El aporte de los Focolares en el complejo camino de integración y diálogo entre cristianos y musulmanes en Bélgica, tierra herida también por los atentados terroristas del 2016.

“Ha llegado el ‘tiempo del nosotros’, somos una comunidad, una ‘minoría profética’”. Así se expresaron María Voce, Presidente del Movimiento de los Focolares, y Jesús Morán, co-presidente, participando en Bruselas en la cita en la que se reunieron juntos cristianos y musulmanes que desde hace años tratan de vivir en el país la fraternidad en la diversidad y en el respeto de la identidad religiosa y cultural de cada uno. Estaban presentes en el encuentro unas cincuenta personas, la mitad musulmanas y la mitad cristianas, todas protagonistas del diálogo. Como primera cosa los saludos alegres alrededor de una taza de té marroquí crearon un clima de familia. “Experimentamos una unidad profunda –dijo Jesús Morán- porque Dios es demasiado grande y está presente por doquier en nuestra vida”.

La historia del Islam en tierra belga empezó hace cincuenta años, con la llegada de migrantes de origen marroquí y turco, y prosiguió con la llegada de personas de otros países y hoy día se ha enriquecido con las nuevas generaciones nacidas en Bélgica. Después de los atentados de Bruselas de marzo de 2016, el diálogo con los musulmanes se convirtió en una prioridad también política. Existe una nueva toma de conciencia de la problemática vinculada a la integración, o mejor dicho a la no-integración, de las minorías musulmanas. A menudo se pone el acento en la diversidad, en el “nosotros” y “ustedes” fomentando así corrientes fundamentalistas. En el país convive una minoría musulmana, creyente y practicante, que manifiesta su identidad en el espacio público, y una mayoría de ciudadanos que rechazan la herencia cristiana y muchos son agnósticos o indiferentes ante la fe. Esta sociedad materialista y fuertemente laicista confunde a menudo el fundamentalismo con el Islam en su esencia y belleza.

La amistad entre los Focolares y los musulmanes en Bélgica empezó hace años cuando una focolarina fue a dar clases a un barrio con fuerte presencia islámica. Nacieron relaciones profundas con tantas personas y, poco a poco, hubo quien quiso conocer que era lo que animaba a la maestra generosa. Fue así como surgió un núcleo de personas que empezaron a caminar con los Focolares, participando también en los encuentros internacionales de carácter interreligioso. El diálogo emprendido es y sigue siendo un “diálogo de la vida” que teje una red de fraternidad vivida, renovada, apreciada especialmente en estos tiempos difíciles donde se expande la desconfianza.

Chris Hoffmann

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *