En un tú a tú con Jesús
Como alcalde, no hay día en que no me detengan por la calle aunque más no sea para saludarme. Incluso en la iglesia, durante la misa, no consigo encontrar un momento para estar en un “tú a tú” con Jesús. Un domingo fui a misa a una ciudad cercana, esperando que pasaría inadvertido. Pero me encontré con una iglesia repleta, una liturgia larguísima presidida por el obispo. Fuera de la iglesia había una mujer a quien le di una limosna. Pocos pasos después me encuentro con otro pobre, con el rostro desfigurado. Seguí adelante. Luego, me vino un pensamiento: “¿Me buscabas? Allí estoy, en esa señora necesitada y en ese señor con el rostro desfigurado”. Volví para atrás. El hombre estaba aún allí, agradecido porque había regresado a buscarlo.
G. – Italia

Superstición
Subo al taxi y noto que el coche está lleno de amuletos y alhajitas, signo de que el taxista debía tener creencias superticiosas. Durante el trayecto, me animé y le dije: “Yo creo en Dios, mi confianza se apoya sólo en él”. Mientras conducía, me escuchaba en silencio. Un rato después debo llamar nuevamente a un taxi. Con gran asombro me encuentro con el mismo taxista y el mismo coche. Pero para mi sorpresa noto que esos objetos habían desaparecido y un rosario estaba colgado del espejito.
N. – Suiza

En equipo
Somos una enfermera, un técnico de laboratorio y un médico. Trabajamos en sectores distintos del mismo hospital. Estamos convencidos de que el Evangelio vivido no se limita a transformar al hombre, sino que puede también renovar las estructuras, los barrios, los ambientes de trabajo. Por eso, en la mañana, antes de iniciar el trabajo, buscamos un momento para compartir dolores y alegrías. Es un descubrimiento constatar que podemos transferir a nuestro lugar de trabajo esa carga de amor concreto para con todos, viviendo cotidianamente nuestra tarea profesional.
E., L. y B. – Italia

El dinero en la almohada
Saliendo de la iglesia con mi hijo, se nos acercó una mujer, pidiéndonos una limosna. Abrí mi cartera y le di lo que tenía conmigo, 20 euros. Mi hijo se sorprendió, para él era demasiado, pero yo lo tranquilicé diciéndole que en cada pobre está Jesús y que me había parecido que debía darle a esa señora todo lo que tenía. Cuando llegamos a casa, me puse a ordenar la habitación en donde habíamos recibido a una pareja llegada a la ciudad para ver a un pariente enfermo. Mi hijo vino a ayudarme. Cuando cambiamos la funda de la almohada, cayeron 200 euros. Nosotros les habiamos dado a esas personas la posibilidad de estar cerca de una persona que sufría, y ellos quisieron dejarnos ese dinero.
M. G. – Italia

Hockey sobre hielo
Fanático como soy del hockey sobre hielo, esperaba muy ansioso, enseguida después del colegio, ver por televisión el final de un partido importante. Cuando sonó la campana, salí corriendo hacia mi moto. Pero después de algunos metros se me pinchó una rueda. Traté de inflarla con el inflador. Pero, tras haber andado muy poco, me encontré nuevamente con la goma desinflada. Además se largó a llover. Seguí a pie, empujando la moto, y mientras tanto crecía mi malhumor. De golpe se me cruzó por la mente un pensamiento: Jesús sufrió tanto en la cruz, y tú, ¿no eres capaz de aceptar esta pequeña contrariedad? Eso me devolvió la paz. G. – Holanda

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