Manso pero decidido, con la convicción de que el Evangelio es una de las páginas más revolucionarias de la historia, capaz de cambiar el mundo. Por esto vivió Marco Aquini. Nos ha dejado hace un mes, el 4 de enero pasado

El encuentro con Marco dejaba una marca: era alguien de una muy poco común genuinidad que con su mirada profunda se dirigía directamente a tu corazón, y con pocas palabras, sin dar vueltas, respondía con gestos concretos a tus necesidades, te daba un consejo pero sin imponerte nada, por el contrario te suscitaba la respuesta desde tu interior.

Había nacido en 1958 y fue uno de los primeros jóvenes de su región, el Friuli (norte de Italia) que adhirieron a los Focolares; una tierra en donde la gente es de una solo pieza, seria, trabajadora, disciplinada. Conoció pronto la crudeza que a veces la vida tiene reservada, como cuando perdió a su padre en un grave accidente. Pero el encuentro con la espiritualidad de los Focolares le dio un vuelco a su historia. Durante un encuentro con los Gen (los jóvenes de los Focolares) en1978, advirtió el llamado a donarse a Dios como focolarino y siguió la invitación de Chiara Lubich a firmar un compromiso de fidelidad hasta la muerte. Se trataba del “Pacto del hasta el final”, que quedó como algo histórico; en esa ocasión le escribió a Chiara: “Antes de conocer el Ideal* estaba encerrado en mi mundo dorado. Viviéndolo estoy saliendo de mí mismo. Vuelvo con la convicción de que cuento con la fuerza potencial de cambiar el mundo en donde vivo”.

Ofrece con pasión su contribución, primero en Alemania, luego nuevamente en Italia, en el centro del Movimiento de los Focolares, especialmente en la fundación de dos organismos al servicio de los últimos y de la paz: AMU, “Asociación por un Mundo Unido”, y “New Humanity”, la ONG del Movimiento acreditada ante la ONU.
Durante años actuó también en calidad de consejero central para el aspecto de la “Comunión de los bienes, Economía y Trabajo”; fue corresponsable del movimiento Jóvenes por un Mundo Unido. Desde el año 2000 estuvo al lado de Chiara y de Eli Folonari en la conducción de la Conexión CH, la video-conferencia que desde 1980 reúne periódicamente a la familia de los Focolares en el mundo.

Pero la vida le tenía preparada otra inesperada experiencia, la muerte inexplicable de su hermana Chiara, ya frágil en su salud. Sufrió mucho junto a su madre, mientras proseguía la búsqueda hasta que se encontró el cuerpo. En esa tragedia, Marco logró reconocer el amor de Dios que le dio la fuerza de sostener a su familia. Con su madre Franca, Marco colaboró luego en el nacimiento de una casa de acogida con el nombre de su hermana, para la reinserción social de los discapacitados físicos y psíquicos y, aun a la distancia, mantuvo siempre la relación con la asociación.

Se dedicó también a la enseñanza académica en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma y siempre en el ámbito de la economía dentro de los Focolares asumió el cargo de miembro del actual Consejo de administración de la revista Città Nuova. Su amor por los últimos lo comprometió también en su ofrecimiento de asistir en forma competente a un grupo de escucha de la Caritas.
En noviembre de 2018 compartió con muchos amigos el descubrimiento de una grave enfermedad y afrontó esa nueva etapa con una renovada elección de Dios, que le dio profunda alegría, a pesar de los fuertes dolores físicos. María Voce, en el telegrama enviado a la comunidad de los Focolares en el mundo, pone en luz su vocación de focolarino, su estilo sobrio, claro y directo que se refleja en la palabra del Evangelio que Chiara Lubich le propusiera para vivir: “Que vuestro lenguaje sea: «Sí, sí», «No, no»” (Mt 5,37), y la manera extraordinaria como vivió su enfermedad.

El último tramo de vida de Marco dejó a todos sin palabras, en la aparente imposibilidad de seguirle los pasos en el rápido agravarse de su salud, que en dos meses solamente lo llevó, la mañana del 4 de enero, a alcanzar la meta del Cielo. En su funeral había gente de todo tipo, todos vinculados a él de alguna manera y, juntos, escalando ya no sus amadas montañas, sino las cimas de la vida, acompañados por su ejemplo auténtico y luminoso.

Patrizia Mazzola

*La espiritualidad de los Focolares

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