Figura de primer nivel en el budismo theravada tailandés, il Venerable Phra Phrom Mongkol Vi dejó de existir el 12 de diciembre pasado a los 97 años. Muy alta la experiencia de diálogo budista-cristiano vivida por él con Chiara Lubich.

En la mitad de la década de 1990, gracias a Phramaha Thongratana, monje que había tenido la ocasión de encontrarse con Juan Pablo II y de conocer el Movimiento de los Focolares y Chiara Lubich, el Gran Maestro transcurrió un período en la ciudadela de Loppiano, junto a su joven seguidor, conocido en el ámbito católico también con el nombre de Luce Ardente. Tras los primeros encuentros que él tuvo con la fundadora de los Focolares, nació el deseo de un diálogo entre budismo y cristianismo en Tailandia que, en las palabras del monje debía realizarse «dulcemente, con una caridad exquisita, con mucho amor y dedicándonos a él con el corazón». A esto le añadía una consideración fundamental por el diálogo: «Estos dos términos –budismo e cristianismo– son solamente dos palabras […] el bien, el amor, es lo que une a todos los hombres de cualquier raza, religión, lengua y hace que todos puedan encontrarse y convivir juntos». Por eso su compromiso, decidido y, en algunos aspectos, sorprendente: «Mientras conserve un respiro, mientras viva, trataré de construir relaciones verdaderas y bellas con todos en el mundo».

Con esta preparación el anciano y venerable monje llegó a la ciudadela de Loppiano y se alojó en el Centro de espiritualidad llamado Claritas, que acoge regularmente a religiosos de distintas congregaciones que desean vivir una experiencia de comunión de carismas. Dos monjes theravada junto a franciscanos, salesianos, jesuitas, dominicos y otros: una verdadera profecía. El Venerable Phra Phrom Mongkol quedó profundamente impactado por la acogida recibida y, encontrándose con Chiara Lubich, comentó: «El hecho que tú hayas invitado a monjes budistas a venir aquí a estar en medio de tu pueblo, es algo bellísimo». Todo ello no era simplemente formalidad y gentileza, aspectos que sin duda son típicos de la cultura tailandesa. Eran los primeros pasos de una profunda experiencia espiritual, de la que ambos monjes eran bien conscientes. Chiara Lubich confirmó su expectativa de ese primer encuentro, teniendo una actitud de escucha, de alguien que quería aprender más que enseñar: «estoy contenta por esta visita, porque quiero aprender algo bello. ¿Cuál es el corazón de la enseñanza de ustedes?»

A partir de allí, empezó un recorrido imprevisible. A comienzos de 1997, en efecto, la líder católica fue invitada a Tailandia a encontrarse con esas personalidades del monaquismo budista, y no era sólo una visita de cortesía. Chiara fue invitada a dirigir su palabra y su testimonio cristiano a varios grupos de monjes, monjas y laicos budistas tanto en Bangkok como, sobre todo, en Chiang Mai. Allí, justamente, en el Templo Wat Rampoeng, el Gran Maestro la presentó con palabras sorprendentes: «Todos ustedes, seguidores míos, se estarán preguntando por qué la madre, que es una mujer, ha sido invitada aquí. Quisiera que ustedes, monjes y novicios, se olvidasen de esa pregunta y no pensasen que ella es una mujer. El que es sabio y está en condiciones de indicar el camino justo para nuestra vida, que sea mujer u hombre, merece respeto. Es como cuando estamos a oscuras: si hay alguien que viene a traernos una lámpara para guiarnos le quedaremos agradecidos, y no nos importa si esa persona que ha venido a traernos la luz para hacernos caminar por el camino justo es una mujer o un hombre, un niño o un adulto». En esas pocas palabras parece condensarse la gran sabiduría de este hombre capaz, junto con otros, de caminar en el sendero del diálogo sin miedos, arrastrando a otros en esta experiencia profética. La misma Lubich, impactada por esta apertura y sensibilidad, captó una presencia superior en esa relación y se dirigió al Gran Maestro con palabras que parecen una profecía: «Sigamos preparando el camino viviendo según la Luz que hemos recibido y muchos nos seguirán». Y ha sido así. Desde hace veinticinco años esta experiencia de diálogo sigue y se desarrolla.

En la muerte también algo parece identificar a este anciano monje de la milenaria tradición theravada con la mujer católica fundadora de un movimiento eclesial reciente. El 7 de diciembre, en efecto, en Trento se dio apertura a los festejos para el centenario del nacimiento de Chiara Lubich, que concluirán con un evento interreligioso el 7 de junio de 2020. El Venerable Gran Maestro había expresado su deseo de estar presente para esa ocasión. Una amistad ahora destinada a continuar en la eternidad.

Roberto Catalano
(Co-responsable del Diálogo Interreligioso del Movimiento de los Focolares)

En conversación con el Gran Maestre Ajahn Thong, un servicio del Collegamento CH del 13 de febrero de 2016

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