En junio de 1944 Chiara Lubich está en Trento sola después de que su familia, tras el bombardeo del 13 de mayo de 1944 que había destruido su casa, se desplazó a las montañas trentinas. Chiara se había quedado en la ciudad para acompañar a las jóvenes que habían seguido su Ideal. Las cartas de aquel periodo fueron el primer vínculo en la comunidad del Movimiento naciente.

¡Hermanita mía en el Inmenso Amor de Dios!

¡Escucha, te lo ruego, la voz de este pequeño corazón!

Tú has sido deslumbrada como yo por la luminosidad ardiente de un Ideal que todo lo supera y todo

lo resume:

¡por el Infinito Amor de Dios!

¡Oh! hermanita mía: es Él, Él, mi Dios y tu Dios, quien ha establecido entre nosotras un vínculo común

más fuerte que la muerte, porque nunca se corrompe; uno como el espíritu; inmenso, infinito, dulcísimo, tenaz, inmortal ¡como el Amor de Dios!

¡Es el Amor el que nos hace hermanas!

¡Es el Amor el que nos ha llamado al Amor!

¡Es el Amor el que ha hablado en lo profundo de nuestros corazones y nos ha dicho:

«Mira alrededor: en el mundo todo pasa; cada día tiene su atardecer y enseguida llega cada noche; cada vida tiene su ocaso, y enseguida está aquí también el atardecer de tu vida! Pero no desesperes: ¡sí, sí, todo pasa, porque nada de lo que ves y de lo que amas está destinado a ti eternamente! ¡Todo pasa y deja solo nostalgia y nueva esperanza!».

Sin embargo, no desesperes: tu Esperanza constante, que trasciende los límites de la vida, te dice: «Sí, existe lo que buscas; hay en tu corazón un anhelo infinito e inmortal; una Esperanza que no muere; una fe que traspasa las tinieblas de la muerte y es luz para aquellos que creen: ¡no en vano esperas y crees! ¡No en vano!».

Tú esperas y crees – para Amar.

Ese es tu futuro, tu presente, tu pasado: todo se resume en esta palabra: ¡el Amor!

Siempre has amado. ¡La vida es una continua búsqueda de deseos amorosos que nacen en el fondo del

corazón! ¡Siempre has amado! ¡Pero has amado demasiado mal! Has amado lo que muere y es vano, y

en el corazón ha quedado solo la vanidad. ¡Ama lo que no muere! ¡Ama a Aquel que es el Amor! Ama a

Aquel que, al atardecer de tu vida, mirará sólo tu pequeño corazón: en ese momento estarás sola con Él: ¡terriblemente infeliz quien tenga el corazón lleno de vanidad, inmensamente feliz quien tenga el corazón colmado del infinito Amor de Dios!  […]

Chiara Lubich

(Chiara Lubich, Existe lo que buscas, junio de 1944, en El primer amor, cartas de los inicios, Ciudad Nueva, 2011, pp. 53-55)

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