El texto elegido por el periodista y crítico de arte Mario Dal Bello, fue sin lugar a dudas una forma importante de explicar los puntos más relevantes de la espiritualidad de los Focolares y el pensamiento de su fundadora Chiara Lubich. En el «Diálogo sobre armonía y belleza» con una seguidilla de «obras maestras de la historia del arte europeo», describe el ideal de la unidad ya que «el vínculo entre la espiritualidad de la unidad y el arte es muy estrecho – afirmó-.  No es casualidad que Chiara Lubich, delante de la Piedad vaticana de Miguel Ángel , le pidió a Dios que nazcan artistas que fueran también santos. Porque ¿qué es la santidad si no la perfección en el amor, y por lo tanto transmisión de la belleza de Dios que es amor?» Es así que en la ciudad de Udine, conmemorando los 70 años del nacimiento de los Focolares y recordando el 6º aniversario de su nacimiento a la vida del Cielo, se  realizó un homenaje,a Chiara, recordando la frase que ella acostumbraba repetir: «La belleza es armonía. Armonía significa altísima unidad»

Sin embargo es necesario hacer una premisa:  «Muchos tratan de explicar el arte, pero es imposible,  admitió, muchos hacen arte por oficio, pero el arte es inefable como el Espíritu, fascina sin un porqué como cuando uno se enamora» Por esto Dal Bello comenzó con el retrato de Jesús en El Greco, «por una mirada así que es igual a la que se ve en la persona amada, captamos justamente el rostro de Dios» Ver a Dios en el otro y captar el amor,  es uno de los aspectos clave de la espiritualidad de Chiara Lubich.

Y si Jesús es Buen Pastor, es decir, «hermoso pastor – puntualizó- ama a sus ovejas, también nosotros debemos amar al prójimo». Es un compromiso ilustrado por el espléndido mosaico del Mausoleo de Galla Placidia en Ravenna, en el que Cristo está representado rodeado por la grey «vestido de luz y Resucitado: lo indica la cruz adornada con gemas que lleva. Es un símbolo de la resurrección»

En razón de este amor recíproco, Jesús está presente allí donde dos o más están reunidos en su nombre, como se puede ver en la Cena en Emmaus, de Rembrandt, en la cual «Jesús entra en la cotidianidad, tanto que los personajes parecen casi no darse cuenta que él parte el pan» Y es una presencia que marca la diferencia en la comunidad, como se ve en la Transfiguración de Rafael, en la cual hay un fuerte contraste entre «el plano superior, donde hay colores claros  pues  Jesús está presente con Moisés y Elías; y el plano inferior, donde prevalecen los colores oscuros viéndose los apóstoles confundidos.»

El crucifijo de Dali ilustra otro aspecto de la espiritualidad de Chiara, el amor a Jesús abandonado en la cruz: «Un Cristo visto desde arriba que parece inclinarse hacia la humanidad y atraer a todos a sí mismo. Y significativamente no vemos el rostro de Jesús porque todos nosotros somos su rostro»

Otra figura central, emerge, – pero solo para un ojo experimentado- en el Juicio universal de Miguel Angel: «Si observan bien – hizo notar Dal Bello- María está mirando un ángel, que levanta a los salvados con un Rosario. María aparece como aquella que lleva al cielo a los cristianos: es cierto que el Movimiento de los focolares se llama también Obra de María»

Por último, el perfil  político en el Agnello mistico de Jan e Hubert Van Eyck (Cordero místico de Jan y Hubert Van Heyck), en el cual la Jerusalén celeste del Apocalipsis, a cuyo alrededor está reunida toda la Iglesia, está representada por una ciudad contemporánea: alude al compromiso que los Focolares están llamados a llevar a las comunidades en que viven.

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