, vi crecer la división entre los miembros de la sociedad y aumentar la tensión entre las distintas confesiones y los asesinatos con base a la pertenencia religiosa. Elegí ir contra la corriente, aceptando tratar a pacientes de todas las confesiones, asumiendo el riesgo de ser malinterpretado por mi forma de actuar y acusado tanto por parte del Gobierno como de los opositores armados. Para garantizar la seguridad de los pacientes, muchas veces, al terminar una operación, esperaba a los enfermos durante horas para transportarlos en forma segura a sus casas en mi carro.

Una noche, mientras acompañaba a una paciente alauita a dar a luz en Hama, ciudad en su mayoría sunita, nos topamos con una manifestación de protesta contra el régimen. En el carro todos estaban estaba asustados y tampoco yo estaba seguro sobre la forma de preceder, sobre todo cuando un grupo de manifestantes que acercó para saber quién estaba dentro. Hablando con ellos dije en voz alta: “Aquí en el auto hay una mujer que está por dar a luz, tengan temor de Dios”. Se calmaron y después se alejaron y así pudimos entrar al hospital.

La señora estaba a punto de dar a luz. Poco después se escucharon los gritos del neonato. Era una vida que nacía en medio de la muerte. Nos conmovimos hasta las lágrimas porque ese niño era el símbolo de nuestras esperanzas de un nuevo nacimiento.

Tratar de amar a todos significa también pensar en los familiares de los heridos y de las víctimas, tratando de estarles cerca y de tranquilizarlos, y también ayudándolos a superar la rabia y el deseo de venganza. Un día murió un oficial musulmán de una aldea cercana a la nuestra. Con otros médicos cristianos fuimos a darle el pésame a la familia. Cuando su padre lo supo se conmovió, y después se dirigió a nosotros diciendo: “Hoy me han honrado ustedes y su gente, y me han traído un poco de paz”.

El pasado septiembre, hacia el final del Ramadán, traté de involucrar a mis colegas médicos en una acción de reconciliación. Invitamos a 120 médicos de la ciudad, de todas las confesiones, a un Iftar en donde estuvo presente el gobernador de la ciudad. Se creó un clima bello y sereno que tranquilizó los ánimos y tuvo un eco muy positivo en Hama ayudando a sanar las heridas.

Esta vida por la unidad no ha pasado desapercibida. He sido llamado a trabajar en el comité del diálogo ciudadano donde también he podido aportar la visión política iluminada por la espiritualidad de la unidad. Sucesivamente fui elegido para formar parte del comité de Diálogo nacional llamado a reunirse con el Presidente para encontrar una solución justa. Lamentablemente esta acción pacífica no ha obtenido el resultado anhelado pero sigo esperando y trabajo para que el diálogo y la reconciliación tengan la última palabra».

Y. S. – Siria

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