Para miles de personas la vida está volviendo lentamente a la normalidad tras la erupción del volcán Taal el 12 de enero de 2020 en las Filipinas, que causó graves daños en las áreas circunstantes, aunque la emergencia aún no haya terminado.

Según el Instituto filipino de vulcanología y sismología (PHIVOLCS), el Nivel 4 de alarma ha bajado al Nivel 3 y la zona de peligro ha sido reducida de 14 kilómetros a 7 del cráter. La comunidad de los Focolares utiliza todo tipo de medios para atender a las necesidades de los desplazados por el desastre: han sido más de 300.000 las personas obligadas a evacuar.

Purisa Plaras, focolarina y co-directora de la “Mariápolis Pace”, la ciudadela de los Focolares en Tagaytay, cuenta: «Algunos días después de la erupción del volcán Taal, volvimos a Tagaytay para ver la situación de nuestra comunidad y compartir todo con las varias familias que viven alrededor de nuestro Centro, que se encuentra dentro de la zona de peligro, en un radio de 14 kilómetros del volcán. Preocupados por sus necesidades básicas, distribuimos alimentos y agua a las familias”.

Una de nuestras jóvenes de los Focolares comparte: “No es nada fácil afrontar esta situación. Es desgarrador y no pude contener el llanto. No puedo explicar cómo me siento en este momento, pero en lo más profundo de mi corazón sé que Dios nos ama inmensamente, y estamos abrazando juntos el rostro de Jesús Crucificado y Abandonado en esta situación. Trataré de ser fuerte aquí, para servir a Jesús en los demás”.

Randy Debarbo, el focolarino responsable del área que está alrededor de la Mariápolis Pace, cuenta: “El domingo 12 de enero, mientras estábamos volviendo a casa de un encuentro, percibimos un olor desagradable a azufre en el aire. Empezó a llover pero había algo extraño. El agua de la lluvia estaba manchando nuestros paraguas y la ropa. Después nos dimos cuenta de que eran cenizas volcánicas mezcladas con la lluvia que… ¡caía como lodo! Cuando nos despertamos a la mañana siguiente, ya no reconocíamos lo que nos rodeaba. Todo era gris como si fuésemos daltónicos. Vimos la impresionante devastación provocada por la erupción del volcán Taal. La escuela pública que está cerca del centro de los Focolares se convirtió en un refugio temporáneo y un centro de tránsito para alrededor de 500 personas que llegaban de los pueblos que están alrededor del lago cercano al volcán. Frente a una tal desolación, una voz dentro de mí hablaba fuertemente: “Tenía hambre y me diste de comer…”. Esta preocupación por la persona de Jesús en esos prójimos necesitados lo impulsa a quedarse en Tagaytay junto a otros focolarinos.

Randy sigue su narración: “Con los demás focolarinos, fuimos con un camión hasta unos veinte kilómetros de Tagaytay a comprar agua para distribuir a algunas familias que estaban aún en Tagaytay. Fue una sensación muy impactante ver a las familias momentáneamente aliviadas de sus preocupaciones; los niños estaban felices de recibir aunque más no fuese un cubo de agua. Con un médico que se encuentra aquí en Tagaytay, decidimos visitar a las familias que viven alrededor para tratar de satisfacer sus exigencias de carácter sanitario. Llegando a un determinado sitio, la gente de ese barrio estaba toda agolpada esperando a lo largo de la calle, pidiendo alimentos. En lugar de visitar una sola casa, pudimos ofrecer un control médico gratuito a todos los que esperaban la comida. Juntamos entre nosotros el poco dinero que teníamos en nuestros bolsillos y compramos medicamentos para los que tenían urgente necesidad de atención médica.”

Además de la generosa ayuda que nos brindan las familias del Movimiento de Filipinas, el Movimiento en todo el mundo nos está sosteniendo con oraciones y aportes financieros a la Mariápolis Pace, que está al servicio del trabajo de los Focolares en Asia.

Jonas Lardizabal

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