En su homilía del Viernes Santo de 2020, en la Basílica de San Pedro (Roma) el padre capuchino, Raniero Cantalamessa, dijo que “hay cosas que Dios ha decidido concedernos como fruto conjuntamente de su gracia y de nuestra oración”. El siguiente escrito de Chiara Lubich es una invitación a colaborar con Dios pidiéndole gracias y poniéndonos en las mejores condiciones para obtenerlas.

«Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda»[1] (…). Jesús con esta Palabra nos ha dicho claramente que no hay comunión con Dios, ni verdadero culto, ni auténtica oración, sin reconciliación con el hermano. Esperemos, por lo tanto, que esta enseñanza haya penetrado profundamente en todos nuestros corazones.

Y por esta esperanza es por lo que quisiera ahora hablarles precisamente de la oración que, apoyada sobre estas bases, es, sin duda, grata a Dios. Quisiera hablarles especialmente de la oración de petición para obtener ayuda y gracias.

En efecto, tengo la impresión de que quizás alguno no la subraye lo suficiente. ¿Por qué? Puede ser incluso por un motivo noble al acercarnos de una forma más profunda a nuestra fe y volviéndonos prácticamente más religiosos, hemos comprendido que la religión no consiste, sin duda, solamente en ir a la iglesia para pedir, sino en amar a Dios y, por lo tanto, en dar. En consecuencia hemos puesto todo nuestro empeño en vivir todos esos principios que también nuestra espiritualidad evangélica sugiere, para hacer –como se suele decir– nuestra parte.

Ciertamente este es un razonamiento muy válido. Sin embargo hay que hacer una consideración: amar a Dios implica observar todos sus mandamientos. Pues bien, un mandamiento que Jesús repite con insistencia es, precisamente, el de pedir: «Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá»[2].

¿Qué debemos hacer por tanto? Pedir más y mejor, porque Él lo quiere así, y también de esta manera le demostramos nuestro amor (…)

Es cierto que se reza, y esto quiere decir que no se cuenta únicamente con las propias fuerzas.

Aun así, podemos mejorar en dos direcciones: en primer lugar, no multiplicando las oraciones, sino siendo más conscientes de lo que ya pedimos. Reflexionemos un poco y veremos cuántas gracias se piden en las oraciones [que ya hacemos]. (…)

En segundo lugar, podemos –como dicen los santos– rezando de tal forma que podamos obtener lo que pedimos. Se obtiene si se pide con la conciencia de que nada podemos hacer por nosotros mismos y por lo tanto con humildad, con la convicción de que, en cambio, todo podemos hacerlo con Dios; por consiguiente, con la confianza en Él; y rezando con perseverancia: pidiendo siempre con insistencia amorosa, como Jesús desea.

En síntesis, es necesario perfeccionar cada vez más esas peticiones que ya hacemos y exponerlas cada vez mejor, de forma proporcionada al esfuerzo que realizamos para vivir nuestro Ideal. Así todo resultará más fecundo.

Recemos mientras estemos a tiempo. Siempre recuerdo lo que recomendó la madre de una de las primeras focolarinas antes de morir: «Recen durante la vida porque al final ya no hay posibilidad».

Chiara Lubich

(Extraído de una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 16 de febrero de 1984
Cf. Chiara Lubich,“Pedir también es amor, La vida un viaje”, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1984, 182-184)

 

[1] Mt 5,23-24.
[2] Mt 7,7.

1 Comment

  • Una bellissima riflessione e un approfondimento davvero essenziale. E’ amore anche chiedere, perché chi può farcela da solo?
    Grazie.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *