¿Qué ha puesto en evidencia esta pandemia en la vida social y eclesial? ¿Qué ha suscitado en el Movimiento de los Focolares? ¿Cómo vivir el tiempo nuevo y desconocido que nos espera? Amplio diálogo con María Voce. De una entrevista con Radio Inblu (Italia)

D.: Desde el 18 de mayo se podrá celebrar nuevamente la Misa, con todas las precauciones naturalmente. Un breve comentario suyo…

María Voce: Hemos seguido siempre la Misa del Papa, ha habido miles de ocasiones para rezar juntos en streaming. Pero no podemos esconder que el cristianismo es una religión que se encarna, es necesario también estar físicamente presentes en los acontecimientos, participar más directamente y de una manera más vital en los misterios del cristianismo mismo. Por ello, participar en la Eucaristía de un modo real es algo que ciertamente nos faltaba y es un regalo que ahora vuelve a nosotros.

Así que estamos dispuestos a tener todos los cuidados, a tomar todas las precauciones con tal de no perder esta oportunidad.

D: Cierto. En este periodo han sucedido muchas cosas, hemos tenido que cuestionar comportamientos, compras… Según su parecer, la pandemia ¿qué está evidenciando en la vida social, y por tanto, también en la vida eclesial?

María Voce: Está evidenciando cosas buenas y pueden ser también cosas malas.

La primera que quisiera subrayar es la igualdad entre todos, es decir, esta pandemia nos ha demostrado que las personas, frente a este pequeño patógeno, este virus que nos ha afectado, son todas iguales porque afecta a los poderosos como a los pobres, a los ricos como al que no tiene nada, a los niños como a los adultos, a los que están en la cárcel como a los que están fuera. Así que en este sentido realmente todos somos iguales.

Al mismo tiempo esta pandemia ha evidenciado también muchas desigualdades que no son debidas al hecho de ser humanos, de ser personas, sino que son creadas por las culturas, por los prejuicios, por los estilos de vida, por lo cual hay quienes pueden permitirse el cuidado y quienes no pueden permitírselo; hay quienes tienen una casa donde pueden aislarse y quienes se ven obligados a quedarse con más personas en un espacio muy reducido; quien perdiendo su trabajo puede echar mano de su cuenta bancaria donde había reservado sus ahorros, y quien no tiene a dónde acudir y por lo tanto, al perder su trabajo, se expone al hambre él y su familia.

Por eso, las desigualdades desgraciadamente se han hecho aún más evidentes. Y esto debe hacernos pensar, porque lógicamente son desigualdades que no las quiere Dios, no las quiere la naturaleza humana, sino que las determinan la mala voluntad de las personas que no han sabido administrar bien los dones que Dios nos ha dado.

Por lo tanto, debemos compensar estas desigualdades para que, una vez pasada la pandemia, no nos encontremos en peor situación que antes; al contrario, que la constatación de la igualdad nos favorezca en la elaboración de programas que respeten esta igual dignidad de todos.

D: En cambio ¿en la comunidad eclesial?

María Voce: En la comunidad eclesial me parece que ha hecho emerger lo esencial, porque han caído muchas cosas: se ha visto que no es esencial la Iglesia en cuanto edificios, sino la Iglesia como comunión; que no es esencial ir cada día a visitar a Jesús sacramentado sino que es esencial amar al hermano, es esencial responder con amor a quien está a nuestro lado, es esencial volver a extraer del Evangelio las palabras que Él nos dejó y en las que tenemos que inspirarnos. Así que también ha hecho caer muchas cosas en el plano eclesial.

Pero esto puede hacernos solo bien, porque nos impulsa a ese renacimiento del que habla continuamente el Papa Francisco, a esa resurrección, a ese volver a empezar para reformar verdaderamente la Iglesia de una manera vital, no de un modo institucional o formal.

D: De estas cosas esenciales ¿cuál es la más esencial?

María Voce: Me parece que lo más esencial es tener presente que somos la única familia humana. Por lo tanto, la única familia humana debe impulsarnos a todos a cuidarnos los unos a los otros, a cuidar también la creación, que es la única casa que contiene a esta única familia humana; cuidar con responsabilidad, con atención, precisamente porque el cristianismo nos hace mirar esta realidad también con responsabilidad. Todos somos miembros de una familia, pero todos somos responsables de esta familia, así que cada persona de esta familia es importante, tiene derechos pero también tiene deberes. Tener esta responsabilidad colectiva.

Y creo que esto debe animarnos a hacer propuestas, a hacer programas, a ver lo que se puede hacer para lograr realmente la inclusión de todos; a hacer propuestas tanto en la economía como en la política, capaces de mirar realmente al bien común, y no al bien de uno u otro, no a los intereses de una u otra parte, sino al bien de todos. Por lo tanto, hacer propuestas que tiendan a la comunión de bienes a un nivel más universal.

Además la Iglesia –y de hecho también nosotros como Movimiento de los Focolares– es universal, no tiene límites. La Iglesia en cierto sentido compite en igualdad de condiciones con el virus; el virus no teme las fronteras, pero tampoco la Iglesia tiene miedo de las fronteras, la Iglesia es universal porque es la familia de Dios en toda la tierra.

A esta familia de Dios es a la que debemos mirar y trabajar para que sea tal; es decir, ver cómo crear estructuras que favorezcan el desarrollo integral de todos, que respeten la historia de cada pueblo, la cultura de cada pueblo, el modo de vida de cada pueblo, sin querer coaccionarlo con la idea de hacer que evolucione según nuestros modelos, según nuestros planes. Al mismo tiempo, poniendo a disposición unos de otros los talentos de los que Dios ha dotado a cada pueblo, a cada cultura, a cada persona; poniéndolos a disposición de los demás para que todos juntos podamos hacer del mundo esa casa común cada vez más bella, cada vez más digna de ser habitada por los hijos de Dios.

D: María Voce, como Movimiento de los Focolares ¿qué ha provocado en ustedes este periodo? ¿Qué reflexiones están haciendo?

María Voce: Ha provocado lo que ha provocado a todos, en el sentido que también nosotros nos encontramos de un día a otro sin poder disponer de nosotros mismos, ni personalmente ni como Movimiento. Por tanto, tuvimos que cambiar todos los programas. Para nosotros este es un año importante porque es el año del centenario del nacimiento de Chiara Lubich; tenemos en programa la Asamblea general del Movimiento en el mes de septiembre; teníamos programados varios encuentros preliminares a la Asamblea para su preparación.  Y todo esto saltó de un momento a otro, de un día a otro, por tanto nos encontramos frente a una absoluta incapacidad de prever, de programar y de pensar qué podíamos hacer. Lógicamente esto nos perturbó.

Al mismo tiempo, aprendimos de Chiara Lubich a vivir el momento presente, a querer solo lo que Dios nos pide que hagamos, a no querer, por tanto, otra cosa más que su voluntad; y juntos –precisamente escuchándonos unos a otros, tratando de comprender las exigencias de unos y de otros–, tratar de escuchar lo que Dios quería decirnos a través de esta situación. Y para hacer esto, antes que nada cambiamos todos los programas, pero siempre teniendo en cuenta tanto el bien de aquellos que debían participar en estos programas, como el interés de aquellos que a causa de este cambio sufrirían tal vez pérdidas económicas, sufrirían serias consecuencias, muchas realidades así.

Lo hicimos, lo hicimos con entusiasmo sin dejarnos desconcertar completamente por ello. Y estamos viendo que estaba en los planes de Dios porque esto nos ha llevado a una mayor esencialidad en la vida, a un deseo de revisar también nuestros estilos de vida; a una mayor sobriedad a la hora de decidir si hacer o no una compra ahora, a posponer un gasto que estaba planeado, a postergarlo o a cancelarlo por completo, para poner a disposición lo que habíamos pensado para responder a una necesidad más inmediata.

Nos ha llevado a ver en qué estado están todas nuestras familias. Muchos de los nuestros, como otros, han perdido su trabajo y no saben cómo hacer; esto ha promovido una comunión de bienes más completa, más abierta, más transparente entre todos. Por tanto, nos hemos comunicado más las necesidades y los requerimientos, pero también lo que la Providencia nos ha enviado. Y debemos decir realmente que la Providencia nos ha demostrado una vez más que es verdadera, que es una realidad, que el Padre envía lo que es necesario a sus hijos si sus hijos quieren vivir para Él y viven el amor recíproco.

Por consiguiente ha vuelto a evidenciar, en cierto sentido, el resorte que nos mueve y este amor que es el amor que Dios ha puesto en nuestros corazones, no como focolarinos sino como personas, como seres humanos. Como focolarinos se colorea aún más porque se convierte en amor hasta la unidad, es decir, un amor que es capaz de dar la vida unos por otros, de arriesgarlo todo. Esto realmente ha sido algo que ha movido al Movimiento en todo el mundo.

También el Movimiento, igual que la Iglesia, es universal, por lo cual hemos sufrido por lo que sufrían los nuestros en China, como los nuestros en el continente americano, como los nuestros en Oriente Medio, en todas partes, o como en Italia, y todo lo hemos vivido juntos, de manera que los nuestros que tenían más daban a los que tenían menos. Nos han llegado ayudas de China, de Corea, de Japón, de Oriente Medio y de Siria. Quizás nos ayudaban dándonos ánimo, mensajes de saludo, pero todos afirmaban que esta gran familia que vive el Ideal que nos dejó nuestra fundadora, Chiara Lubich, quería ser una cosa sola y estar a disposición de los demás, con esta unidad para ayudar al mundo a ser una cosa sola.

De  una entrevista a Alessandra Giacomucci para la columna Ecclesia (Radio InBlu), 8 de mayo de 2020

 

8 Comments

  • Si Il coronavirus è una sorpresa per tutti! Le tue parole Emmaus sono balsamo per cuore e mente. Tutto corrisponde pienamente a quanto sperimentato in questi lunghi mesi di quarantena nel vivere in Unità di cuore il nostro Ideale è la nostra vita in tutta la concretezza e Umanita. Grazie

  • Carissima Emmaus
    GRAZIE per il tuo messaggio di luce e di esperanza,grazie per quelo chi sei per noi come Chiesa e come Movimento nella Chiesa.

  • In un periodo così difficile, non bisogna essere sorpresi e crollare. La fede è la nostra luce, ascoltando la voce dentro di noi, sapremo cosa fare momento per momento. Dio vuole che ciascuno sia guidato dall’amore, che ci suggerisce quello che dobbiamo fare in quel momento e con quelle persone che incontriamo sulla nostra strada. Non perdere mai la speranza, essere certi che Dio è con noi sempre, soprattutto quando siamo in difficoltà, è allora che essendo deboli. agisce Lui al posto nostro.

  • È così Emmaus!!questo è un tempo di grazie e di Verità. ..che ci donano la vera gioia, la libertà vera dalle cose.grazie perché le tue parole ci danno una nuova forza della coerenza

  • Grazie Emmaus. È vero ci ha rimessi nel raggio di Sole dove più uniti che mai andiamo avanti con responsabilità nell’Ideale che non ha confini né paura consapevole che Gesù sta in mezzo a noi. Grazie di questa famiglia che abbraccia tutto il mondo

  • È una spinta ad andare avanti in questa direzione indicata da Chiara, di mantenere l’amore fra di noi e con tutti e rafforzata qui da Emmaus in modo molto completo e chiaro. Grazie!

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