Concelebrazione solenne con Giovanni Paolo II . Settemila sacerdoti diocesani e religiosi indossano il camice e la stola bianca.


El 30 de abril de 1982, 7.000 sacerdotes, religiosos y seminaristas de todo el mundo y unidos por la espiritualidad de la unidad, se reunieron en Roma para el evento “El sacerdote hoy, el religioso hoy”. El recuerdo de este día, 40 años después.

Sacerdotes que se sienten llamados a ser ante todo testigos del Evangelio y hombres de diálogo; religiosos que encontraron en la espiritualidad del Movimiento de los Focolares un estímulo para encarnar con mayor plenitud el carisma de sus fundadores; seminaristas que han entendido que quieren elegir a Dios y confirmar su llamado.

Estas son las experiencias de muchos de los participantes en el Congreso Internacional titulado “El sacerdote hoy, el religioso hoy”, celebrado el 30 de abril de 1982 en el Aula Nervi, en el Vaticano.

Un evento que contó con la participación de unas 7000 personas y que, a través de testimonios de todo el mundo, destacó los frutos del encuentro del carisma de la unidad con los ministros de la Iglesia católica y de otras Iglesias y la renovación suscitada en muchas comunidades religiosas.

Chiara Lubich, en el discurso de ese día, subrayó los dos ejes de esta experiencia: Jesús crucificado y abandonado como modelo del sacerdote y del religioso; el amor recíproco y la unidad como estilo y fin de su misión.

Ser hombres de “diálogo”. Este es el mandato que, ya entonces, contenía en sí mismo el deseo de una Iglesia en salida, como se desprende de las palabras más que nunca actuales de la fundadora de los Focolares:

“Nunca como en estos tiempos, en los que la Iglesia tiene que mirar fuera de sí misma a todos los cristianos, a los que creen de otro modo, a los que no creen, se pone de manifiesto lo que algunos llaman el mandato misionero del Cuarto Evangelio. Juan lo da en estos términos: ‘En esto conocerán que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros’. (…) Hoy los cristianos están llamados a evangelizar también de esta manera: amándose y presentando a los demás la experiencia de su nueva vida. Esto no puede no impactar, sorprender, interrogar. Y así florece el diálogo”.

Ese día, el entonces Santo Padre, Juan Pablo II, presidió “la mayor concelebración desde la institución de la Eucaristía”, como tituló L’Osservatore Romano. Fue un momento de alegría y de compartir, una oportunidad para hacer balances, un punto de partida para nuevos desarrollos.

Hoy, 40 años después, escuchamos la narración de algunos de los participantes.

Maria Grazia Berretta

 

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  • Ricordare i passi compiuti ci responsabilizza per una incarnazione del Carisma con rinnovara gratitudine e fantasia.

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