Desde hace unos meses se encuentra en las librerías italianas el volumen de las Obras de Chiara Lubich “Lettere” (Cartas). Hemos entrevistado a Florence Gillet del Centro Chiara Lubich, teóloga y estudiosa de la fundadora de los Focolares, que tuvo a su cargo esa publicación.

Florance Gillet

Tras haber tocado el timbre del  Centro Chiara Lubich, cerca del Centro Internacional de los Focolares en Rocca di Papa (Italia), la Doctora Gillet me recibe con alegría y me invita a entrar en la sala de reuniones.  Hay por todos lados armarios que contienen placas y objetos que recuerdan los doctorados honoris causa y regalos recibidos por Chiara Lubich en sus viajes por los distintos países del mundo, además de los numerosos libros sobre la fundadora de los Focolares traducidos en varios idiomas, algunos de los cuales escritos por Florence Gillet o realizados con su supervisión.

Cuando empezamos a hablar, su acento revela sus orígenes franceses. Me cuenta que conoció el carisma de la unidad a finales del año 1965 y tres meses más tarde estaba ya en la ciudadela internacional de Loppiano, Italia, para profundizar ese “Ideal” que tanto había buscado y que finalmente había encontrado. El estudio de la teología en la Pontificia Universidad Gregoriana la llevó a Roma y fue una de las primeras mujeres que cursaron en esa Universidad.  Después fue a París algunos años y nuevamente a Roma. Se ilumina cuando cuenta sus experiencias en algunos países africanos en donde realizó “focolares temporáneos”, llamados así porque eran de períodos de corta duración. En el año  2008, se la invitó a formar parte del Centro Chiara Lubich, que había nacido ese año, para poder estudiar y trabajar en la publicación de los escritos de la Fundadora de los Focolares, concentrándose desde el principio en los puntos fundamentales de la Espiritualidad de la unidad.  Hace poco tiempo ha sido publicado, dentro de la colección Obras de Chiara Lubich, el volumen “Lettere 1939 – 1960” (cartas 1939-1960), que ha tenido a su cargo.

“Hay una gran variedad en estas cartas –explica Florence Gillet–: algunas se refieren claramente a una dirección espiritual; hay cartas en donde informa acerca de diferentes actividades; hay otras cartas que son de consuelo; otras que brotan del alma de Chiara Lubich, sobre todo las que envía a su hermana, en la que dice cosas muy impactantes. Sin embargo, hay un común denominador en todas ellas. Como primera cosa, su estilo literario: son cartas. En segundo lugar, en cada una de ellas es posible encontrar “el alma” de Chiara, su capacidad de “hacerse uno”, como dice San Pablo cuando afirma que ‘me he hecho todo a todos’.  Asimismo cuando comunica su secreto, pues repetidamente es evidente la clara referencia a Jesús Abandonado”.

¿Con qué se puede comparar este volumen?  Es la pregunta que Florence Guillet plantea en la introducción y a la que responde regalándonos una imagen muy elocuente: “Si fuese un jardín, sería un jardín de estilo inglés, sin formas geométricas, sin simetrías, y en donde la naturaleza es poesía y libertad, pero al mismo tiempo tiene rigor y orden. Si fuese una ruta, sería un camino azaroso a veces, pero bien señalizado, con una meta segura y una guía experimentada. Si fuese una casa, sería muy acogedora, con muchas habitaciones, todas ellas conectadas entre sí y en armonía, cálida y abierta”.

El libro contiene 338 cartas (una selección de las muchas que escribió Chiara Lubich) que llevarán al lector a tener un contacto directo con los primeros años del camino del Movimiento de los Focolares, y del desarrollo de su carisma.  “Aconsejo a todos que hagan el esfuerzo –sigue diciendo Florence– de empezar a leer a partir de la introducción, para captar la clave de lectura, y luego proseguir con las cartas, una por una, ordenadamente, dejar que ellas ‘nos hablen al corazón’”.  El lector encontrará cartas a personas individuales, otras son colectivas a comunidades que estaban naciendo, a miembros de su familia; otras, en cambio, son más doctrinales, en las que Chiara explica su Ideal. “Producir este libro ha sido un trabajo apasionante –concluye–.  Y creo que lo será para los lectores también”.

Carlos Mana

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