Río Tercero es una pintoresca ciudad de la provincia de Córdoba, en Argentina. Está situada en una zona agrícola y de cría de ganado.  Hacia mediados del 900 se dio una multiplicación de la industria (entre las más importantes está la Fábrica Militar Río Tercero, tristemente famosa por las dolorosas explosiones que se verificaron allí en 1995) que trajo consigo un incremento demográfico notable. No están ausentes los desafíos sociales, sobre todo, en los barrios de la periferia donde, debido a la falta de empleo y educación, la violencia está a la orden del día.

Estela, dentista de profesión, recibió, a través de su párroco, la tarea de la responsabilidad de  Cáritas, con el preciso pedido de dar a conocer la espiritualidad de la unidad en esta estructurade la Iglesia. Empezó pidiendo la colaboración de personas de buena voluntad a la salida de la Iglesia. Si lo hacía ella, que tenía poco tiempo, entre el trabajo, los hijos y nietos… también otros podrían hacerlo.

Con el equipo constituido, fue a visitar a las familias de los barrios pobres. Por lo general, se encontró con  madres jóvenes con hijos y esposos alcohólicos o drogadictos. Empezó con la “Tienda”, una boutique de donde se podía llevar ropa para toda la familia. Cuando llegó el invierno, todos buscaban frazadas … pero no eran suficientes. Decidieron fabricarlas. Así empezó un taller con 28 mamás.

Las relaciones fueron creciendo; las mujeres se sentían valoradas y estimadas. Estela les  propuso  empezar a meditar y a vivir cada mes una palabra del Evangelio. Cuando terminó el invierno nadie se quería ir. ¿Qué hacer? «Nos vino la idea -cuenta Estela- de hacer pan. Empezamos con un horno doméstico. Cada una traía la harina, la levadura y se hacía el pan para la propia familia, y algo más para vender. Luego, la ganancia se repartía entre todas. Pero era demasiado poco. Informando de la actividad al Consejo pastoral de la parroquia, me animaron, no sólo con las palabras, sino con una suma de dinero, a comprar un horno más grande. Se comunicó la iniciativa a todos los parroquianos y la gente empezó a traer harina. Así se construyó un puente de unidad entre la gente de la parroquia que está en el centro de la ciudad y las mujeres que provenían de los barrios de la periferia que venían con sus hijos porque no tenían donde dejarlos». Porque ir a vender pan con sus hijos no era posible.

Así nacieron actividades para los niños, con un programa de apoyo extracurricular y actividades recreativas realizadas por los jóvenes de la parroquia. «Con el tiempo, la relación entre las mamás y sus hijos fue cambiando. Procurábamos que los hijos apreciaran el trabajo de sus mamás y por otra parte, que se sintieran animados a estudiar viendo el esfuerzo que hacían ellas para ganar algo de dinero».

Con el tiempo la actividad se volvió pública. El pan ahora se vende en varios negocios de la ciudad y la municipalidad, que se ha interesado, ahora quiere participar con un proyecto de desarrollo. El resultado es una auténtica panadería, provista de 4 grandes hornos, el equipo necesario y una gran cantidad de harina. Así empezó una microempresa, donde las mismas empleadas se convierten en empresarias. Actualmente son 4 las responsables de la panadería, que atiende regularmente a escuelas, pizzerías y otras panaderías.

«Aunque se trata de una pequeña actividad –comenta Estela- es de todas formas una fuente de trabajo; pero lo más importante es la formación integral de cada uno y de sus familias». Un trabajo que sigue contagiando a otros.

1 Comment

  • è una grande gioia vedere ciò che è emerso dall’amore di questa volontaria con la quale abbiamo sognato anni fa una possibilità di dare la spiritualità dell’unità nella sua cittadina. Non conoscevo il seguito di quelli inizi!
    Incoraggia moltissimi sapere quanto si può fare sostenuti dall’amore e per amore di chi ha bisogno di sentirsi amato e accompagnato.

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