Un pedido de ayuda para un joven de Camerún que vive en Rávena, en el Norte de Italia, pone en movimiento una red de solidaridad y también hace surgir soluciones y oportunidades para otros migrantes presentes en la ciudad.

Un joven camerunés llegó a Italia desde Francia. Le habían asegurado un trabajo en la ciudad de Rávena, en el Norte de Italia. Sin embargo, cuando llegó se dio cuenta de que el trabajo que le habían prometido no existía.  Al no tener un sustento económico, su único alojamiento era un saco de dormir.  De noche descansaba en los jardines que hay alrededor de las iglesias. Se llama Bienvenue, que significa Bienvenido.

Amu (Acción por un Mundo Unido) una ONG  inspirada en el Movimiento de los Focolares, que se ocupa de ayudar a pueblos y personas en dificultad, avisó de la situación en la que se encontraba esa persona a la comunidad local de los Focolares.

“Un día quedamos en encontrarnos con  Bienvenue en la estación de trenes –cuentan Nazareno y Vicente, de la comunidad local de los Focolares–. Nuestro signo para reconocernos era un ejemplar de la revista Città nuova que tendríamos en nuestras manos. Bienvenue nos reconoció enseguida. Allí nació un fuerte entendimiento entre nosotros. De lo que nos contó entendimos que necesitaba ayuda”.

Los dos amigos, tras haber escuchado atentamente a Bienvenue, decidieron acompañarlo a un dormitorio público para darle un alojamiento más digno, una comida caliente y el acceso a un baño para su aseo personal. Con la ayuda de otros amigos, en los días sucesivos,  Bienvenue consiguió  encontrar varios trabajos, si bien eran breves y esporádicos; y fue acogido en una casa de familia.

“Pero seguía siendo provisional su situación, tanto el alojamiento como el trabajo –cuentan Nazareno y Vicente–. De todos modos, mantenían un contacto con él en la esperanza de que alguna oportunidad surgiera, e iban a verlo a periódicamente.

Un día Vicente contactó a un amigo que era propietario de un pequeño apartamento, en donde él mismo se había alojado cuando llegó a Rávena tiempo atrás. Era la ocasión para preguntarle si el apartamento estaba disponible  como para alquilárselo a Bienvenue. Vicente había sido un excelente inquilino y podía ser su garante, asegurando la regularidad del pago del alquiler.  El amigo aceptó.

“Fue muy grande en ese momento la alegría de Bienvenue, pues finalmente había encontrado un sitio estable en donde vivir –nos cuentan los dos amigos–. Pero, lamentablemente, una semana después perdió el trabajo.  Confiando en Dios, no nos desanimamos”.

Después de algunos días Vicente llama por teléfono a un grupo de amigos: son cuatro hermanos, propietarios de una empresa en el sector eléctrico:   “Enseguida, con gran generosidad, aceptaron la propuesta de contratar a nuestro amigo tras un período de prueba.  Habiendo transcurrido una semana de trabajo, decidimos ir a verlo, junto con una amiga que habíamos conocido no hacía mucho, una joven de Angola que vivía en Italia desde hacía cuatro años, y estaba buscando un alojamiento y un trabajo. La emoción que experimentamos todos fue muy fuerte, por ese encuentro que nos hacía sentir como hermanos tanto con Bienvenue como con la nueva amiga”.

Nazareno y Vicente vivieron con valentía esta experiencia que les dio un ulterior impulso a prestar atención a esas personas que la vida les pone a su lado y que necesitan ayuda. “En los días siguientes nos encontramos con un grupo de religiosos salesianos.  El Obispo les había encomendado una parroquia. Durante la bendición de las casas por parte del párroco (una tradición del período que precede la Pascua) se habían encontrado con varias personas no italianas que buscaban trabajo.  Para poder quedarse en Italia tenían que encontrar un empleo, de lo contrario no iban a poder conseguir una prórroga del permiso de permanencia. Entonces nos dirigimos a algunos empresarios que se preparaban para abrir la temporada laboral a orillas del mar y necesitaban mano de obra; como es sabido, en nuestra región las actividades turísticas están muy desarrolladas.  La Providencia no se hizo esperar y pudimos ofrecer entrevistas de trabajo en esas empresas balnearias a tres personas que los salesianos nos habían presentado.

De esa manera, día tras día, vamos adelante con este espíritu de acogida e integración social, sabiendo que nada es pequeño de lo que se hace por amor”.

Lorenzo Russo

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