Amar a Dios y amar al prójimo cuando se está bien, es bastante fácil. Pero cuando se está mal, también físicamente, puede convertirse en un enorme reto. Chiara Lubich propone un programa de entrenamiento, para prepararse bien, un programa que también prevé el fracaso.

Como todos sabemos, nuestro Ideal se puede definir con una sola palabra: amor. El amor es toda nuestra vida. El amor es el alma de nuestra oración, de nuestro apostolado, de todas las expresiones de nuestra existencia

El amor es también la salud de nuestra vida spiritual individual, igual que el amor recíproco es nuestra salud como comunidad, como Cuerpo místico de Cristo. En efecto, cuando amamos estamos bien, íntegros, delante de Dios, tanto si disfrutamos de la integridad física como si estamos enfermos. Pero amar cuando estamos sanos es fácil: es fácil amar a Dios y a los hermanos. Amar cuando estamos enfermos, es más difícil. […]

[Quisiera] hacerme y hacerles una pregunta: ¿Es justo tal vez que quien se encuentra en unos momentos tan difíciles de su vida terrenal viva con tanto empeño el enlace de su alma con Jesús Abandonado, y nosotros, que tenemos quizás más salud física, vivamos con mediocridad nuestra tensión a la santidad? ¿Debemos dejar siempre que Dios permita que nos enfrentemos a pruebas especiales, de esas que parecen quitarnos el respiro, para que nos decidamos a amarlo enteramente? […]

Entonces […] no podemos perder el tiempo.

Todos tenemos al Espíritu Santo en el corazón y sabemos lo que nos pide y sus indicaciones. Es Él quien nos dice: aquí hay que amar a Jesús Abandonado, en un dolor por ejemplo, o en una dificultad. En esta ocasión hay que preferirlo en una virtud, en el amor fraterno por ejemplo; en esa otra hay que elegirlo en un aspecto de la Obra, de la Iglesia, o de la humanidad…

Tenemos que hacer el propósito de amarlo día a día, siempre, […] al cien por cien. Y […] repetir antes de cada una de nuestras acciones: «Por Ti».

Además, si nos asustase una vida así, […] recordemos lo que Jesús nos recomendó: «A cada día le bastan sus problemas» (Mt 6, 34). Ocupémonos, pues, del rostro de Jesús Abandonado de hoy, de cada momento; mañana tendremos otras gracias. Así iremos acumulando días plenos, totalmente consagrados a Él, y con ellos construiremos nuestra santidad.

Si sucede que fallamos, si traicionamos, si nos bloqueamos, sabemos que más allá de todas estas circunstancias está su rostro.

Que cada noche podamos respondernos a nosotros mismos, o mejor, a Jesús  que en el fondo del corazón nos pregunta cómo ha ido el día: «Bien, al cien por cien». […] Al abrazar a Jesús Abandonado al cien por cien, el Resucitado resplandece en nosotros y entre nosotros y da testimonio. […]

Chiara Lubich

(En una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 16 de enero de 1986)

Cf. Chiara Lubich, Juntos en camino, Ciudad Nueva Argentina, 1988, pp. 137-139.

 

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