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Maria Voce. Foto © CSC Audiovisivi

El modelo de nuestras relaciones interpersonales y sociales es el amor trinitario. Dios, aun siendo Uno, no es solo, sino que es una realidad de amor que habla de pluralidad, es el modelo de toda convivencia humana: relaciones sociales a imagen de la Trinidad. Una expresión de estas relaciones puede ser la ciudad que Chiara Lubich siempre ha mirado con un interés especial. Cada ciudad tiene una “vocación”, un designio específico que puede llegar a ser un don, una nota en la sinfonía del conjunto. Es con esta mirada que ella, en sus muchos viajes, o al acoger los numerosos galardones y ciudadanías honorarias, quiso descubrir y dar a conocer el alma de cada ciudad. Quizás también por eso siempre deseó ver realizadas pequeñas ciudadelas, talleres de convivencia humana, bocetos de un mundo unido, testimonios de cómo podría ser la sociedad si estuviese basada en el amor recíproco del Evangelio, en la fraternidad vivida.

Son veinticinco las ciudadelas del Movimiento presentes en todos los continentes, en los más variados contextos sociales y culturales, como en los Estados Unidos, en Camerún, en Filipinas, Alemania, Brasil, Argentina, etc. Chiara Lubich es la inspiradora, y ha seguido e iluminado sus desarrollos. El prototipo de ellas es la ciudadela internacional de Loppiano, en Toscana, que tendrá la alegría y el honor de recibir el próximo 10 de mayo la visita del Papa Francisco.

3 marzo 2018
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Mirándolas, Chiara las definía como un “plano inclinado” hacia quien sufre por la duda, la incertidumbre, la falta de futuro. Decía que a todos, este modelo de ciudad, «da seguridad y esperanza. Es una mano tendida hacia quien, hoy, busca la felicidad en modo errático, en la droga, en el erotismo, en la riqueza… Dice a todos y demuestra que la verdadera y perfecta alegría está en seguir a Jesús. Ilumina a quien sufre por distintas formas de falta de unidad, en la familia o en el propio ambiente, porque las ciudadelas ofrecen el ejemplo y el secreto de la unidad. Desarman a quien se ve tentado por la violencia en cualquier campo, porque demuestran, con el ejemplo, con la internacionalidad de sus habitantes, que es con la mansedumbre, fruto del amor, que se puede conquistar el mundo».

Quien visita estas ciudadelas encuentra una casa, una familia, una madre: ¡María! Es Ella quien forma y da un toque mariano a la vida social de todo el Movimiento de los Focolares. En el Magníficat Chiara siempre nos ha indicado un programa de vida y de acción: «La “magna carta” de la doctrina social cristiana que inicia allí donde María canta: “derribó a los potentes del trono, elevó a los humildes, colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías”. Lo hemos experimentado desde un inicio del Movimiento y todavía ahora: existe quien pone en común joyas, terrenos, bienes de todo tipo, quien pone en común sus necesidades. Eligiendo un estilo de vida sobrio, nos ayudamos entre todos a tener lo necesario. En el Evangelio está la más alta y arrolladora revolución. Y quizás está en los planes de Dios que también en esta época, comprometida en la solución de los problemas sociales, sea la Virgen quien nos dé a todos los cristianos una mano para edificar, consolidar, erigir y mostrar al mundo una sociedad nueva que sea el eco potente del Magníficat».

Quisiéramos que la comunión de bienes entre las personas y las familias se extendiera a las ciudades, los Estados, los pueblos, los continentes, para abrir camino a la civilización del amor.

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