Movimiento de los Focolares

Giordani: El misterio pascual

Abr 1, 2015

Igino Giordani, reflexionando sobre el misterio de la Pascua, penetra en la realidad de la Iglesia y nos ofrece una imagen fuerte y atractiva de ella, como instrumento de liberación y de santidad, humanidad recuperada.

20150401-01En la liturgia pascual, se agradece a Dios por haber hecho resplandecer, «plenamente la luz de Cristo, el cual, después de haber salvado a los hombres mediante el misterio pascual, llenó a la Iglesia de Espíritu Santo y la enriqueció admirablemente con dones celestiales», entre ellos el sacerdocio real conferido a todos los fieles.

Por lo tanto la Iglesia es santa, porque está llena del Espíritu Santo; es el cuerpo de Cristo que es la santidad total.

Cristo la ha instituido para seguir redimiendo a través de ella y la ha hecho instrumento de liberación del mal y de atracción al bien. El Evangelio realizado, la humanidad recuperada, la convivencia con la unidad perenne, la gracia comunicada sin interrupción: ésta es la Iglesia.

La Iglesia somos nosotros, compactados, mediante los sacramentos y la doctrina, alrededor del Papa y los obispos, para componer un cuerpo social, cuyas arterias llevan la sangre de Cristo, y cuya alma es el Espíritu Santo, principio de santificación. De este modo la Iglesia se convierte en digna morada de la Trinidad divina en la tierra. Manzoni la llama «ma­dre de los santos, imagen de la ciudad su­prema».

Su tarea es nuestra santificación. Y el misterio pascual resume la finalidad por la cual estamos en este planeta y el objetivo por el cual Cristo bajó a esta tierra, para que el mismo Hijo de Dios fuera crucificado».

Giordani prosigue subrayando que el ser humano tiene sed de santidad y de verdad y rehúsa dejarse arrastrar por una existencia insulsa y descolorida: quiere vivir, no languidecer. Es por eso que nos equivocamos si proponemos un cristianismo lánguido, ambiguo, engañándonos si pensamos que así se puede atraer a las personas.

«Ese decir y no decir genera una “no man’s land“, una zona desértica.

No es un servicio al Señor, cuya palabra siempre fue explícita; no se sirve así al Señor, más bien provoca el disgusto de esas mismas personas a las que se desea hacer apetecible la idea religiosa.

Quien reblandece la verdad, quien camufla la cruz adornándola, le quita al pueblo la belleza y la potencia del mandamiento divino, que invita a darle a Dios el cuerpo, el alma, todo, tomando partido a favor de Cristo, hasta llegar a ser Él. Sí, sí, no, no, enseña el Evangelio y exige la Iglesia.

El ‘ni’ debilita la fe y anula a la Iglesia. ¡Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad! Pidió Jesús al Padre mientras estaba por consumar el supremo sacrificio del amor. En la verdad, no en la neutralidad o en la mediocridad o en la banalidad…

Si se acoge a Cristo por completo, entonces toda la jornada, más allá del trabajo que se haga, se invierte en profesar la fe. Entonces la vida se vuelve maravillosa, casi una liturgia ininterrumpida, donde ricos o pobres, enfermos o sanos, hombres o mujeres, ancianos o jóvenes, todos pueden hacer algo; todos construyen. Edifican un destino eterno en el tiempo material.

Ésta es la santificación. La cual no es una disertación sobre la vida. Sino una experiencia vital, entera, sana, sin toxinas.

Cristo exige a todos, también a ti y a mí, que lo sigamos rompiendo los puentes del pasado, con todo lo que ha muerto, para reencontrarnos en una juventud perenne. Ésta es la libertad.

Así por lo que respecta a la Iglesia, mediante la cual el Salvador sigue donando la salud, y se presenta como un ministerio de sanidad: el sacramento que transforma la muerte en resurrección».

 

De Igino Giordani, Il mistero pasquale, Città Nuova, Roma, n.6 del 25.3.1977, pp.24-25.

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