Dones inesperados recibidos por quien, cada día se ocupa de los más frágiles en una pequeña localidad de la Amazonía peruana. 

Me acaba de llegar el balance mensual que Javier comparte con los amigos del “Hogar para ancianos Chiara Lubich”, situado en la selva peruana. Javier lleva adelante la administración y su esposa Jenny coordina la atención directa a los ancianos. Javier agrega al balance un breve mensaje: “tenemos dinero hasta fin de mes”. Es para preocuparse, porque el Hogar de ancianos no tiene quien lo financie, va adelante sostenido solo por la providencia de Dios, que se manifiesta a través de tantas manos y corazones amigos. Pero la fe de Jenny y Javier es a prueba de balas, y es contagiosa.

Mientras tanto, llega otro mensaje: “Se descompensó Rafael, uno de los abuelitos. Está con oxígeno. Jenny está partiendo para Chachapoyas (capital de la Región Amazonas) para llevarlo de urgencia al hospital. Esperemos que no tengan que quedarse la noche, sería muy exigente también para la salud de Jenny. ¡Dios proveerá!”.

Por su parte, Jenny firmó la autorización para que llevaran a Rafael de inmediato al Centro de Salud de Lámud (el pueblo donde está la casa Hogar) para que le coloquen el oxígeno.

Ella cuenta: “Me quedé sola en la cocina, reflexionando sobre cómo proceder. Noté que comenzaban a correr lágrimas por mis mejillas. Le dije a Jesús: ‘¿Qué es lo que quieres? Ayúdame y sugiéreme qué es lo que debo hacer’. Es fuerte saber que Jesús siente tus miserias, tu cansancio y que en Él puedes abandonar toda preocupación. Mi celular sonaba y sonaba … Me pedirían que fuera a firmar el acta para presentarme como su tutora. Mientras me encaminaba hacia el Centro de Salud, me llama una enfermera para decirme que ya ubicaron a un familiar de Rafael, y que lo estará esperando en el hospital de Chachapoyas. Sentí un gran alivio, aunque en ningún momento dudé en aceptar la Voluntad de Dios, así como se presentara”.
Todo se fue resolviendo: Rafael se fue estabilizando de a poco y Jenny pudo acompañarlo hasta el hospital de Chachapoyas, donde encontró al familiar del anciano, a quien entregó sus documentos y un bolso de ropa y pañales. Así, Jenny pudo regresar a su casa “cansada, pero tranquila y agradecida de todo lo que viví”, como escribió.

Pero la cosa no terminó allí: mientras ellos se ocupaban de la salud de Rafael y de los otros ancianos del Hogar, Dios se ocupó de hacerles llegar su divina providencia que tanto necesitaban.

Cuenta Javier: “Una persona muy querida nos comunicó que el pedido que habíamos hecho juntos hace dos meses, fue acogido. Fue hermoso el encuentro con esta persona, la sentí como un verdadero hermano. Me mostró la carta de la institución a la que nos habíamos dirigido y la generosa suma que nos enviaban”.

Jenny y Javier decidieron compartir, parte de lo recibido, con las Hermanas del Asilo de ancianos de Chachapoyas.

Gustavo E. Clariá

1 Comment

  • Gracias Gustavo, hermosa experiencia, seguimos en oración por las necesidades del Hogar y por la paz en el mundo, 1

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