Queridos todos:

Con mucha alegría doy la bienvenida a cada uno de los participantes de este Congreso, y saludo en particular a nuestros hermanos cristianos, ministros de otras Iglesias, que están aquí presentes.

Se han dado cita, provenientes de muchos países de todos los continentes, para profundizar juntos la espiritualidad de comunión y de diálogo en la Iglesia de hoy.

Me han pedido una palabra.

He visto que en vuestro rico programa le han dado un espacio relevante al tema “El abandono de Jesús”. ¿Por qué?
Porque los puntos fundamentales de nuestra espiritualidad son, de una parte Jesús crucificado que grita “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y de la otra, la unidad.

Jesús crucificado y abandonado es Aquél que abrió a los hombres el camino a la fraternidad universal.
Fue en ese momento cuando se convirtió en el mediador entre los hombres y Dios. Fue en la cruz donde se presentó al Padre como sacerdote y víctima al mismo tiempo por toda la humanidad. Y ya que los hombres, gracias a Jesús crucificado y abandonado, han podido restablecer su relación con Dios, también tienen la posibilidad de hacerlo entre ellos: Jesús abandonado es el vínculo de unidad entre los hombres. Y la unidad es el fruto del diálogo: es el diálogo realizado.

Por eso hablaremos de Él: ¡Él es el verdadero sacerdote!
Mi deseo, que acompaño con la oración, es que cada uno de ustedes encuentre en Él su modelo, para que la Iglesia se vea enriquecida por sacerdotes-Cristo, sacerdotes-víctimas por la humanidad; auténticos Cristo, dispuestos a dar la vida por todos.

La fiesta de Pascua que acabamos de celebrar nos recuerda que al dolor de la Pasión siguió la gran alegría de la Resurrección.

En Él Resucitado, vivo entre nosotros,
Chiara

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