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El discurso de Andrea Riccardi, fundador de San Egidio y amigo personal de Chiara, durante la conferencia de prensa del 18 de noviembre pasado.

A los pocos días de la apertura oficial del Centenario de Chiara Lubich, el 7 de diciembre próximo, proponemos gran parte del discurso de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, en la conferencia de prensa del 18 de noviembre pasado. Fue amigo personal de Chiara, colaborador en la construcción del camino de unidad de los movimientos en la Iglesia, y ofrece aquí una reflexión sobre la humanidad y la historicidad de su figura, que aún tiene que descubrirse mucho más.

El tiempo a veces reduce a las grandes figuras a “estampitas”, las cubre de polvo o las deja en el olvido. Chiara tenía un corazón lleno de santidad, pero no era una estampita, era una mujer verdadera, una mujer “volcánica”, fue alguien que, siendo originaria de la ciudad de Trento, se abrió al mundo. Se marchó de Trento para ir al mundo entero; ésta es la historia de Chiara: de Trento a Roma, y al mundo. Pues es verdad lo que se ha dicho: si vas a muchos lugares del mundo, desconocidos, incluso en África, encuentras no sólo hijos de Chiara, sino que también percibes el paso de Chiara por allí y su pensamiento.

Han pasado cien años desde su nacimiento. Cien años son muchos. Chiara nació en 1920, el mismo año del nacimiento de Juan Pablo II, que siempre cuando la veía la llamaba “mi coetánea”. Ambos habían sido impactados por el drama de la segunda guerra mundial. En Trento Chiara lo sintió con mucha fuerza y su Carisma fue formándose –si así puede decirse– en el corazón de la segunda guerra mundial, en un mundo profundamente dividido y lacerado por el dolor del conflicto bélico.

En mi opinión, Chiara es una figura importante incluso fuera de la Iglesia porque no fue una figura solamente interna de la Iglesia, por más de que estuviera profundamente enraizada en la Iglesia, pues siempre estuvo proyectada hacia el mundo. No fue una cristiana “de sacristía”, sino que por el contrario amó y miró al mundo.

Chiara ha sido un personaje histórico. En una historia del cristianismo del siglo XX hecha en gran medida por hombres que les dejaban a las mujeres algún rincón de mística o alguna experiencia de caridad, Chiara fue una mujer que hizo la historia en todas sus dimensiones: mística, caridad, pero también política, cambio de la vida, pasión. Así la conocí.
Tenía una gran capacidad de relación personal, de amistad: tenía el carisma de la amistad, nadie era igual al otro. Era una mujer que se encontraba con miles de personas, y sin embargo, para ella, nadie era igual a nadie.

Además tenía una gran capacidad: la de comunicar una pasión. Fue una mujer apasionada, apasionada por la unidad del mundo. La Unidad es la clave de comprensión de su existencia y de su búsqueda de la paz, que es también ecumenismo. Vivió una profunda sensibilidad ecuménica –más que muchos expertos de ecumenismo– y quisiera recordar, a este respecto, su relación con el Patriarca Athenágoras, sobre el que escribí un libro. Hay también una carta que publiqué en la que se afirma “de Chiara Lubich se dice que siendo mujer y no siendo teóloga se enfervoriza fácilmente…», pero hoy quisiera decir que, justamente no siendo teóloga y siendo mujer, Chiara había entendido más que los técnicos el ecumenismo.

Unidad es también diálogo para alcanzar la paz. Chiara escribe: “Los hijos de Dios son hijos del amor, combaten con un arma que es la misma vida del hombre”. O sea que es la vida en cuanto regalo y, a través del don de la vida, se lucha por cambiar el mundo, cambiar a los demás y realizar este ideal. A Chiara la consumió la pasión por el ideal. Y creo que ello es un punto fundamental al que hay que volver y sobre el cual hay que reflexionar.

María Voce mencionó el hecho que estamos en un tiempo de división. Agregaría que estamos también en un tiempo de pequeñas pasiones. Chiara puede ser incluso muy impopular hoy, justamente porque creemos en las divisiones y vivimos de pequeñas pasiones. Pero creo que este año que ustedes dedican, que nosotros dedicamos, a recordar, a hacer que Chiara vuelva a vivir y a encontrarnos con Chiara Lubich, es también un año que cuestiona las modestas pasiones y la resignación a un mundo dividido. Chiara escribe: “Esperemos que el Señor componga un orden nuevo en el mundo. Él es el único capaz de hacer de la humanidad una familia, de cultivar esas distinciones entre los pueblos para que en el esplendor de cada uno al servicio del otro brille la única luz de vida que embelleciendo la patria terrenal hace de ella una antecámara de la patria eterna”.

Pienso que celebrar este Centenario es un servicio a la humanidad y también al pensamiento un tanto árido de nuestro tiempo. Su coetáneo Wojtyla escribía: “el mundo sufre, sobre todo por la falta de visión”. Creo que este mundo nuestro puede volver a florecer gracias a una visión que es la de Chiara Lubich.

Daría una sola advertencia: cuando usamos la palabra celebración tenemos que tener cuidado. Justamente María prefiere hablar de encuentro. Es un encuentro exigente y este encuentro, querida María, tiene que ser también historia. Debemos tener el coraje de volver a escribir la historia de Chiara Lubich en su tiempo, para entender mejor que su acción ha cambiado la historia. Pienso, por ejemplo, en la aventura de mandar a los focolarinos a Europa del Este, y que así colaboró en gran medida incluso a la caída del muro. Chiara no eligió refugiarse en Occidente, aceptando el muro. Por ello estoy seguro de que este año, que empieza hoy, hará crecer la figura de Chiara en un nuevo encuentro con nuestro tiempo y no la hará empequeñecer.

2 Comments

  • Belíssimo texto. Obrigada Andrea Riccardi. Tenho muito forte o Carisma da UNIDADE em meu coração. Reescrever a história de CHIARA e para mim o fortalecer este amor recíproco que ela nos deixou !

  • Temos que ter coragem de reescrever a história de Chiara…
    Chiara não é comum seu Carisma é universal.
    Jesus em nosso meio. Com Chiara pudemos sentir Sua presença vivendo o amor recíproco. Vimos muitos comportamentais hostis se transformarem

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